El 51.6% de los hogares salvadoreños son propietarios de sus viviendas; sin embargo, los demás, que representan el 48.4%, son ocupantes gratuitos, inquilinos, propietarios de las casas en terrenos privados, está pagando su casa a plazos o son dueños en terrenos públicos, de acuerdo a la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2023 que fue publicada a inicio de julio por la Oficina Nacional de Estadística y Censos del Banco Central de Reserva (BCR).
El país cuenta con 2,019,583 hogares; de los cuales, 219,367 tienen paredes de adobe, representando el 10.9% a nivel nacional.
La diferencia está muy marcada cuando el dato se divide por zonas geográficas ya que el 21.1% de los que se encuentran en la zona rural, tienen paredes de adobe; en contraste con el 4.7% del área urbana.
El rostro del difícil acceso a vivienda en el país son tres familias que se han visto obligadas a residir al interior del cementerio municipal del distrito de Concepción de Ataco, en Ahuachapán Centro.
La razón es porque no cuentan con capacidad económica para pagar el alquiler o la adquisición de una vivienda digna.
Lea además: La extracción desmedida de cangrejos disminuirá su población durante dos años
Viven en condición de hacinamiento y en estructuras que presentan daños.
La Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (Fespad) indicó que, en la actualidad, los precios de la vivienda se incrementan exponencialmente sin ningún control del Estado; lo que no garantiza la asequibilidad (que puede conseguirse o alcanzarse) y los gastos soportables.
Ambos son elementos que componen el derecho a la vivienda adecuada, señaló el director de Cultura de Derechos Humanos de Fespad, Omar Flores.
Son doce personas, entre ellas tres menores de edad, quienes residen entre las cruces y nichos de desconocidos que han sido sepultados en el camposanto.
Los más adultos tienen 25 años de vivir en esas condiciones porque los $5 diarios que ganan los jefes de hogar son insuficientes para alquilar o comprar una vivienda en mejores condiciones.
El pago ($50) lo reciben quincenalmente por el trabajo que realizan en las fincas.
Las personas residen en tres viviendas que se encuentran en una de las esquinas del camposanto, ubicado en la colonia La Estrella del barrio El Ángel, de Concepción de Ataco.
Una casa es de bloques, la otra de ladrillos, y la tercera de láminas; pero el techo de las mismas tiene daños, por lo que ha sido cubierto por lonas que otras personas les regalaron. También han utilizado plástico.
El hollín ha cubierto el interior de dos de las casas porque sus habitantes cocinan con leña y dentro de éstas.
El camposanto, además, está saturado; el espacio para nuevas sepulturas es mínimo.
Las láminas y las vigas de las casas están negras por el humo; el olor a quemado no pasa inadvertido.
La Encuesta de Hogares de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2023 establece que el 12% de los hogares del área rural usan leña para cocinar y que se sabe que su uso tiene serias implicaciones sobre la condición de salud de los miembros del hogar al estar expuestos al humo, provocando problemas respiratorios.
“La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que generalmente en los hogares pobres de los países en desarrollo, la leña, el carbón vegetal y otros combustibles sólidos (principalmente residuos agrícolas y carbón) se queman a menudo en fogones abiertos o estufas de mal funcionamiento. La combustión incompleta libera pequeñas partículas de otros componentes cuyo peligro para la salud humana en el ambiente del hogar es grande”, señala otra parte de la EHPM.
Le puede interesar: Familia busca ayuda para repatriar a salvadoreño muerto en EE.UU. en accidente
Pobreza
Las condiciones de las familias en el cementerio no les permite contar con habitaciones exclusivas para dormir; las divisiones son cortinas que han colocado o los mismos roperos.
La EHPM indica que el 38.1% de los hogares, a nivel nacional, viven en condición de hacinamiento.
Al segregar por zona geográfica, el documento establece que dicha condición prevalece en el área rural donde el 50.4% de los hogares vive en hacinamiento; mientras que en la zona urbana el porcentaje es de 30.7%.
La EHPM especifica que el hacinamiento se determina como el porcentaje de hogares que viven en viviendas con tres o más personas por dormitorio exclusivo.
Estas son las habitaciones que el hogar destina exclusivamente para dormir, de ahí que hay viviendas que reportan no tener dormitorios exclusivos, de acuerdo con el documento.
Érica Martínez reside en la casa que es de lámina, junto a su compañero de vida y sus tres hijos, de 1, 3 y 7 años.
La EHPM 2023 indica que las paredes del 13% de los hogares del área rural son de lámina; es decir 98,986.
Toda la familia de Érica duerme en el mismo espacio, que sirve de dormitorio, sala y cocina. Incluso como área de juego y de tarea para los infantes.
Salir de su casa es encontrarse con tres cruces que están próximas a la puerta.
“Estamos entre las cruces; hay bastantes cruces cerca de la casa… Somos las únicas familias, quizás, que vivimos dentro de un cementerio; pero como le digo, por la necesidad que no tenemos dónde (vivir) nosotros estamos aquí… No tenemos para dónde irnos; mientras Dios nos permita estar aquí, aquí vamos a estar”, expresó la joven.
Sus tres hijos generalmente no juegan en el exterior de la casa para no dañar las cruces de los difuntos.
El espacio que ocupan las casas de las tres familias ahuachapanecas es municipal; cuentan con energía eléctrica, agua potable, la recolección de los desechos sólidos la proporciona la alcaldía y el piso de dos de las viviendas es de tierra. La otra casa cuenta con piso de cemento artesanal.
La falta de acceso habitacional de muchos salvadoreños no es exclusiva de las tres familias de Concepción de Ataco según lo reflejan datos de la Fundación Corazones de Vida, que realizó un estudio socioeconómico en el distrito de Metapán, en Santa Ana Norte, debido a un proyecto que impulsa para construir casas con plástico reciclado.
Esto con la finalidad de brindar una vivienda digna y segura a familias de escasos recursos económicos.
Roxana López, quien es parte de la fundación, relató que visitaron casas ubicadas en las comunidades La Báscula, Ostúa, San Diego, La Bendición de Dios y El Sitio.
Lo común de quienes viven en esos lugares es que no son propietarios de los terrenos que ocupan.
“Visitamos a un señor en San Diego. El terreno donde vive no es de él; llegó ahí, construyó su vivienda (nylon, lámina, cartón y desechos sólidos) y ahí vive. En Ostúa, las personas viven en las riberas del río; son lugares que la gente se apropia... tampoco tienen escrituras. Visitamos entre 3 y 5 familias por lugar; ninguno de ellos cuenta con escrituras, han hecho sus casas con lo que pueden, lo que la gente les dona (como) lámina, nylon que pudieron comprar o que otros les dieron; palos para hacer las vigas y poner el techo. Es la vivienda que nosotros encontramos”, expresó López.
Lea también: Ventas bajan por agujeros abiertos por la DOM en Concepción de Ataco, denuncian comerciantes
Casas improvisadas
Las tres familias que residen en el cementerio de Concepción de Ataco han formado sus hogares en espacios que no precisamente fueron construidos para habitar.
Hace dos décadas y media, don Francisco Gómez Martínez, quien falleció hace tres años, habló con las autoridades municipales de entonces para que le dieran dónde vivir porque los dueños de la casa que habitaban, les pidieron que la desocuparan.
Para entonces, en el cementerio ya había el cuarto de ladrillo y el de bloques que era utilizado como casa mortuoria.
Es decir, ahí mantenían ataúdes que servían durante la vela de personas de escasos recursos económicos cuyas familias no lograban comprar uno.
Los difuntos eran sepultados en la tierra, sólo envueltos en sábanas, y los ataúdes eran devueltos a la casa mortuoria para ser utilizados en una próxima ocasión.
Otra de las personas que reside dentro del cementerio, María Marta Gómez, de 54 años, dijo que viven “amontonados” por el poco espacio al interior de su vivienda. En ella viven cuatro adultos.
Vivir en el cementerio “sentimos bien difícil; la gente se molesta que uno ponga ropa entre las cruces… Aquí estamos bien estrechos”, señaló la ahuachapaneca.
Mientras que María Genara Gómez, de 50 años, relató que el techo de su casa está cubierto con lona porque está dañado. Durante el invierno se filtraba el agua, agravando la situación inapropiada en la que habitan.
Sin embargo, las inundaciones son frecuentes durante el invierno porque el terreno está en desnivel; el agua corre hacia las tres casas.
“Como tan pobres que nacimos y nuestros padres nunca tuvieron un terreno para dejarnos, mi papá fue a solicitarle al alcalde, la galera. ‘Te la voy a dar’, le dijo, ‘vos vas a vivir los años que Dios te preste de vida, ahí nadie te va a sacar’ -prosiguió-. Mi papá como ya estaba anciano era conforme con lo que le dieran. Entonces nos dijo ‘vamos para el cementerio, ahí logré una casita’”, relató María Genara.
Desde entonces han residido dentro del cementerio; son cuatro generaciones las que han tenido que enfrentar la falta de un espacio adecuado para residir.
A pesar de que las familias tienen 25 años de residir en el cementerio no están del todo tranquilas porque saben que el terreno es municipal y en cualquier momento las autoridades de turno podrían pedirles que desocupen.
La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2023 establece que en el área rural, un 28.3% de hogares se encuentran en pobreza, de los cuales el 11.1% están en pobreza extrema y el 17.1% en pobreza relativa.
En pobreza extrema se ubican aquellos hogares que con su ingreso per cápita no alcanzan a cubrir el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y en pobreza relativa se ubican los hogares que con su ingreso per cápita no alcanzan a cubrir el costo de la CBA ampliada, que es dos veces el valor de la CBA.
En el 2023, el costo de la CBA per cápita urbana fue de $67.67; mientras que en lo rural, $44,47.
“Las casas no sirven; cada uno se rebusca por tapar su hogar. Por dentro no hay espacio ni para caminar”, señaló Érica Martínez.