Hacer un examen no sería difícil si se ha tomado el tiempo necesario para prepararse, incluso si este es en línea. El problema radica si no se cuenta con el servicio de internet, se vuelve un verdadero dolor de cabeza. Esta es la realidad de Ilsia Verónica Telule Linares, de 17 años, estudiante de segundo año de bachillerato en contaduría comercial del Complejo Educativo Pedro F. Cantor de Izalco, Sonsonate.
Ilsia se ha preparado para la prueba Avanzo. Ha repasado sus apuntes, libros y cuestionarios para tener una buena calificación. No le preocupa la evaluación, no desconfía en sus conocimientos, sino en la falta de Internet que hay en el lugar donde vive para usar la laptop donada por el gobierno. Su casa, rodeada de árboles de gran tamaño, es la última de un callejón sin nombre en el caserío Los Mezquitas, cantón Cuntán, de Izalco, Sonsonate. Al interior de su casa no hay señal, tiene que caminar a su alrededor para probar suerte. Con la ayuda de su hermana ha colocado una mesa afuera donde ha logrado conectarse.
Con una mano en el teclado, sus ojos en la pantalla y con su perico Poli en el hombro, ha iniciado la prueba vocacional. Pasan unos minutos y la señal desaparece. La solución para poder continuar es caminar medio kilómetro de su casa para ascender, entre piedras y milpa, a la parte más alta cerca del cantón, un lugar al que llaman La Loma. Ilsia agarra su laptop y empieza a avanzar vestida con un pulcro, impecable, uniforme de su instituto, un requisito que se le pide a los estudiantes que cumplan aunque la prueba no es presencial. Llegando a La Loma se puede apreciar un paisaje realmente pintoresco con los campos aún verdes, aunque ya terminó le época de lluvias. Desde allí se ve el pueblo y el volcán de Izalco.
En esa colina si se pueden conectarse a internet, y unas grandes rocas volcánicas que sobresalen de la tierra se convierten en los asientos. A Ilsia le acompañan su madre y tres hermanos. Sin perder tiempo se ha instalado en la punta de la roca más grande, donde la señal de internet es buena. Ese día (el miércoles) se sometió a la evaluación vocacional, sociales y matemática. El tiempo para desarrollar las tres evaluaciones es de ocho de la mañana hasta las dos de la tarde.
“Me han gustado las preguntas que vienen porque son para conocer como me siento en la escuela, como persona, con mi familia y dónde me gustaría trabajar. Pero el problema acá es la señal porque vivo retirado del pueblo y acá no hay. Es uno de mis grandes miedos de la prueba, que se corte la señal y ya no la pueda realizar”, expresó la joven.
También cree que lo mejor para los estudiantes que viven en su misma condición es hacer la prueba presencial en la institución, y en físico, ya que ayudaría a disminuir los costos al no tener que comprar paquetes de datos. “Presencial por la señal y siento que es mejor estar haciéndola en físico porque a veces tenemos problemas con las plataformas. Es mejor estar interactuando presencial”, afirmó y agregó que el ministerio debería analizar el lugar donde vive cada estudiante para proporcionar redes para tener una mejor señal. Ella sueña con que el Estado le de una beca para poder estudiar en la universidad porque su familia no tiene los recursos necesarios.
Ilsia forma parte de los 70 mil estudiantes de instituciones públicas y privadas que se sometieron este año a la prueba virtual. Para los expertos académicos esta metodología no es confiable. “No es una prueba confiable o útil, porque contrasta los resultados con la prueba de admisión de la UES, que siempre fue congruente con los resultados PAES; desde que se implementó Avanzo vemos que hay una brecha”, expresó el doctor Oscar Picardo Joao, de la Universidad Francisco Gavidía.
El 21 de febrero del 2021, el presidente Nayib Bukele publicó en su cuenta Twitter que las computadoras que entregarían a los estudiantes contarían con internet gratis, pero la realidad es otra. Elizabeth de Telule, madre de Ilsa, explica que ella y su esposo son los que tienen que hacer malabares con el dinero para poder pagar 30 dólares mensuales para que sus hijas tengan internet, y que aun así tienen que salir de sus casas a buscar señal a los alrededores.
Fátima Tatiana Telule, de 18 años, también está a la espera de su graduación de Técnico Contador de la misma institución donde estudia su hermana, Ilsia.
Fátima tiene buenos y malos recuerdos de la prueba Avanzo. “A mi lo que me afligía era lo de la señal, pero me fui para la carretera a Sonsonate y ahí estuve haciendo las cuatro pruebas y gracias a Dios quedé en el nivel superior en todas”, comenta.
Para Carlos Vladimir Telule Linares, de 17 años, estudiante de segundo año de bachillerato en el mismo complejo educativo donde estudia Ilsia, ha tenido las mismas dificultadas para conectarse a la red.
Carlos es el mayor de dos hermanos. Su padre es carpintero y su madre se encarga de la casa. Viven en el caserío El Sirin, cantón Cuyagualo, Izalco, a cuatro kilómetros de la carretera, pero el mal estado de la calle hace que se sienta un trayecto mucho más largo.
El joven está consiente del esfuerzo que hacen sus padres para lograr pagar de 10 a 15 dólares mensuales para comprarle paquetes de datos para que pueda conectarse a sus clases en línea.