Solo dos de cada 10 estudiantes que hicieron el examen de admisión para estudiar en la Universidad de El Salvador (UES), hacia el año lectivo 2023, consiguieron el puntaje mínimo de 50 que pide el centro de estudios superiores, el único del país a nivel público.
Este dato es solo una muestra del bache educativo entre bachilleres del país, una realidad que ha impactado también en otros niveles escolares y que debe llevar al Ministerio de Educación a tomar medidas, según coincidieron dos expertos del área consultados por El Diario de Hoy: Óscar Picardo Joao, especialista en educación e investigador académico, de la Universidad Francisco Gavidia; y Javier Hernández Amaya, presidente de la Asociación de Colegios Privados de El Salvador (ACPES).
Los datos de nuevo ingreso en la UES son un termómetro de este fenómeno, los cuales fueron compartidos por el vicerrector académico de la UES, Raúl Azcúnaga, con el medio institucional El Universitario el 31 de octubre pasado, cuando detalló que la cifra total de aspirantes que completaron la solicitud para someterse al examen de admisión fue de 20,288 estudiantes, de los cuales 15,274 participaron en la prueba realizada el 8 y 9 de octubre.
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De los que hicieron la prueba, solamente 3,155 lograron arriba de los 50 puntos exigidos como nota mínima por la Universidad Nacional, es decir, solo el 20.6% de quienes intentaron superarla.
Aunque esta cifra es baja, Azcúnaga compartió con El Universitario que “se ha triplicado la cantidad de estudiantes que aprobó el primer examen con relación al año anterior”, ya que en la prueba de 2021 el porcentaje de estudiantes que logró el puntaje mínimo fue menos del 5%.
Causa-efecto
¿Qué ha provocado estos resultados tan bajos entre los bachilleres que buscan entrar a la UES? Los dos especialistas educativos consultados por este periódico coincidieron en que el principal factor la educación en línea o multimodal por la que han pasado dos generaciones. Esto a causa de la pandemia por covid-19 que inició en marzo de 2020 y por la que miles de estudiantes dejaron de recibir clases presenciales.
Para Óscar Picardo Joao, esto ocurre por “los efectos de pandemia, los vacíos curriculares, las limitaciones sobre todo de educación media que tuvieron los estudiantes, que no recibieron completo su programa. Si acaso llegaron al 50 o 60 % de contenidos, sería mucho”.
Hernández Amaya, en representación de la comunidad de colegios privados, opinó que los datos hacia nuevo ingreso en la Universidad Nacional “alarman este año, en consecuencia a los otros, un poco más porque se está viendo que el nivel de egreso en el nivel de educación media va cada día con menor rendimiento, menos capacidad, es menos competitivo el estudiante que se manda a la educación superior”.
En su análisis, Hernández fue directo y consideró que “la consecuencia del bajo rendimiento que reflejan estos resultados tiene mucho que ver con la modalidad en que se desarrollaron los aprendizajes de educación media”.
El año 2022, dijo, tuvo una promoción de bachilleres con un año 100% tirado a la multimodalidad.
“Eso significa que los porcentajes de desarrollo de contenidos se vieron sumamente afectados, que no se sirvieron los contenidos y no se alcanzaron las competencias mínimas. Entonces, es lógico pensar que, cuando no se tiene esas competencias, los resultados que se esperan no se logran”, explicó.
Hay solución
Picardo Joao consideró que este panorama es complicado, pero “subsanable”.
Recomendó al Ministerio de Educación que elabore “una política para que cada institución diagnostique el nivel inmediato anterior al ingreso. Por ejemplo, si estoy atendiendo 7o grado como docente, debería evaluar cómo vienen los de 6o grado, y darles un curso compensatorio, para nivelar. Eso se podría aplicar en bachillerato, a nivel universitario, etc.”.
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Ante la problemática, según Picardo Joao, el Mined “debería de publicar una normativa, con indicaciones técnicas de la necesidad de hacer diagnóstico, y de diseñar contenidos remediales o propedéuticos previo al inicio (del año lectivo), sobre todo en carreras universitarias, aunque esto aplica para todos los niveles educativos”, incluidos primaria y secundaria.
El especialista llamó a aceptar que “los estudiantes están con un bache significativo y si eso no se corrige, hay áreas críticas como matemáticas: un cipote que viene con una base débil de trigonometría, de ecuaciones diferenciales, cuando llegue a cálculo no va a poder con ello, entonces, va camino al fracaso”.
Coincidió con esta mirada Hernández Anaya, quien añadió que “las universidades que admitieron estudiantes en 2021, 2022 y 2023 tienen que pensar que para el primer año de estudio de estos alumnos, deben diseñar un proceso de incorporación de este estudiante al nivel superior, de manera que ese primer año signifique una formación de educación media prácticamente, no de educación superior. Su primer año debería ser dos ciclos de formación de remediación educativa, por los contenidos no servidos y las competencias no alcanzadas en el bachillerato”.