Guatemala es formalmente una democracia. Pero con presos políticos, concentración de poder y represión de manifestantes se acerca al autoritarismo.
La reciente captura del periodista José Rubén Zamora ha mostrado el nivel autoritario al que está llegando Guatemala. Además de Zamora, han enfrentado persecución exjueces y exfiscales anticorrupción que tocaron las más altas instancias del poder en el país vecino.
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Guatemala también ha forzado al exilio a personajes que podrían haber enfrentado persecución, como la ex fiscal general o quien dirigió la fiscalía anticorrupción. Y hay en este país una aparente mancuerna entre el oficialismo, la alianza mayoritaria en el Congreso y la fiscal general, quien ha prestado su oficina para perseguir a personajes críticos del gobierno o exoperadores de justicia que conocieron casos de corrupción de alto impacto.
Asimismo, los guatemaltecos han experimentado abusos de poder en manifestaciones contra la forma en que se les gobierna. Y el gobierno parece cooptado por pactos oscuros que mantienen cautivo a todo un país.
Como dijo recientemente un abogado guatemalteco a El Diario de Hoy, la situación se está poniendo “nicaragüesca” y la represión es cada vez mayor.
Si bien en este país no parece haber una búsqueda de reelección consecutiva y el sistema de partidos no apunta hacia uno de partido único, el cierre del espacio cívico es real. Las voces críticas están siendo silenciadas y el disenso, castigado.
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Los grandes ganadores de esta ecuación son quienes procuran la impunidad y sus negocios opacos, todo a costa de los guatemaltecos.
Y si bien la situación del vecino país no es como la de la dictadura de Nicaragua, sí hay características en común (ver infografía).