Cuando Rosie Salamanca llegó en 1989 a Los Ángeles, California, sólo con una pequeña maleta y dos mudadas, no se imaginó el enorme beneficio que años después haría a sus connacionales tanto en El Salvador como en la diáspora, con su Fundación Elena.
Como cientos de miles de salvadoreños, Rosie debió dejar su natal San Miguel en medio de la guerra, pero no perdió su amor por la familia y por su gente, sobre todo los inmigrantes necesitados de ayuda en la Unión Americana y los más pobres y vulnerables en la zona oriental.
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Fue así como creó en Los Ángeles la Fundación Elena, que canaliza ayuda para personas de bajo recursos y vulnerables y que en esta Navidad ha llevado alegría y regalos a familias, sobre todo abuelitos y niños, de San Miguel y La Unión.
En cada donativo, regalos o ayuda de la fundación y las sonrisas, satisfacciones y esperanzas que despierta está la inspiradora historia de esta salvadoreña por superarse y triunfar entre las adversidades.
Rosie dejó El Salvador por el temor a la guerra y a que los estudiantes sufrían persecución y uno de sus hermanos fue lesionado en el ataque un autobús.
El camino en tierras extranjeras no fue fácil ni corto.
“Empecé a trabajar duro. No me da vergüenza decirlo: empecé de cero, cuidaba niños, trabajé limpiando habitaciones”, rememoró la ahora doctora Rosa Elena Colato Salamanca (su nombre completo) al ser entrevistada por El Diario de Hoy.
Marcharse de El Salvador fue doloroso pero una vez que ella y sus hermanos recibieron su estatus legal, así como el permiso de trabajo, comenzaron a laborar fuerte para abrirse camino.
Por medio de un agencia, la seleccionaron para trabajar con la familia de Norman Ellard Nixon, famoso exjugador de la NBA. La esposa, Debbie Allen, es productora, coreógrafa, guionista y directora de películas.
Ambos le tomaron mucha confianza y cariño y veían que ella era persona con educación tanto que le pidieron que le ensañara español a los niños.
“Comencé a ir a la Escuela y me dieron créditos y fui escalando hasta llegar a la high school”.
Los Nixon están inmersos en el mundo de los famosos y el espectáculo, por lo que “me tocó entrar al mundo del espectáculo”, reseña.
Cuando los Nixon y sus amigos artistas necesitaban tener reuniones sociales, le pedían que les cuidara a sus hijos.
Rosie estudió el bachillerato en el Instituto Nacional Isidro Menéndez, de San Miguel, y antes de marcharse cursaba odontología en una universidad privada, por lo que decidió seguir estudiando la carrera y mejorando su inglés, sobre todo en el especializado en la materia. Sus mismos patrones le ayudaron a perfeccionarlo al versus capacidades y su dedicación al estudio.
“Cuando entro a estudiar de lleno la odontología, a veces me arrodillaba en mi camina y decía: ‘Diosito, ya no puedo más’ “. El inglés era cada días más intenso y especializado y los maestros veían que no se cometieran errores. Pero su inglés era precario.
La vida era dura también porque tenía que encargarse de los gastos de la casa, del auto, del estudio, etc.
Sus hermanos le ayudaron, pero también fue clave el apoyo de sus maestros estadounidenses.
Ella llevaba una grabadora para tomar sus clases y oír bien las palabras que le resultaban difíciles para pronunciarlas o escribirlas.
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Entonces Debbie Allen le ayudó dedicándole dos horas a diario para ver qué palabras se le dificultaban y explicársele. Eso le ayudó a tener un inglés del ciento por ciento, recuerda.
Finalmente, consiguió graduarse de la Escuela de Odontología de la Bryman Medical y Dental University de Los Ángeles, en 2000.
Un legado humanitario
El altruismo es un legado de los padres de Rosie, don Daniel Colato y doña Romana Emperatriz de Colato, oriundos del cantón Planes Tercero de Chinameca. Después de casarse, ellos se mudaron a la ciudad de San Miguel, pero mantuvieron su amor por su terruño. “Ellos se trasladaron a la ciudad pero no olvidaron a su gente. Siempre iban a ese lugar ayudar”, reseña Rosie.
Los hijos del matrimonio vieron ese ejemplo de altruismo y cuando emigraron a Estados Unidos asumieron el apostolado de traer o enviar regalos a sus paisanos. Posteriormente emigró la madre.
Sin embargo, su padre se quedó en El Salvador, pero siempre los esperaba cada noviembre para realizar un convivio para la gente más necesitada de su lugar de origen.
Esa tradición se ha mantenido por muchos años, pero él murió en 2008. Sin embargo, lejos de amilanar a Rosie y acabar con sus proyectos humanitarios, ella asumió el apostolado de su padre.
La madre pensó que Rosie ya no seguiría con sus campañas porque ya no sentía fuerzas, pero Rosie habló con sus hermanos y decidió seguir trayendo donativos, piñatas y juguetes para los niños.
Una fundación reconocida dentro y fuera de EE.UU.
Fundación Elena —llamada así en memoria de la abuela de la familia Colato Salamanca— se ha legalizado tanto en el Estado de California como de manera federal en los Estado Unidos, con el apoyo de la comunidad de Los Ángeles. Es así como canaliza ayuda en los Estados Unidos con compatriotas y empresas de salvadoreños.
La fundación ha recibido reconocimientos tanto la legislatura de California como de la Asamblea Legislativa de El Salvador.
El pasado octubre recibió un reconocimiento de parte de la Legislatura californiana durante la gala benéfica que celebra cada año para apadrinar abuelitos necesitados. Con lo recaudado se les compran regalos y canastas navideñas a centenares de personas de la tercera edad, así como uniformes, útiles escolares para niños y kits de recién nacidos para hospitales de San Miguel y Santa Ana.
La congresista republicana Luz Rivas fue la encargada de entregar la distinción de parte del Congreso de California para la Fundación y para Rosie en un acto especial, en el que también la fundación dio reconocimientos a patrocinadores, benefactores que apadrinan a abuelitos, uno de los programas humanitarios de la entidad para que los ancianos tengan comida y regalos en Navidad.
“Es ejemplar el trabajo que haces, porque no cualquiera se dedica a dar su tiempo para ayudar, más en esta época de estrés y carreras y tú trabajas, mantienes tu casa y haces todavía labor social”, subrayó la legisladora.
En la gala se premió al “Fan destacado” y a los “Talentos solidarios”, es decir, personas que apoyan de una u otra manera a la entidad altruista.
En 2016, la compatriota fue reconocida como Mujer del Año 2016, reconocimiento otorgado por la asambleísta Patty López, de California; también fue nombrada por el Comité El Piche como Embajadora de la Educación de la Juventud de El Salvador.
Al año siguiente recibió el Premio Juliano otorgado por la Comunidad USA, mientras en 2018 la Asamblea Legislativa la honró como “Distinguida Ciudadana de El Salvador”.
La Prensa de Los Ángeles la distinguió con el Premio Aptitud como Mujer Modelo a Seguir, que se entrega sólo a salvadoreños sobresalientes.
El año pasado la organización entregó 800 canastas en varias comunidad y en esta oportunidad sólo en una comunidad distribuyó 600, según explicó la fundadora.
Como tiene un carácter internacional, apoya a personas vulnerables de otras nacionalidades, como de Guatemala o México.
Principalmente, ayuda a inmigrantes salvadoreños que no son residentes y necesitan ayuda médica, así como a familias pobres que necesitan repatriar a sus parientes que mueren en Estados Unidos, explica Rosie Salamanca.
Empresas importantes como Procter & Gamble, Oporto Gourmet Coffee, Beauty Salom, Envíos Primavera y otros patrocinadores.
En esta ocasión han visitado comunidades en La Unión, San Miguel y La Paz, sobre todo con adultos mayores.
“Queremos seguir avanzando y creciendo y que la gente nos apoye. Nuestro trabajo es transparente y la ayuda llega a donde tiene que llegar, todo lo que recibimos todo lo entregamos”, declaró.
En este sentido, llamó a empresarios y personas altruistas a ayudar en esta causa.