“Yo me pregunto cada noche qué le habrá pasado, dónde habrá quedado, son preguntas que a uno lo van enfermando al no tener una respuesta” dice la madre de Marcela Rodas Hernández, quien después de dos años sigue llorando la desaparición de su hija, ocurrida en la zona de la iglesia Don Rúa, en San Salvador.
Marcela de 21 años, fue vista por última vez el 18 de abril de 2022 cuando salió del cuarto donde vivía desde diciembre del año anterior con su novio Ricardo Alfredo Cornejo Durán, un campeón centroamericano de jabalina, desde entonces se desconoce el paradero de ambos.
La joven, días previos a su desaparición, había relatado a personas allegadas que tenía en el mercado San Miguelito que el padre de su primer hijo la había amenazado de muerte, pero a su madre nunca le dijo nada al respecto.
“Si no sos mía no vas a ser de nadie más”, le habría sentenciado el papá de su primer hijo, quien según los vendedores, estaba relacionado a estructuras delincuenciales que asediaban la zona del mercado.
La hija de Marcela, que ahora tiene ocho años, no sabe que su madre está desaparecida, su abuela le ha dicho que ella anda trabajando lejos, es por eso, que la niña con frecuencia se entristece porque su mamá no regresa.
El caso de Marcela es solo uno de miles de mujeres que han desaparecido en los últimos años, sin que los familiares tengan una respuesta de parte de las autoridades, que las lleve a dar con su paradero.
Un estudio realizado por Ormusa sobre normas y procesos de búsqueda de personas desaparecidas expone la necesidad de un sistema de búsqueda con enfoque de género y derechos que permita definir estrategias de intervención eficaces y efectivas que atiendan la particular condición de las víctimas y sus necesidades.
“Es fundamental que la búsqueda de las personas desaparecidas no se condicione de forma estricta a las figuras contenidas en el Código Penal, como ha sucedido en el pasado”, señala el documento.
El informe explica que las desapariciones de mujeres "suelen ir precedidas de una serie de conductas pre-delictivas que están a la base del hecho", cometidas principalmente por personas del entorno cercano a las víctimas, como por "estructuras masculinas violentas que utilizan los cuerpos de las niñas y mujeres como objeto de venganza misógina, disputa de territorios, o como mercancía para ajustar deudas con terceros o generar lucro".
Los perpetradores
Las organizaciones de derechos humanos que integran el Grupo de Trabajo por las Personas Desaparecidas en El Salvador han identificado al menos nueve tipos de desaparición de niñas y mujeres en el país, según el perpetrador del hecho.
Los casos analizados muestran que los principales responsables de la desaparición de niñas y mujeres son miembros de pandillas y personas del círculo cercano a las víctimas.
Las desapariciones relacionadas a las pandillas tienen como fin asesinarlas, borrar todo rastro de su existencia y se trata de hechos planificados en en los cuales, hay una selección previa de la víctima, una privación de libertad y una decisión grupal de asesinarla y de ocultar sus restos mortales.
En cuanto a las desapariciones perpetradas por particulares y personas cercanas están los casos de las parejas o exparejas en las que las víctimas sufren amenazas y relaciones sexuales forzadas durante un periodo de tiempo hasta que esas violencias que terminan en feminicidios y posterior desaparición de cadáver.
Las organizaciones también han documentado casos en los cuales las niñas y mujeres son utilizadas como objeto de venganza por conflictos con miembros del grupo familiar, las cuales son asesinadas y desaparecidas.
Por otro lado están las redes de trata que raptan a las niñas y jóvenes engañándolas con ofrecimientos de trabajo, para ser objeto de trata con fines de explotación sexual dentro del país o en la ruta migratoria.
Los padres también son señalados como perpetradores de desaparición en casos donde en venganza por la separación sacan hijas e hijos menores de 18 años, de manera forzada, sin autorización y conocimiento de la madre
Asimismo el estudio demuestra que hay registros de casos en los que las jóvenes o mujeres desaparecen de su entorno “voluntariamente”, sin embargo, al hacer un análisis de los casos previamente han sido víctimas de violencia de pareja y de personas del entorno cercano a la víctima como padres y madres.