Decenas de personas se congregaron para despedir a los esposos Luis Alonso Pérez y Filomena Ventura en un emotivo entierro. La pareja perdió la vida trágicamente al ser sepultada por un alud de tierra que destruyó su humilde vivienda en Panchimalco, tras las intensas lluvias de esta semana que dejo un saldo de 19 muertos en todo el país.
La comunidad, consternada, se unió en el dolor y la solidaridad para rendirles homenaje.
En la entrada de la casa una señora con el duelo en el rostro, pero con tono amistoso invitaba a los asistentes a pasar adelante, a dos manos ofrecía sopa de arroz aguado con pollo, “son los difuntos quienes les invitan a comer”, ella manejaba con un preciso cálculo el número de asistentes, recibe, despide y agradece las muestras de cariño.
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Las personas no cabían en el pequeño, pero acogedor hogar que pertenece a William Pérez, el mayor de los hermanos Pérez Ventura. Muchos entraban y salían de su sala, lugar cuidadosamente adornado para despedir a sus padres, su mirada se clavaba en ese sector, “lastimosamente les recibo en este momento tan difícil”, comenta mientras agradece la presencia a quienes entran y salen.
Alrededor abundan experiencias, algunas son vivencias cercanas de infancia, Miguel Carrillo, se acerca al ataúd que contiene los restos de Luis Pérez, mira con detenimiento la fotografía que le acompaña y luego a través del cristal de la caja, se le llenan los ojos de lágrimas y vuelve a sentarse en una silla plástica, apoya su espalda en el respaldo y suspira, luego con una sonrisa en el rostro dice, “nos conocíamos desde que yo estaba pequeño, me llevaba por unos años, pero muchos de los que estamos aquí crecimos con su ejemplo y el de su esposa”, comenta.
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Poco a poco los seis hermanos salen de la casa, permanecen juntos en una fila mientras son testigos de como suben los féretros en dos carros fúnebres 4x4.
La carretera que conduce al cantón San Francisco Quezalapa ha sido escenario de constantes derrumbes, el día de ayer esa vía de acceso permaneció bloqueada hasta cerca de las ocho de la noche.
Los asistentes abordan microbuses, un bus, pick-ups y pequeños camiones, no dan abasto, a paso lento llegan al Cementerio Municipal de Panchimalco, antes en una pequeña sala que también sirve de ingreso al campo santo, los asistentes cantan, dirigen oraciones y se despiden.