Al menos 400 agricultores entre hombres y mujeres en el municipio de Conchagua recibieron la asistencia técnica en la conservación de los suelos y el agua, como los principales recursos para asegurar la producción y los medios de vida, como parte del proyecto RECLIMA, financiado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El programa RECLIMA consiste en mejorar la resiliencia de los medios de vida y sistemas de producción, restaurar los ecosistemas degradados para la protección de fuentes de agua y mejorar los procesos de gobernanza ambiental.
Los técnicos del Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA) del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) capacitaron en el municipio de Conchagua a 12 agricultores como promotores, para que luego ellos replicaran ese conocimiento con su grupo de productores.
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Cada promotor tiene entre 37 a 38 familias o personas para trabajar en las sesiones de clases y, posterior a las prácticas que hacen en cada una de las parcelas, aprendieron sobre las obras de conservación de los suelos, es decir, mejorar las tierras donde cultivan granos y hortalizas, garantizar el recurso del agua, así como la elaboración del abono orgánico.
Olga Sandoval es una de las promotoras en el caserío Barrio Nuevo del cantón Yologual, dice que antes del proyecto lo poco que se cultivaba a veces tenía pérdidas, pero hoy, todo les está cambiando con la asistencia técnica con el proyecto de la FAO y los técnicos del CENTA.
“Hemos aprendido hacer las barreras, terrazas para la conservación del agua, cómo hacer abono orgánico y para todo eso el proyecto nos da los insumos; estamos poniendo en práctica en nuestras parcelas con el cultivo de tomates, sandía, frijol el maíz y otros productos”, agregó Sandoval.
Ana Basílica Vásquez, 57 años, productora, madre de dos hijas de 36 y 23 años trabajan más de una manzana de tierra, cultiva el maíz y el frijol para el consumo en la casa.
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“Aprendí a hacer barreras muertas y vivas para proteger la tierra, a sembrar tomates, chiles, pipianes y ayotes todo ha sido parte de las capacitaciones que nos dieron en el proyecto”, agregó Vásquez.
El caserío Barrio Nuevo está conformado por 130 familias con un aproximado de 600 personas. Viven de la agricultura y trabajos en la albañilería, pocos tienen un empleo en el sector privado y público, y otros dependen del dinero que reciben en concepto de remesa familiar.
La escolaridad de la mayoría de los jóvenes llega hasta el noveno, o al terminar el bachillerato varios deciden irse a Estados Unidos en busca de oportunidades de trabajo y mejorar la economía familiar.
Otros se quedan a trabajar en la agricultura del maíz y el frijol, a labrar la tierra, porque no tienen otra opción para conseguir el sustento para la familia, aseguraron jóvenes.
La líder comunitaria dice que son pocos los que lograron sacar su carrera universitaria, en la comunidad hay entre 50 a 60 que terminaron su bachillerato y no continuaron con los estudios superiores debido a los escasos recursos económicos. Entonces, se van a las tierras, a trabajarlas para producir.
Entre los productores beneficiados con el proyecto hay varios jóvenes, una de ellas recién terminó su licenciatura en enfermería, Alba Esperanza Pérez, de 23 años. Su familia siempre se ha dedicado a la agricultura, su padre falleció hace 15 años, sus hermanos y su madre han trabajado en la panadería y la agricultura, por tal razón decidió ingresar en el proyecto de la FAO.
“La falta de oportunidades es la principal dificultad para que los jóvenes sigan estudiando o encuentren un trabajo, por eso muchos decidimos trabajar en las temporadas de la agricultura”, agregó Pérez.