En esta segunda parte de la entrevista con Celia Medrano, experta en derechos humanos, ella explica cómo el miedo parece ser un objetivo más palpable que la popularidad para este gobierno.
Asimismo, considera que el fin último de la mitilziarización es imponer una agenda política a través de temor y miedo.
¿Es posible que más que popularidad estén buscando sembrar miedo?
Ya funciona, especialmente ante lo aplastante que es saberse vulnerable frente a un sistema en donde todo está concentrado.
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Las personas saben perfectamente que están vulnerables y si se le ocurre a un actor político tomar represalias por haber dado una opinión que cuestiona la narrativa oficial, estarían en una situación donde se les demanda por cualquier cosa y sería la fiscalía de Capres la que llegaría a detenerlo, la policía de Capres la que efectuaría las capturas, los jueces de Capres le condenarían y no hay instancias superiores a las cuales pedirles justicia.
¿En consolidar el miedo sí han sido efectivos?
El miedo es parte de la cotidianidad nuestra y es porque ha logrado consolidarse un sistema autoritario que no tiene oposición, que no tiene contrapeso. Los únicos que todavía generan contrapeso, aunque yo sé que los periodistas se sienten en muchas ocasiones vulnerables ante tanto ataque, pero de los pocos contrapesos que quedan están en la prensa independiente.
El presidente y su círculo juegan mucho con la idea de que estamos llegando al futuro, pero militarizar es una idea antigua. ¿A qué nos evoca volver a ver el verde olivo en todas partes?
No es nada nuevo ni en el país ni en el continente entero. El autoritarismo siempre se ha expresado en América Latina.
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No es exclusivo ni nuevo de parte de las autoridades salvadoreñas buscar consolidarse en el poder permanentemente en función de cambiar todas las reglas democráticas a través de las cuales llegaron al poder Ejecutivo.
A pesar de haber vivido un conflicto armado, tenemos una fuerza armada en donde no se invirtió lo necesario para que pudiera mantenerse alejada del quehacer político nacional. Vino alguien que se los ofreció y se los ha garantizado y vuelven los militares a tener poder y control en todas las esferas nacionales.
¿Todas?
Vamos otra vez por esa línea porque es la manera de imponer una agenda política a través de temor y miedo.
¿Mismas prácticas con nuevas caras?
Tampoco es cierto que haya nuevos ricos o el surgimiento de una nueva clase política. Basta ver los nombres detrás de la agenda oficial para ver que son los mismos actores en diferentes escenarios. No hay un recambio de clases sociales, oligarquía o de una clase política nueva.
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Hay muchos oportunistas y familias que se están enriqueciendo de la falta de transparencia y saber impunes sus actos, pero las clases políticas o los poderes fácticos siguen siendo los mismos.
Lo que queda claro es que hay acuerdos y pactos con actores de criminalidad organizada, poderes fácticos reales, que ya no cooptan estructuras estatales, sino que las controlan y lo que tendríamos es un gobierno criminal y por supuesto, el tema de derechos humanos no está en su agenda.
Hay grupos para los cuales el tema Derechos Humanos está en agenda, pero algunas comunidades están contentas de ya no ver el control de los pandilleros y menos homicidios. ¿Cómo desde la perspectiva de derechos humanos se muestra que las garantías no son sacrificables por esa aparente calma?
Al final del día no sabemos si se está muriendo menos gente y creo que es de las narrativas que hay que romper.
Oficialmente se nos dice que hay una serie de días consecutivos en cero homicidios, pero por ejemplo 90 homicidios dentro de los Centros Penales.
Son personas que fueron detenidas durante el régimen de excepción y fueron asesinadas violentamente en las cárceles, pero no aparecen en los registros oficiales aunque son homicidios.
También tenemos el tema del aumento de desapariciones. Es importante romper con la pujanza de la narrativa de que al final del día hay menos muertos. No sabemos cuántos muertos hay, no nos dejan revisar los registros, la gente tiene miedo de denunciar los hechos. Entonces lo que sí hay es menos registros oficiales y eso es otra cosa.
No es cierto que sepamos que hay menos homicidios. El presidente ha dicho que si los hubiera, estarían en la calle; yo le podría decir que están en fosas comunes.
Pero muchos dicen que en sus comunidades ya no están los “muchachos” controlando…
Al final del día no tengo al poste, al joven de la pandilla, pero tengo al soldado y muchas veces ese soldado ha pertenecido a pandillas. Y es algo que no sabemos, entonces podemos estar en escenarios muy concretos de pandilleros uniformados que han sustituido al joven poste de las pandillas en las comunidades
Hay casos de personas que les han desaparecido a sus hijos y que han llegado a la Fiscalía General de la República con información confiable de que los pandilleros que estaban haciendo investigados por la desaparición entraron a la Fuerza Armada y están patrullando las calles.
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¿Qué se hace ante una situación así?
Hay que animar a las personas a que a pesar de lo adverso de los escenarios denuncien porque solo así puede romperse que demos por hecho el discurso oficial.
Eso no quiere decir que esté planteando de que no hay apoyo al régimen de excepción popular o que no haya apoyo al presidente popular, pero creo que en la medida de que las personas van viviendo en carne propia la situación de violaciones en casos de su propia cotidianidad, van dándose cuenta que lo que están viviendo con ilusión.
Hay una situación una sensación de mayor seguridad, indiscutiblemente sí la hay. Eso va a ser sostenible, pienso que no, porque está construido sobre ilusiones.
Estas ilusiones parecen efectivas. ¿Es viable ofrecerles un enfoque más matizado pero quizá menos visible a quienes han vivido en tanta desesperación tanto tiempo?
Son personas que no han tenido nada nunca. Son víctimas del conflicto armado, de huracanes, de pandillas, ahora están siendo víctimas de soldados y policías corruptos que actúan de manera arbitraria y sin control.
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Creo que a ninguna persona, sobre todo se ha vivido una cadena enorme de fraude, frustración y victimización, se le puede culpabilizar o decir que es pobre intelectualmente por creer en una propuesta que ilusiona, construida sobre la base de la ilusión. El problema es que eso choca con realidades.
Nuestra gente vivirá esa misma desilusión que causaron otros y se los está causando la actual gestión.
Ante la desilusión, ¿no somos más vulnerables a demagogia y populismo violento?
El único plan que funciona es el propagandístico, a partir de que explota lo peor de lo que somos, personas que quieren ver muerto al pandillero que les hizo daño, pero también personas que van a querer que paguen los soldados que asesinaron a su hijo o que violaron a su hija o que metieron preso injustamente a su pariente.
Vamos acumulando una serie de deseos de venganza y violencias acumuladas que venimos arrastrando por años. Lo que ha hecho esta gestión gubernamental es azuzarlas y explotarlas con finalidades políticas.
Las personas buscan vivir tranquilas, que se les deje trabajar, entrar y salir de sus comunidades. Qué tanto está dispuesta a pagar la gente para vivir en paz. El precio puede ser muy alto y pueden incluso aceptar que estructuras criminales les gobiernen.
Eso no es tener derechos, sino licencias temporales…
Es aceptar hasta donde creo que se me puede permitir a mí como persona de una comunidad pobre, estigmatizada, excluida vivir en paz y creo que peligrosamente nos están llevando a ese nivel.