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"Allá es bonito, pero al mismo tiempo pobre": salvadoreña en Washington D.C.

Impulsada por escapar de la guerra y la pobreza, María Torres emigró a Estados Unidos. Aprovechando su experiencia como comerciante, se abrió paso con la venta de tortillas y luego una tienda. Su próximo paso es abrir un restaurante.

Por Evelyn Chacón | Oct 14, 2024- 06:00

La salvadoreña María Candelaria Torres es propietaria de una tortillería y una tienda en Washington; su próxima meta es abrir un restaurante. Foto EDH/ Jessica Orellana

"Mi nombre es María Candelaria Torres y soy de El Salvador, Departamento de La Unión. Vine en 1994 y todavía sigo acá, en Washington. Me vine para sacar adelante a mis hijos, porque allá (El Salvador) es bonito pero al mismo tiempo pobre. Y acá hay más esperanza para salir más adelante".

Cuando María emigró dejó a sus hijos en El Salvador, posteriormente comenzó a llevarlos a Estados Unidos.

El menor de ellos tenía, en ese entonces, dos años y medio. "Lastimosamente, por darle una cosa, no le di la otra", dice María, en referencia a la separación familiar.

Ahora " mis hijos, gracias a Dios, a todos los tengo acá. Me traje unos y a los otros, pues, con el tiempo se les arregló papeles y vinieron con papeles".

La unionense hoy es propietaria de una tortillería y una tienda surtida donde se encuentra variedad de productos, pero los más demandados son los productos centroamericanos y mexicanos, en especial los lácteos y otros alimentos de origen salvadoreño.

María se define como una mujer luchadora, a quien le gusta "el negocio".

La tienda es su segundo negocio, el primero fue una tortillería que montó en momentos financieramente difíciles para ella, hace 24 años. "Cuando la puse mi hija tenía 8 meses de nacida, no me alcanzaba el dinero para pagar niñera, entonces no me quedó otra salida que hacer tortillas, gracias Dios creció mi hija", narra. Foto EDH/ Jessica Orellana

"Aquí no trabajé mucho para otra gente, nada más trabajé cinco años y ya puse mi propio negocio, y estoy acá en otro negocio que tengo, gracias a Dios. Lleva muchos sacrificios porque para salir adelante trabajas muchas horas", expresa, y pone como ejemplo que cuando inició con el emprendimiento de la tienda sus jornadas iniciaban muy de mañana y se extendían hasta la madrugada.

"Yo de esta tienda salía a las dos de la mañana haciendo las cosas, porque trabajé solita tres años. No tenía cajera, no tenía trabajador, no tenía nada. Y la meta que me puse fue que cuando subiera iba a poner mi cajera. Y ahí está mi muchacha", dice orgullosa de sus logros. La tienda es su segundo negocio, el primero fue una tortillería que montó en momentos financieramente difíciles para ella, hace 24 años. "Cuando la puse mi hija tenía 8 meses de nacida, no me alcanzaba el dinero para pagar niñera, entonces no me quedó otra salida que hacer tortillas, gracias Dios creció mi hija", narra.

Su experiencia como comerciante en El Salvador, ayudó a María en su reto. "Yo allá (El Salvador) fui atolera. Yo vendía así: hice una champita, ahí vendía pupusa, enredos, horchata, todas esas cositas yo las vendía, pero primero era el atol en la mañana. Cuando no lo terminaba, yo me llevaba el tambo de atol y lo andaba vendiendo en las casas. Entonces yo vengo desde allá con el negocio. Allá llegué a tener cuatro vendedoras también; las que van al puente, que allí antes vendían bastantes muchachas en el puente, incluso yo anduve con los platos vendiendo así; entonces desde allá vengo trabajando, me gusta", dice la emprendedora.

Su experiencia como comerciante, ayudó a María en su reto. "Yo allá (El Salvador) fui atolera. Yo vendía así: hice una champita, ahí vendía pupusa, enredos, horchata, todas esas cositas yo las vendía, pero primero era el atol en la mañana. Entonces yo vengo desde allá con el negocio. Foto EDH/ Jessica Orellana

Sin embargo, la salvadoreña expone que vender en las calles en Estados Unidos no es buena opción. "Ese trabajo yo no lo agarro, porque vendiendo en la calle, la gente le da por la cara, lo insulta, muchas cosas pasan. En cambio en un local se paga bastante, pero uno nomás espera a la gente, es más fácil, a mí me gusta más, pero lleva mucho trabajo, mucho dinero. Al principio uno no le queda nada, nada, nada, nomás lo que va saliendo, pero la conformidad es que todos los gastos vayan parejitos". Desde que aprovechó esa oportunidad ya han pasado 11 años.

Cuando María viajó a norteamérica tenía un propósito. "El sueño mío era tener así un supermercado como lo tengo ahorita, nada más que a veces las oportunidades a uno le dicen: toma, toma, y si usted dice, no, yo no lo quiero, usted lo deja ir. A mí esta tienda me cayó como un regalo de Dios, entonces los señores (antiguos propietarios) estaban vendiendo. Me dijeron: ¿ vas a agarrar la tienda?. Le digo yo: no. No tengo dinero. Me dijeron:, agárrala, me la pagas poco a poco. Entonces yo no perdí la oportunidad".

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"Todo el mundo me conoce porque primero fui la señora de las tortillas. Yo tengo 14 años de ser la señora de las tortillas. Pero después de ser la señora de las tortillas llegué a ser la señora de la tienda". El próximo paso de María es abrir un restaurante.

"Estoy haciendo un restaurante también. Un restaurante, eso era lo que yo anhelaba, tengo años de estar en eso y gracias a Dios se me va a cumplir el reto. Un restaurante es bastante trabajo, porque aquí yo tuve un restaurante, pero lo tuve debajo de agua, y yo vendía bastante, yo tenía dos cocineros, pero en eso me echa la reflexión, lo quité, decidí ponerlo legal, pero me ha costado, pero ya se me va a llegar". En todos sus emprendimientos, algunos de sus hijos son su apoyo y a futuro el deseo de María es que ellos se queden administrando los negocios.

En Delicias Market también hay variedad de pupusas congeladas. Foto EDH/ Jessica Orellana

"Quiero que ellos se queden y yo ya trabajar menos, porque uno tiene un cierto tiempo que ya no puede, pero ahorita todavía puedo. Ya tengo dos (hijos) bien metidos, porque uno dice "no mamá, usted descanse, yo voy a hacer esto", el otro dice " yo voy a dejar las tortillas, voy a hacer esto"; ya van bien. La otra es más joven, tiene niños, pero igual no le gusta (el negocio), entonces digo yo, bueno, si no le gusta, que haga lo que ella quiera. El sueño mío es que ellos se enfoquen en algo que les de beneficio".

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Respecto al reto del idioma, la salvadoreña dice: "No lo he enfrentado porque todavía no sé el inglés. Y no me preocupa porque siempre hay quien me ayuda. Y como dije, ya voy para mayor, entonces ya tratan de ayudarle un poco más a uno. No me preocupa. Una hija que me nació acá, yo le enfoqué que ella tiene los dos idiomas bien claritos, como el español, como el inglés. Le digo: primero es el español, y en la escuela es tu idioma el inglés (...) Y ahí está, mi hija, hoy me da las gracias. Ella tiene 24 años.Se hizo salvadoreña, se fue a sacar los papeles , allí a la embajada, allí tiene su DUI".

María visitó su tierra natal en mayo. Ella tiene interés en ver los avances del proyecto del aeropuerto del Pacífico, en La Unión, porque quedaría muy cerca de donde vivió y del lugar donde se queda cuando llega a pasear. El proyecto ha estado rodeado de polémicas, cuestionamientos y un avance lento. Sin embargo, la salvadoreña tiene ilusión en el proyecto, en el cual también analiza que le abre la oportunidad de montar un negocio.

Sin embargo, su pensamiento por ahora es que "El Salvador está bellísimo, hoy está para irse a quedar allá, lastimosamente que está más dura la vida allá, que acá. Todo está más caro, todo está igual como acá, y allá gana poquito uno. Si ganáramos como ganamos acá…"

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