En los primeros días de marzo un grupo de policías irrumpió en la casa de Eliseo, un joven graduado de la carrera de Derecho, juntaron a toda la familia apuntándoles con las armas y le dijeron que se lo iban a llevar por una llamada “anónima”, que lo señalaba de ser colaborador de estructuras criminales.
El profesional les solicitó que revisaran por medio de su DUI que él nunca había estado detenido, ni había tenido problemas judiciales, pero los agentes no tenían forma de verificar y se lo llevaron al puesto más cercano. “Me dijeron que ellos no tenían sistema en las patrullas, que me iban a llevar a la delegación a verificarme y que ellos mismos me iban a a venir a dejar (a mi casa)”, relata.
Sin embargo, en la delegación los policías le dijeron que quedaría detenido por “el régimen” y que sería acusado de asociaciones ilícitas. Lo que para el conocedor de la jurisprudencia le pareció totalmente ilegal, debido a que para que se configure ese delito “debe estar un grupo de personas reunidas planificando ilícitos”, explica.
Pero esa era solo la primera de las muchas arbitrariedades a las que el universitario se enfrentaría en los siguientes meses, debido al régimen de excepción.
La experiencia de Eliseo a través del sistema penitenciario inició en el penal de Ilopango, donde fue ingresado sin haber enfrentado una audiencia inicial, donde se demostrara que habían suficientes indicios para seguir el proceso judicial en su contra. “Cuando nos llevaron a Ilopango nos trataron mal, porque en una celda había unas 500 personas, cuando el espacio era para unos 100”, recuerda.
Era imposible dormir porque todos debían estar de pie debido al hacinamiento, relata. “En la primera celda de Ilopango, que ellos le llaman anexo, ni siquiera hay baño, uno tiene que hacer sus necesidades en una una cubeta, luego uno mismo tiene que salir y vaciarla”, detalla.
Después de varias horas en el anexo, los custodios obligaron al grupo de hombres a hacer flexiones y comenzaron a llevarlos hacia otro sector, pero debían moverse en cuclillas y quien no lo hiciera rápidamente era golpeado.
“Estando en ese sector uno no puede hablar, no puede pararse porque hay mucha gente, los encargados si uno habla o hace una media bulla, lo ponen a flexionar”, asegura.
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Al infierno de Mariona
A los pocos días, que Eliseo no recuerda con exactitud cuántos fueron, hubo un traslado masivo desde el penal de Ilopango hacia el de Mariona. Lo que sí recuerda muy bien es que ese día estuvo a punto de morir.
Era medianoche, el bus iba repleto de reos y todas las ventanas cerradas. “En el traslado prácticamente yo iba a fallecer porque soy hipertenso. Yo sentía que ya no podía respirar más, pero como siempre Dios pone un ángel, a la par de uno”, asegura.
Una mujer custodio, que a Eliseo le hubiera gustado saber aunque sea su nombre, lo llevó hasta la parte delantera del bus para que pudiera respirar. “Yo empecé a respirar”, dice.
Al llegar a Mariona lo llevaron hasta el sector seis, donde permaneció y sobrevivió durante un mes y medio. “Allí es bien complicado porque a la mayoría de personas por la aglomeración nos tocaba dormir en el suelo, a veces debajo de los catres, en los catres duermen hasta cuatro”, relata.
El joven relata que dormir era imposible porque hacían conteos de reos a las 12 de la medianoche o los levantaban a la 1 de la mañana a bañarse.
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Otras dificultades
Eliseo manifiesta que otro de los problemas graves a los que se enfrentó fue la mala alimentación, pues es muy poca y los reos no se sustentan. “Ahí adentro la felicidad de muchos reos son los paquetes alimenticios que les lleva la familia, lastimosamente la mayoría económicamente no tiene y esos son los (reos) que más sufren porque no tienen higiene, no tienen alimentos, no tienen vestuario”.
Sin embargo, en esos peores momentos, la mayoría se vuelve solidaria y entre todos ayudan a los que no tienen.
“A veces, en el desayuno llega un huevo duro y un pancito pequeño o un poquito de crema, en el almuerzo todos los días es arroz, macarrones y dos tortillas. En la noche frijoles licuados, un poquito de arroz y dos tortillas. Eso es todo lo que se come dentro “, detalla.
Unos 15 días después de su captura, Eliseo enfrentó de manera virtual la audiencia inicial de forma grupal, donde fue acusado de pertenecer a una estructura delincuencial integrada por personas que nunca había visto en su vida. “Es injusto porque me pusieron con unas 70 personas que yo no conocía y a todos nos pusieron el mismo delito”, relata.
En la audiencia Eliseo solicitó su derecho a expresarse, pero la jueza no se lo permitió y en ese momento cortaron la transmisión. “El abogado apenas lo dejaron hablar, la Fiscalía dijo que no tenía pruebas contra mí pero pidió seis meses para investigar y la jueza dijo que no podía soltar a nadie”, expone el joven.
Sector nueve un oasis
Cuando ya llevaba mes y medio aproximadamente en Mariona, Eliseo fue enviado al sector nueve, donde la situación mejoró un poco debido a que en ese espacio al menos había dos ventiladores y eso ayuda a soportar el calor.
Pero esa calma fue momentánea para Eliseo porque solo estuvo una semana y luego fue enviado al sector dos.
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De regreso al infierno
Eliseo narra que en el sector dos el calor es insoportable porque las celdas son más pequeñas, están bien deterioradas y hay huecos en el techo. Además, es totalmente sucio y hay un hedor a podredumbre intolerable. “Uno pasa sudando día y noche y el agua cae caliente”, dice.
Debido al poco espacio, el conteo de reos lo realizan en la cancha y luego los llevan a programas de aprendizajes, “pero eso es una mentira, porque los que te imparten los talleres son los mismos presos y ni siquiera hay materiales”.
Al no haber materiales para los talleres, Eliseo asegura que pasan sentados todo el día en el suelo “no te puedes mover, no puedes estar hablando con nadie. Te levantan al baño una vez al día y te dan agua una vez al día. Es un verdadero tormento porque uno no aguanta estar todo el día allí encogido”.
Tanto en el sector dos como en el tres no hay energía eléctrica y la cena llega entre las 7:00 o las 8:00 de la noche. “Uno tiene que comer en la oscuridad, no mira el plato, no mira la comida”.
El milagro
Una mañana, en el momento que se dirigía al programa de aprendizaje, Eliseo recibió una noticia inesperada: diez días antes un juzgado había ordenado, a solicitud de la Fiscalía General de la República, que Eliseo fuera liberado bajo medidas alternas a la prisión.
“Ese fue el momento más feliz porque deseaba volver a ver a mis familiares y seguir con mi vida”, asegura consternado.
Aunque recibió la noticia por la mañana, tras pasar por un largo proceso de “desafiliación” fue trasladado a las bartolinas conocidas como “El Panelito” hasta la medianoche.
“Cuando vi a mi familia me puse a llorar y le di gracias a Dios. Es un momento que jamás voy olvidar y no se lo deseo a nadie más. Pagar por algo que no has hecho y es un tiempo que ni aunque el Estado te indemnizara, puede reponer el daño irreparable”, asegura.
Un mes después de salir en libertad Eliseo asegura que pasar por esa difícil situación le ha cambiado la vida totalmente, incluso asegura que antes soñaba con ser fiscal, pero ahora prefiere dedicarse a defender personas como él que siendo inocentes se encuentran dentro de los penales.
“Dios me está diciendo que debo terminar mi carrera y optar por un trabajo para defender a aquellas personas de escasos recursos que no pueden pagar un abogado. Quizás esa es mi misión en esta vida”, se pregunta.
Dentro del penal de Mariona no era el único profesional que se encontraba en prisión, habían maestros, ingenieros, abogados y doctores, quienes no han tenido acceso a una audiencia preliminar o de imposición de medidas a pesar que unos llevan 12 o 14 meses detenidos.
“Jamás habían tenido un proceso, no tenían fichas policiales y ahí están detenidas. Llevan un montón de tiempo, algunos con diversas enfermedades que los están matando. Hay unos que los familiares quizás todavía les van a dejar paquetes y ellos ya no están en este mundo”, se lamenta.
Eliseo considera que debido a la zozobra en la que se vivía con las pandillas era necesario hacer algo, pero donde se aplique la investigación, la inteligencia policial, no capturar solo por una llamada anónima.
“Te llevan a un tormento y luego investigan si sos o nos sos, deben hacer investigaciones para no cometer tantas injusticias. El régimen de excepción va a marcar a El Salvador, así como el conflicto armado, porque en realidad no nos estamos desarrollando, simplemente estamos retrocediendo al pasado “, concluye.
*El nombre en esta historia ha sido cambiado para resguardar la seguridad de la víctima ante posibles represalias por su testimonio