El temor invadió a los padres de familia en el caserío El Trigalito después que una niña murió tras caer en una quebrada en 2008 y un niño fue asesinado en 2018. Ambos hechos ocurrieron cuando los menores iban camino a la escuela.
Esa fue la razón, por la que muchas familias no enviaran a sus hijos a estudiar y las que sí tenían que ingeniárselas para que sus niños y niñas no corrieran peligro.
Delmy Ábrego tuvo que dejar con sus abuelos maternos a su hijo Edwin cuando tenía 6 años, para que tuviera acceso a educación de Parvularia el año pasado.
“Fue difícil, pero nos consolaba que él no lloraba cuando nos veníamos”, dice Delmy.
Edwin forma parte del grupo de 15 niñas y niños beneficiados con un aula improvisada en la ermita de la Virgen de los Remedios.
Miguel Ángel Figueroa, supervisor de Comunidades de Fe Organizadas en Acción (Cofoa), relató que esto se ha logrado con la formación de líderes en las comunidades, quienes identifican las necesidades prioritarias de la comunidad y buscan una solución con las autoridades correspondientes.
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“Mediante una campaña de escucha, ellos priorizaron la construcción de un centro educativo en las comunidades El Trigalito y El Roblito”, comenta Figueroa.
Así es como la comunidad logró que el Ministerio de Educación, con el apoyo de la municipalidad, les asignara una maestra y Cofoa gestionó un espacio en la Ermita, donde en un parte de las instalaciones se hacen las actividades religiosos y en la otra funciona el aula. Aún se tienen muchas necesidades, como juguetes, material didáctico, crayolas, cartulinas, papel higiénico y mobiliario adecuado.
El sueño de los padres es que sus hijos tengan acceso a su propia escuela. Por el momento, la comunidad ya cuenta con un terreno el cual fue donado por un residente, pero aún se necesita apoyo de materiales y recursos económicos para la construcción del centro escolar.
Los residentes también ya iniciaron el proceso para tener un permiso y la codificación por parte del Ministerio de Educación, lo cual podría tardar más de un año.
Mientras tanto, cuando llega la hora del recreo los niños y niñas deben organizarse porque solo tienen una pelota y dos aros de hula -hula para jugar durante el recreo, los cuales les han sido prestados por los maestros de una escuela de otro cantón.
“Los estudiantes de la otra escuela preguntan cuándo se les van a regresar los aros de hula-hula, pero ahorita es lo único que ellos tienen para jugar”, comenta una madre de familia.