La escuela del caserío San Luis Córdoba comenzó su año escolar con 44 alumnos, desde kinder hasta noveno grado. Este año aumentó la matrícula, debido al ambiente de seguridad que perciben y por la gestión de los padres de los alumnos que están en el Consejo Directivo.
Pero la escuela sigue teniendo un viejo problema: no tiene electricidad, ni agua potable; por lo que los papás acarrean agua desde río Tihuapa.
Para llegar al caserío se recorren 12 kilómetros desde la alcaldía de Panchimalco. Además, colinda con caseríos del municipio de Olocuilta.
Al acercarse a San Luis Córdoba, el camino de tierra se vuelve solitario y carente de mantenimiento, lo que hace que se asemeje a un bosque silvestre. A los costados de la calle se observan casas destruidas y desmanteladas, lo que le podría valer el apodo de “pueblo fantasma”.
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En la parte más alta del cantón, al final del camino, está la escuela.
El Centro Escolar Caserío San Luis Córdoba (Código: 86400) fue creado en 2003 y sus instalaciones fueron originalmente una galera.
Y en 2006 se convirtió en un recinto formal, en su actual terreno, relató Félix Vásquez, integrante del Consejo Directivo.
El gobierno de esa época equipó a la escuela con paneles solares a falta de luz eléctrica en la zona. También instaló una planta eléctrica para extraer agua de un pozo en el terreno de la escuela y así alimentar un tanque de agua para los baños y los lavamanos. Incluso se equipó con computadoras. En 2015 llegó a tener 70 niños, distribuidos en sus tres aulas.
Pero poco a poco la escuela fue víctima del vandalismo que sufría la zona, acechada por las pandillas.
Luego, el motor de la planta eléctrica se arruinó, y en 2016 hubo familias que huyeron del caserío debido a las pandillas.
A pesar de las circunstancias, también hubo padres que siguieron mandando a los alumnos a la escuela. Para entonces, la comunidad educativa se redujo a 30 estudiantes.
A los actuales habitantes, aún les cuesta hablar sobre la delincuencia que retrasó el desarrollo en la zona.
Vásquez Delgado, con una tez morena que muestra que trabaja la tierra, vivió los años más violentos en el cantón. Él llama al éxodo y a las pandillas como “el problema”.
Había una guerra por el territorio entre el Barrio 18 del cantón Troncones con la Mara Salvatrucha de San Luis Córdoba.
La tarde del 28 de noviembre de 2015, los pandilleros de la 18 llegaron del otro lado de la montaña y se tomaron el caserío.
Amenazaron con armas de alto calibre a jóvenes que regresaban del trabajo en el campo y a tres de ellos los capturaron, los hicieron caminar por la calle principal varios metros, luego los aventaron al suelo y los ametrallaron pese a los ruegos de los testigos que pedían que no los mataran.
Los pobladores quedaron aterrorizados y muchos huyeron dejando atrás sus hogares. De 60 familias, quedaron 14. Recientemente regresó una.
En ese tiempo, la alcaldía compró un terreno cerca de la escuela para construir una cancha y una casa comunal, pero nunca se construyeron.
Los que viven ahí siguen gestionando para que la escuela tenga electricidad y agua, pero el avance ha sido mínimo.
En 2020, el Fondo de Inversión Social para el Desarrollo Local (FISDL) ejecutó un proyecto para la electrificación del cantón. Instaló postes y transformadores, que luego fueron dañados por tormentas y el proyecto se detuvo.
La alcaldía de la gestión anterior al 2021 y la actual no han atendido el llamado para finalizar la obra.
En agosto del 2021, el alcalde Jorge Mejía se comprometió a reparar la línea y la planta eléctrica del pozo de la escuela.
Pese a que la planta eléctrica fue removida hace un año para repararla, hasta la fecha no la han devuelto. Los padres de los estudiantes se cuestionan en dónde se encuentra y si ésta está siendo realmente reparada, pues la administración no les da ninguna información que los tranquilice.
“La gente que tiene luz y agua es feliz”
Margarita Vásquez, madre de una de las alumnas , comentó que a sus 40 años nunca ha conocido lo que es vivir con electricidad.
Vásquez, con voz firme y sin temor expresó: “Yo creo que la gente que tiene luz y agua es feliz”.
Ella trabaja como empleada doméstica en la capital y comercializa fruta de temporada, pero pese a sus esfuerzos por llevar ingreso a su casa, lamenta que su hija, de 9 años de edad, crezca en la misma situación precaria que ella vivió en su infancia.
La niña es buena alumna, dice la madre, y añade que al igual que al igual que otros niños, su hija recibió una tableta por parte del Gobierno actual, pero mientras la escuela está cerrada por vacaciones no la usa, pues no tiene donde cargar el aparato y prefiere ahorrar dinero para comprar datos para el internet solo para propósitos escolares.
Además, debe pagar un dólar cada vez que va a recargar el dispositivo. Para ello, lo lleva a la casa de alguna amistad o familiar del cantón vecino, donde sí hay electricidad. “Agradecemos esta oportunidad de tener este beneficio, pero no tenemos los recursos para hacerla funcionar siempre”, añadió.
Margarita es parte del Consejo Directivo de Padres de Familia de la escuela y también apoya las iniciativas de la Adesco.
Ella narró que están cansados de ser ignorados por la alcaldía, se unieron para reunir $129.69 para pagar a la compañía eléctrica la inspección técnica que les indique como hacer para lograr la conexión del servicio domiciliar.
En la comunidad desconocen en qué etapa está el proceso de conexión, por eso solo pagaron uno de los 7 pasos del proceso para adquirir el servicio, comentaron.
Margarita se ilusionó en 2020 porque por primera vez en su vida tendría luz, incluso instaló un foco en el corredor de su casa, el cual ahora luce lleno de telarañas y polvo.
En las noches cocina bajo la luz de velas, y no usa la lámpara del celular porque la carga debe guardarse para cosas importantes.
Comunidad pide puente
Ricardo Ramírez y Ovidio Benítez también son del consejo de padres que, sin herramientas, luchan por mejorar las condiciones de vida de sus hijos.
Ellos viven del lado del río Tihuapa y piden que se les instale un puente, pues la mayoría de niños que asisten al Centro Escolar, e incluso los maestros, viven en el cantón Plan de las Delicias de Olocuilta.
“Aquí si se crece el río, las clases se suspenden”, comentó y agradeció a Dios de que a la fecha no han tenido tragedias.
Alcaldía no brindó declaraciones
Para obtener la posición oficial de la alcaldía de Panchimalco sobre cómo está ayudando al caserío San Luis Córdoba con sus necesidades básicas, El Diario de Hoy llamó por teléfono, entre jueves y viernes de la semana anterior, a una empleada municipal de nombre Roxana, Promotora Social que tiene a su cargo los cantones del sur de Panchimalco. Ella contestó que necesitaba media hora para consultar al alcalde Jorge Mejía, de Nuevas Ideas. Después de dos horas se le llamó de nuevo y respondió que Gabriela Santos, Secretaria de Despacho, sería la responsable de gestionar la información solicitada pero no hubo respuesta, así que se contactó a la Unidad de Comunicaciones para pedir una entrevista con el alcalde y la persona que contestó, remitió nuevamente con Gabriela Santos. Se llamó a Santos, en repetidas ocasiones, al número de su oficina, pero nunca contestó. También se llamó al número personal de Santos, proporcionado por las personas de la comunidad y respondió que hablaría con el alcalde y que ella regresaría la llamada. No se recibió respuesta de la empleada municipal Santos y tampoco contesta llamadas de este periódico. Los habitantes del caserío Luis Córdoba continúan exigiendo las mejoras en su comunidad. Recientemente publicaron un video en el Facebook del Consejo de Comunidades Originarias de Panchimalco, relatando los problemas que necesitan resolver sobre el abandono en que las autoridades tienen a los niños.