Los partidos de oposición ya están haciendo cálculos para 2024. Uno de ellos es Nuestro Tiempo (NT), que está considerando integrar alianzas con otras fuerzas políticas y movimientos sociales.
Su director de Organización, Ramiro Navas, habló con El Diario de Hoy y afirmó que sin alianzas, no se podrá detener el declive democrático de El Salvador.
¿Piensan en coaliciones para 2024?
Hoy en día, el mejor camino para construir un país que realmente sea digno para su gente es sobre la base de entendimientos. Hoy más que nunca es el momento para buscar acuerdos con otras fuerzas políticas y con fuerzas sociales.
Nosotros estamos apostando a que se construya en este país un amplio bloque cívico democrático que restaure la profundización democrática que empezó con los Acuerdos de Paz y que se ha visto interrumpida con este gobierno antidemocrático del Nayib Bukele.
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¿Cuáles son estas características antidemocráticas que observas?
La base de cualquier democracia es la igualdad de condiciones para todas las fuerzas competidoras.
Eso no se está respetando actualmente en El Salvador. El bukelismo, desde sus primeros días, demostró que su modelo de ejercer el poder rompe con la tradición democrática y que hace uso y abuso de la fuerza del Estado para imponer, perseguir y censurar a los que no estén de acuerdo con ellos.
En cuanto a las coaliciones, ¿están pensándolas a nivel legislativo, presidencial, municipal?
Estamos hablando con varias fuerzas partidarias y sectores de sociedad civil, convencidos de que ninguna fuerza política por sí sola tiene la capacidad en estas condiciones de desigualdad de enfrentar al régimen.
Esta alianza puede manifestarse en una coalición. No hemos llegado a definir dónde sí y dónde no, pero sí tenemos la claridad de que debemos poner en la mesa los activos que tenga cada fuerza política para hacer frente a lo que viene.
Pero no solo esto. Sobre todo consideramos que una coalición debe construirse no sobre la base de las candidaturas sino sobre cuáles son los puntos de convergencia.
Como Nuestro Tiempo hemos sido enfáticos en que el punto común que une a esta fuerza democrática es nuestra oposición al modelo que está implementando el bukelismo.
¿Basta para integrar un proyecto sólido y electoralmente viable?
Estamos claros de que no basta con ser oposición al actual régimen. Debemos construir una alternativa creíble, realizable y que tenga la capacidad de convencer a la gente.
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Sé que solo representas a NT, pero ¿quiénes más están en esa discusión?
Naturalmente, los partidos de oposición tenemos varios esfuerzos de encontrarnos mutuamente. Al menos los que estamos representados en la Asamblea Legislativa estamos buscando estos puntos de encuentro y tenemos una conversación fluida. También hay sectores de la sociedad civil, movimientos sociales que han tenido un papel muy protagónico en hacerle frente a la narrativa del gobierno, que han hecho manifestaciones importantes y que tiene esta fuerza de movilización social sin estar adscrita a partidos políticos.
¿Esto incluye a partidos tradicionales que ya traen un equipaje y un desgaste, como ARENA y el FMLN?
En un momento como este, se necesita la mayor cantidad de frentes abiertos para la restauración democrática, obviamente partidos como Arena y el FMLN tienen una posición que desempeñar porque han manifestado oponerse al régimen.
Pero el hecho de tener conversaciones abiertas y buscar puntos de encuentro no quiere decir que de repente todo el mundo coincide y que ya somos la misma cosa y esto es algo que el Gobierno se ha encargado mucho de promover como una agenda.
Entonces sí hay acercamientos…
Sí, sí hay involucramiento de todas estas fuerzas, pero nosotros no queremos centrar esta conversación nada más en los partidos políticos.
O sea, ¿aspiran a una renovación de las caras partidarias?
Habrá una gran oportunidad de renovar liderazgos pero no solo basta con las caras. El bukelismo ha demostrado que no basta con poner caras nuevas o gente más joven. Esa gente más fresca tiene que tener un sustento detrás, un proyecto político claro y justo en ese punto es donde los sectores de la sociedad civil deben ser protagónicos en la construcción de una alternativa.
Ustedes afirman tener propuestas progresistas. ¿Se van a dejar de lado para no manchar la alianza común?
Más que dejarlas de lado, la clave es buscar los puntos de encuentro. Si bien somos partidos diferentes, tenemos grandes coincidencias con respecto al momento histórico que está viviendo el país y en cómo se puede construir una salida.
Eso no quiere decir que vamos a dejar de lado las banderas, sino más bien establecer un piso democrático. Cualquiera que sea la bandera que impulse una fuerza política debe suponer un piso democrático básico que nos permita seguir impulsando esas banderas.
¿Cuál es ese piso democrático?
Si no hay libertad de expresión, si no hay libertad de asociación, si las fuerzas opositoras son perseguidas, si hay una asfixia económica y jurídica a las voces que sean contrarias a la del régimen, no va a haber condiciones para impulsar ninguna otra plataforma, sea conservadora o progresista. El punto de acuerdo es encontrar ese piso democrático que nos permita en un momento posterior de la historia poder impulsar nuestras propias agendas.
El bukelismo maneja un discurso antiélites y una retórica incendiaria. Mientras tanto, el discurso de democracia ya “no pega”. ¿Crees que hay una tentación de combatir “fuego con fuego" y portarse demagógicos?
Vivimos en sociedades donde es difícil vincular la democracia y la vida cotidiana de la gente. La gente piensa que si algo funciona, no necesita democracia ni instituciones, sino que se satisfagan necesidades inmediatas. La oposición debe buscar las maneras de conectar cómo estos elementos que hemos identificado como peligrosos inciden directamente en la vida de las personas. Y basta con leer un poco más allá de lo superficial para encontrar que la realidad del país no ha cambiado sustancialmente con respecto a lo que el discurso del gobierno afirma que estaba mal en el pasado.
¿Como qué?
Las migraciones continúan. El costo de la vida está cada vez más elevado. El Gobierno tiene buenos números de popularidad en el tema específicamente de seguridad, pero sobre de un régimen de excepción que ha demostrado una mitigación en la percepción de violencia sobre el costo de evidentes violaciones de derechos humanos.
Creemos que sí es posible tener comunidades más seguras sin que haya agentes del Estado uniformados en las entradas, persiguiendo a la gente joven nada más porque ahí vive. No es una sociedad en paz si los cuerpos de seguridad del Estado tienen que estar en las puertas viendo quién entra y quién sale.