La vida de tres salvadoreños cambió el 25 de agosto por una detención. Uno fue llevado por la Policía, otro perdió a un hijo y el tercero, a un padre.
Ese día, Juan Antonio Escobar Martínez, de 45 años, volvía en su motocicleta de hacer el diagnóstico de una refrigeradora arruinada, pues es técnico en refrigeración y aire acondicionado. El único que según los lugareños sabe hacer eso en San Pedro Masahuat y San Antonio Masahuat, en el departamento de La Paz.
Como de costumbre, él iba de un municipio a otro, cuando en lo que creyó que era un retén donde los policías pedirían ver su licencia y su DUI, fue detenido y llevada a la delegación de San Pedro Masahuat acusado de “agrupaciones ilícitas”. Su moto quedó tirada en la calle.
Hasta San Pedro lo fue a buscar su padre, Juan Antonio Escobar Hernández, de 81 años.
“Él va a quedar detenido”, le dijo un policía, “porque encubría a un criminal”. Al escuchar esa sentencia, el anciano no pudo más que recordar las veces que su hijo, quien le provee todo lo que necesita, le había dicho que no entendía cómo los jóvenes de las pandillas no buscaban trabajo y le pedía que no dejar salir de casa a Juan Antonio, su hijo de 15 años. “¡Cuídelo!”, le pedía.
De San Pedro Masahuat, Escobar Martínez fue enviado a las bartolinas de Zacatecoluca. Cuando su padre quiso verlo, le dijeron que llegará a la mañana siguiente. Con el deseo de ver a su hijo, Juan Antonio llegó temprano, solo para escuchar la noticia de que lo habían trasladado al penal de Mariona.
Un amigo liberado, pero él no
El mismo retén donde detuvieron a Juan Antonio, detuvo al amigo que le conseguía trabajos de reparación desde hacia 5 años. Él llevaba una refrigeradora al taller de Juan Antonio. Cuando los policías lo detuvieron, también por “agrupaciones ilícitas”, el pick up y la refrigeradora a reparar quedaron varados en la carretera. “No me preguntaron si tenía tatuajes… Nunca he andado yo en una cuestión ilícita. Pienso que fue una llamada para perjudicarnos a los dos”, dijo a El Diario de Hoy.
Como Juan Antonio, su amigo fue llevado a la delegación, a bartolinas y al penal de La Esperanza (Mariona). El 6 de septiembre, desde espacios diferentes, Juan Antonio y su amigo fueron presentados ante el juzgado 4o de lo Penal de San Salvador.
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Su amigo, quien tiene diabetes y para cuyo caso la familia contrató a un abogado particular, fue liberado. Juan Antonio junto a decenas de detenidos fue enviado prisión por seis meses.
Cuando Juan Antonio, el anciano, se enteró de que el amigo de su hijo había sido liberado, habló con él y supo que lo que había hecho la diferencia fue haber contado con un abogado particular.
Por eso, la semana pasada, viajó hasta San Salvador para exponer su caso en un bufete privado. El miércoles, cuando El Diario de Hoy lo visitó, Juan Antonio estaba preocupado pues dijo no tener el dinero suficiente para pagar por una representación particular para su hijo.
Desde que lo detuvieron, el único sostén del anciano es su nuera, quien trabaja en una maquila y se encarga de que no le falte el alimento. Durante el día, Juan Antonio pasa solo, hasta que su nieto sale del instituto. Para el adolescente de 15 años, el Juan Antonio más joven, la ausencia de su padre es dolorosa.
“Uno se siente mal al ver que no puede hacer nada para ayudar, porque uno todavía no se puede valer por sí mismo”, confió el adolescente.
¿Cómo es él como papá?, le pregunta El Diario de Hoy: “Siempre se relacionaba conmigo, siempre charlábamos, me preguntaba cómo me iba en la escuela y cosas así. Él se hace responsable de ir a las reuniones cuando mi mamá está trabajando. Todo eso. Me enseñó a andar en moto, íbamos a la cancha… Él le daba clase de fútbol a niños, de 14 años para abajo, le confiaban niños de 5, 6, 7 años. ¿Cómo pueden pensar que una persona a la que le confían niños puede andar metida en algo malo?”, se pregunta.
Juan Antonio y el fútbol
Lo que dice Juan Antonio, el adolescentes, lo confirman quienes conocieron a su padre mientras trabajó en la alcaldía de San Antonio Masahuat, de 2011 a 2021 hasta que el recorte del Fodes obligó a despedirlo a él y a otros 24 empleados.
En la alcaldía, Juan Antonio Escobar Martínez tenía plaza de motorista, pero hacía de todo: ayudaba con al gestión de los desechos sólidos, instalaba y arreglaba los aires acondicionados, manejaba la ambulancia y luego un pick up de la municipalidad. También fue el portero del equipo de la alcaldía.
Juan Antonio, el anciano, recuerda que cuando fue a comprar los primeros alimentos que le llevaría a su hijo recién detenido, la dueña del puesto donde los buscó le preguntó para quién eran y él le contó lo que había ocurrido.
“¿A Toño se lo han llevado? ¡Púchica, qué ingrata la gente!”, reaccionó la mujer. “Yo le voy a regalar la comida a él, no me la pague. ¡Cómo voy a cobrarle! Aquí comía a veces, es bien caballero. ¿Ahora quién nos va a arreglar la refrigeradora, si aquí no hay quien haga eso?”.
El anciano sospecha que el calvario de su hijo inició con una llamada anónima. Una llamada que cambió la vida de tres personas.