Cursar séptimo grado, hasta noveno grado o terminar un bachillerato no es una opción que esté disponible para niñas, niños y jóvenes de las comunidades rurales de los distritos de San Ildefonso y Apastepeque, en el departamento de San Vicente.
Roxana, conocida en su comunidad como Chayito, está en su último año de estudios en el Centro Escolar Caserío Los Almendros, del cantón San Pablo Cañales, del distrito de San Ildefonso, municipio San Vicente Norte. Este año sale de sexto grado.
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Chayito, de 12 años, fue parte de la escolta de los abanderados durante las actividades cívicas de septiembre; aunque ella tiene muchos deseos de continuar con sus estudios, en su caserío solo tiene la oportunidad de llegar a sexto grado en la escuelita; sus padres no pueden pagar $5.00 diario de pasaje, para que ella se traslade en pick up desde la comunidad hasta un centro escolar en San Ildefonso, además de los gastos de alimentación. Tampoco es opción para la alumna caminar más de una hora durante varios kilómetros de calles casi solitarias.
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Los sueños de superación y metas están estancados para Chayito y todos los niños y adolescentes de los caseríos El Limón, Las Canoas, Chihuatepeque, Las Zapas del distrito de San Ildefonso; así como en El Zaite, Guadalupe, Ánimas, El Jocote, y San José del distrito de Apastepeque, todos del departamento de San Vicente.
De acuerdo con los lugareños, la mayoría de las escuelas de las comunidades rurales de San Ildefonso y Apastepeque solamente ofrecen desde parvularia hasta sexto grado; lo cual significa que, cada año, los alumnos después de finalizar sus estudios hasta ese nivel se incorporan por tiempo completo al trabajo de la agricultura del maíz, hortalizas, trabajos varios, los oficios del hogar; debido a que las familias son de limitados recursos económicos y no pueden costear los gastos de transporte, alimentación o alojamiento para que sus hijos sigan estudiando.
Algunas de las escuelas más cercanas para continuar los estudios hasta noveno grado o bachillerato están ubicadas a distancias de 20 a 37 kilómetros.
En el cantón San José los Almendros, en Apastepeque, solo hay una mujer que hace dos años terminó su licenciatura en Idiomas. Ahora, Sonia Maribel Cruz Amaya, de 25 años, apuesta por ser la segunda profesional que tendrá el cantón; está cursando primer año de profesorado en idioma Inglés. A los 13 años terminó sexto grado, pasó varios años sin ir a la escuela por las limitantes económicas; hasta que su madre, Lucía Cruz Amaya, y personas cercanas la animaron a continuar estudiando bajo la modalidad de distancia.
Los estudios de 7o. grado a bachillerato los hizo a distancia, viajaba todos los domingos desde el caserío hasta la escuela del casco urbano de San Vicente, se levantaba a las 4:00 a.m. para alistarse y caminar una hora para poder llegar a las 6:00 al punto de los pick ups, que dan el servicio de transporte de personas, y llegar a las 7:00 al centro donde está la escuela.
"Cuando terminé sexto grado, no pude continuar porque estaba muy pequeña para salir sola caminando para abordar el pick up, por eso pasé siete años sin ir a la escuela; hasta que tomé la decisión y apoyada por mi madre, quien trabajaba limpiando casas y lavando ropa ajena para que yo pudiera seguir estudiando y con ese gran esfuerzo, es como logré terminar el bachillerato", agregó Cruz Amaya.
Sonia estudia y trabaja vendiendo ropa, se está alojando en la casa de una madrina de bautizo, en el centro de San Vicente. Su madrina es la primera profesional del cantón, que también la anima a luchar para culminar sus estudios universitarios, "en la casa tengo una máquina para arreglar alguna ropa que llegan de trabajo, también salgo al campo a trabajar para cubrir todos mis gastos de la universidad".
La decisión de Sonia de estudiar a distancia, pese a las dificultades de dinero y otras, ha sido interpretada en su comunidad como un ejemplo de perseverancia, lo cual ha impulsado a que cinco niños del caserío, entre ellos unos parientes, decidieron continuar estudiando viajando hasta Apastepeque y otros cantones cercanos.
Teresa Gómez, directora de la escuela del caserío Los Almendros, dice que el número de alumnos es de 36, de parvularia a sexto grado, inicialmente tenían 40 pero cuatro se fueron a otros centros escolares.
"Los que pueden hacer un poquito de sacrificio y esfuerzo se van a San Pedro, San Felipe o San Ildefonso para continuar su séptimo grado, es un costo económico bastante para trasladarse en las motocicletas, porque la calle como pueden observar no está en buenas condiciones para viajar en vehículo", dijo la docente.
La lucha de un padre
Manuel Alvarado, líder del cantón San José los Almendros, manifestó que las comunidades de la zona están aisladas de toda inversión del Estado en el rubro de educación, vías de acceso, generación de empleos y otras necesidades.
Manuel tiene dos hijos. Su hija, ahora de 21 años de edad, cursó hasta sexto grado; a los 18 años se acompañó y formó su hogar. Y su hijo, Anderson Alexander, tiene 14 años.
El deseo de Manuel es que su hijo culmine su bachillerato, pero la escuela más cercana le queda a 37 Kms., desde el caserío hasta el centro de San Vicente. La alternativa que tenían era llevarlo en la motocicleta, aunque eso significaba gastos de combustibles, el mantenimiento y cubrir algunos daños debido a las pésimas condiciones de la calle de la comunidad.
"Traté de que mi hijo continuara estudiando, de lunes a viernes lo iba a dejar y a traer en motocicleta a la escuela, pero el bolsillo no me dio para seguir gastando en combustible y el mantenimiento de la motocicleta, solo terminó el 7o. grado. Aquí hay una realidad, que los varones terminan el sexto grado para luego dedicarse a la agricultura, y las hembras buscan a querer formar un hogar a temprana edad, por la falta de oportunidades, porque no tenemos un centro escolar para que nuestros hijos cursen el bachillerato", lamentó el padre.
Manuel reflexionó que el sueño de todo padre de familia es que los hijos se superen con los estudios, que terminen una carrera universitaria, pero eso está lejos de ser una realidad para miles de familias debido a que ni el Gobierno actual ni los anteriores han acercado los servicios de educación hasta 9o. grado o bachillerato en la zona.
Bastión del FMLN durante el conflicto armado
En 1992, tras la firma de los Acuerdos de Paz entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Gobierno de El Salvador, muchas familias se quedaron a establecer un hogar en las comunidades rurales de San Vicente.
El caserío Los Almendros fue uno de los bastiones de la guerrilla, es una comunidad conformada por más de 70 familias entre antiguos excombatientes y veteranos del ejército, quienes lograron beneficiarse con terrenos para viviendas y parcelas agrícolas, a través de una cooperativa.
Cuando se establecieron en la comunidad y se legalizaron como cooperativa, contaron con el apoyo de la cooperación internacional para proyectos de construcción de viviendas, introducción de agua potable, reforestación y asistencia técnica para agricultura, así como la asociatividad y conocer sobre sus derechos y deberes.
Miguel Cornejo Rivera fue el primer presidente de la Asociación de Producción Agropecuaria y Servicios Múltiples Los Almendros de R. L, que se fundó en 1994; actualmente cuentan con 120 socios, la mayoría dedicados a la agricultura, crianza de aves de corral y pequeña ganadería.
Según Cornejo Rivera, tras décadas de luchas por tener el acceso a tierras, lograron durante el Gobierno del expresidente Salvador Sánchez Cerén, la legalización de sus terrenos a través de la Asamblea Legislativa, pagando solo el 10 %, "por si morimos ya nuestros hijos quedaron heredados con nuestros terrenos, un sitio para poder producir la tierra para la subsistencia".
En Los Almendros cuentan con una pequeña ermita, donde cada 16 de septiembre celebran el Festival del Maíz y el Día de la Divina Misericordia; llevan 26 años realizando esas tradiciones. Además, tienen una casa comunal donde conservan un pequeño museo con fotografías y otros detalles de algunos excombatientes de la extinta guerrilla.
Las principales calles que conectan con diferentes cantones se encuentran en pésimas condiciones, donde los "picacheros" no quieren prestar sus servicios para el transporte de personas o de la producción agrícola.
"Hay abandono de nuestras comunidades, si antes cuando habían más alcaldías y uno llegaba a pedir que nos remendaran las calles a veces nos hacían caso, no cubrían todas las comunidades pero algo hacían, y hoy que pasaron a distritos se nos complica más", agregó Cornejo Rivera.
La mayoría de los adultos mayores no saben leer ni escribir por la falta de escuelas; las pocas que habían en los alrededores les quedaban retiradas y algunas cerraron por la guerra.
Dolores Villalta, quien trabaja con un pick up transportando personas y vive en caserío El Zaite, comentó que los caseríos y cantones se están estancando en el desarrollo debido al abandono, desde lo más básico como las calles, donde muchos dueños de vehículos no quieren ingresar para prestar los servicios de transporte porque las vías están por quedar intransitables, y para buscar rutas alternas tienen que demorar más de una hora.