“Yo estaba bien con lo que ganaba… Siempre teníamos qué comer, íbamos bien. Los planes míos eran permanecer en El Salvador, luchar con mi familia, estar juntos, que es lo más importante y que en estos días, desde que salí de allá, es lo que me está matando”, dice Yonatan Flores, un joven que hace más de un mes cruzó tres fronteras para evitar ser capturado arbitrariamente bajo el régimen de excepción.
Yonatan tiene 28 años. Allá en la comunidad San Luis El Maneadero, en Zacatecoluca, están su esposa y sus dos hijos de siete y cuatro años. Desde hace más de un mes, Yonatan está a más de 3,000 kilómetros de distancia. Los separó el régimen de excepción. El miedo a ser capturado y encarcelado sin derecho a un proceso judicial justo.
Yonatán vivía con su esposa y sus dos hijos en casa propia. Ambos trabajaban. Económicamente no les iba mal. Ella había conseguido trabajo formal. Él, además de vender pan francés por las mañanas, en el resto del día hacía cualquier viaje que le fuera solicitado por algún vecino, y trabajaba en la agricultura.
Tenía un carro con el que se hacía otros ingresos económicos. Hambre no aguantaban. Eran una familia unida. A pocos metros vivían sus padres y hermanos menores. En otra casa vivía Mario, que recién se había acompañado con una joven de la comunidad. Las tres casas están en un mismo terreno donde también tenían un pequeño establo para las vacas que en familia habían logrado tener.
Pero la vida de Yonatan y su familia giró bruscamente aquella mañana del 16 de enero de este año, cuando un grupo de unos 15 soldados entró a la comunidad, ubicada a 650 metros en línea recta, del llamado “Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot)”.
Ese día, los soldados capturaron a dos jóvenes: Juan Antonio Renderos Cruz, de 30 años, y Víctor Manuel Murillo, este último, primo de Yonatan.
Muchos vecinos de El Maneadero presenciaron cuando los soldados conducían a Víctor hacia el centro escolar, donde los militares habían instalado su base de operaciones.
Al poco rato, se corrió la noticia en la comunidad de que los soldados andaban una lista con nombres de las personas a capturar. De algunas de las personas andaban fotografías obtenidas de la ficha del Documento Único de Identidad (DUI) o de redes sociales.
El método de “inteligencia militar” que usaron fue agarrar a niños de la comunidad y preguntarles si conocían a cada una de las personas que andaban en la lista. Los niños no les mintieron… por miedo, porque también los amenazaron, los chantajearon para obtener su ayuda.
Pero también fue por eso que Yonatan, Mario, Macario, Edwin y otros hombres trabajadores y honrados de la comunidad (según referencias de vecinos) supieron que sus nombres y fotos figuraban en la lista de los militares.
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Escapar de El Maneadero
Ese mismo lunes 16 de enero, justo cuando se cumplían 31 años de la firma de los Acuerdos de Paz que puso fin a un conflicto armado que se cobró la vida de más de 70 mil personas y miles de desaparecidos y exiliados y refugiados, Yonatan y Mario (26 años) decidieron huir de la comunidad, a pesar de que ninguno tenía cuentas pendientes con la justicia, a pesar de que ninguno pertenecía a pandillas.
“Nos tocó salir a mi hermano y a mí corriendo, cuando escuchamos que andábamos en la lista, que nos querían capturar. Y viendo ya la injusticia que se estaba dando, de que ya habían agarrado a un primo (Víctor Manuel Murillo), nos tocó salir el lunes corriendo, nerviosos, con miedo; nos preguntábamos por qué, si nosotros nunca hemos andado en nada, que no entendíamos”, explicó Yonatan durante una conversación telefónica con este medio.
“Nos tocó salir por la aflicción, por la preocupación de toda la familia que nos dijo que nos fuéramos porque, si llegábamos a caer, era por lo menos un año que estaríamos encarcelados, para mientras investigaban. Anduvimos toda la tarde del lunes escondiéndonos, sin deber nada, con una preocupación inmensa…”, comentó.
Llegó el martes. Yonatan y Mario no lograban espantar la preocupación de ser capturados. Pasaron todo ese día orando, pidiendo explicación a Dios de por qué ellos, por qué los buscaban si nunca habían hecho nada fuera de la ley.
El familiar donde permanecían escondidos también se preguntaba por qué a ellos. ¿Por qué Yonatan, si en vez de ser pandillero, esos grupos lo habían intentado matar? “Mis familiares también se preguntaban por qué yo. Si hasta víctima de la delincuencia has sido, me decían”, narró el joven.
Hace poco más de 14 años, Yonatan fue víctima de las pandillas. Lo atacaron a balazos y machetazos. Lo dejaron por muerto. “Pues sí, he sido golpeado por la delincuencia y hoy me toca sufrir esto otro porque me estaban persiguiendo sin deber nada”, dijo.
Que Yonatan y su hermano Mario, con su padre, que también se llama Mario se fueran del país, fue una decisión tomada en familia. Acordaron vender las ocho vacas que tenían, conseguir dinero prestado y vender el carro de Yonatan para juntar dinero para pagar a quien los cruzara hacia Estados Unidos.
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“Nos tocó salir del país corriendo, con el corazón y alma destrozados, despidiéndonos de nuestras familias, de nuestros seres queridos, pero conscientes de que era lo mejor también para ellos, porque es mejor estar lejos que caer detenido allá en El Salvador”, afirmó con voz entrecortada.
“Dejé a mi esposa, a mis dos hijos, a mi madre, y a mis hermanos (menores de edad) que nos van a hacer falta. Se aprecian mucho… Me hacen mucha falta… Es muy difícil lo que estoy viviendo. Extraño a mis niños”, dijo Yonatan, seguido de un prolongado silencio.
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De los tres, Yonatan tuvo mejor suerte porque logró pasar rápido a Estados Unidos; sin embargo, su hermano Mario y su padre, que se llama igual, hasta este miércoles 22 de febrero aún estaban en “casas de seguridad”, esperando para atravesar la frontera.
“Eso de que ‘quien nada debe nada teme’ es mentira”
Para Yonatan, la cacería que el gobierno está haciendo desde hace casi un año bajo el régimen de excepción está mal, porque están encarcelando a gente a la que simplemente alguien le “pone el dedo”, diciendo que Fulano o Mengano pertenece a alguna pandilla.
“Que lo investiguen a uno y si le hallan algo está bien que se lo lleven, pero injustamente como lo han andado haciendo, eso está malo. Cuánta familia está sufriendo”, comentó.
Según Yonatan, aquel refrán que dice que el que nada debe nada teme, ha perdido sentido en El Salvador. Él, su hermano y su padre nada debían, asegura, pero los soldados los andaban en lista para ser capturados. “Muchos dicen que el que nada debe nada teme pero hoy, así como están las leyes, que no investigan antes, está fregado”, acotó.
Desde luego, la situación migratoria de Yonatan en Estados Unidos es irregular; sin embargo, dice que en sus planes no está pedir refugio o asilo, porque teme que no se lo concedan y lo manden de regreso a El Salvador.
En Guatemala y México se juntó con muchos salvadoreños que llevaban el mismo objetivo, y aunque nadie expresaba que iba huyendo del régimen de excepción, todos comentaban que “las leyes estaban jodidas porque encarcelan por gusto (sin haber cometido delito) a la gente”.
“En Guatemala me encontré unos 20 salvadoreños; en México encontré a otros siete. Da temor contar el porqué se viene uno para acá. En el último lugar donde estuve me encontré con muchos salvadoreños. 20, 13, 5, 7 llegaban al mismo cuarto donde estaba yo. En el camino me choqué con otros salvadoreños, hemos venido batallando, luchando por venir a Estados Unidos huyendo del temor”, recordó.
“Mi papá y mi hermano todavía están en México. Los días que yo estuve allí tenía un gran miedo por tanto secuestro. Nos tocó enfrentarnos a todo eso, pasar el desierto es muy peligroso. Yo me siento mal porque ellos todavía no cruzan y sé lo que están sufriendo porque yo he estado allí”, aseguró Yonatan.
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Las capturas en El Maneadero comenzaron el 5 de enero. En esa ocasión capturaron a varios lugareños, a quienes con engaños los sacaron de sus viviendas, según testigos. Diez día después repitieron la misma operación.
El pasado 26 de febrero, la Secretaría de Comunicaciones de la Presidencia de la República publicó que más de 64 mil personas habían sido capturadas durante el régimen de excepción, dando por hecho que todos los arrestados son pandilleros.
Pero el 3 de enero de este año, el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, afirmó que a esa fecha habían capturado 61,300 personas bajo el régimen de excepción, de las cuales 3,313 habían sido puestos en libertad.
El ministro de la Defensa, Francis Merino Monroy, declaró este lunes que el gobierno pretende capturar a 30,000 personas más por supuestamente pertenecer a pandillas o estar vinculadas a ellas.
“Tenemos la contabilidad de los que todavía se encuentran afuera, hay unos 30,000 o más”, declaró el funcionario.