Eran los años del conflicto armado en el país, cuando la situación era crítica en todos los centros hospitalarios a nivel nacional, en los que no había descanso para el personal de salud, debido a la alta demanda de servicios de emergencia.
La rutina transcurría en 1986, entre jeringas, salas de urgencia, aparatos médicos, camillas, quirófanos y todo ese mundo de los centros de salud, en este caso, en el Hospital Militar de San Salvador, donde Ana Lilian Benavides trabajaba como auxiliar de enfermería.
El terremoto de 1986 y los años de la guerra, se convirtieron en los escenarios más dramáticos, que Ana Lilian vivió como enfermera, debido a las difíciles condiciones que existían en el ámbito hospitalario, por lo que nunca imaginó que, en ese ambiente, lleno de adrenalina y emergencias, conocería a quien años después sería su esposo.
Cinco años después, en 1991, aparece en escena Luis Alonso Zepeda, originario de Usulután, llega al Hospital Militar como auxiliar de enfermería, luego de culminar sus estudios en la Escuela de Enseñanza del Hospital Militar, institución que formaba profesionales para el mismo hospital.
Luis y Ana, entonces aún jóvenes, no sospecharon que, en los pasillos, ascensores y salas de recuperación del nosocomio, nacería una amistad, que con el paso del tiempo se convirtió en amor y que luego los llevaría al altar en 1994.
Compartiendo turnos o alternándose, mientras uno trabajaba de noche, el otro lo hacía de día, cuidando a los tres hijos que procrearon, pasaron los años, desempeñando sus labores profesionales en diferentes áreas hospitalarias.
“Nosotros nos complementamos siempre, ya que juntos compartimos problemas, inquietudes, satisfacciones y triunfos, relacionados con la labor que realizamos como enfermeros en más de 30 años de servicio”, afirma Ana Lilian Benavides de Zepeda.
Licenciado en enfermería, aspirante a doctor y docente
En la actualidad, ambos se encuentran jubilados y aún continúan compartiendo las mismas vivencias, experiencias y anécdotas de sus años de servicios de enfermería, en el que predominan los recuerdos sobre el espíritu de servicio y vocación que los llevó a estudiar enfermería.
“Siempre tuve el deseo de servir a las personas, y qué mejor forma de hacerlo que cuidar a los pacientes, iniciativa que surgió desde que hacía sus prácticas en el Hospital Nacional San Pedro, en Usulután”, afirma el licenciado Luis Alonso Zepeda, quien entre sus aspiraciones era formarse como médico, pero solo estudió hasta el segundo año de medicina y luego decidió inclinarse por la enfermería.
Cuando Luis se refiere a lo más duro de su profesión, su tono de voz, pausado, pero alegre, cambia un poco y afirma que siempre es muy difícil entender el proceso de la muerte, ya que los profesionales de enfermería ofrecen lo mejor de cada uno para cuidar la salud de los pacientes.
Entre las satisfacciones personales que ha obtenido a nivel profesional, fue ver que alguien se recuperaba y que regresaba al hospital para agradecerle por sus cuidados. Ese episodio también ocurría en la calle al encontrarse con personas que atendió y al verlo solo tenían palabras de gratitud hacia él, por haberlos atendido con vocación. “Verlos agradecidos con amor por la vida y felices por esa oportunidad, siempre nos motiva mucho”, dice el enfermero retirado, quien afirma que uno de los momentos más difíciles de su labor, fue en la pasada pandemia por el COVID-19.
Don Luis Alonso, luego de ostentar varias jefaturas, desempeñar su labor en diferentes áreas hospitalarias y ser formador de profesionales; ahora se dedica a impartir clases en el Colegio Isabel Allende, en Ilopango, en donde es coordinador del Diplomado de Enfermería, lugar en el que imparte los conocimientos que ha adquirido en toda su trayectoria como profesional de la salud.
“Ahora me siento satisfecho de compartir con todos los jóvenes, que tienen aspiraciones para convertirse en profesionales de enfermería, para que, en el futuro, se conviertan en excelentes trabajadores de la salud”, afirma el ahora educador.
Los esposos Zepeda saben que la enfermería es pasión y amor por el prójimo y que la palabra vocación aglutina todo lo que debe tener esta profesión, por eso la vida de ambos siempre ha estado enfocada en ayudar a todas las personas que lo necesiten y apoyar a todo aquel que requiera una mano amiga en cualquier momento.