El estudiantado del caserío Plan del Rancho, cantón Gualcho, municipio de Citalá, lleva tres años estudiando dentro de una ermita, pero el sueño de tener una escuela pronto será una realidad.
En diciembre del año pasado, una empresa contratada por el Ministerio de Educación comenzó la construcción de una escuela de material prefabricado, la cual tiene dos aulas, una oficina, un corredor amplio, será iluminada con paneles solares y cuenta con tres sanitarios de biogás.
Sin embargo, el proyecto está detenido, según los padres y madres de familia, porque aún no cuenta con el servicio de agua potable, una carencia que enfrenta toda la comunidad.
Plan del Rancho, en Chalatenango, es un poblado fronterizo con Honduras, en el que viven 124 personas, las cuales se abastecen de agua de un río que llevan a través de un sistema de gravedad, pero aseguran que no pasa por un proceso de potabilización.
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Hasta ahora el Mined no les ha informado cómo solventará el problema de la falta de agua en el centro escolar recién construido, al cual trasladarían al alumnado del aula integrada que recibe clases en la ermita Virgen de Lourdes.
Los padres de familia están ansiosos porque sus hijos reciban clases en la nueva escuela, debido a que su construcción es el resultado de muchos años de lucha comunitaria.
Una larga batalla
Los esfuerzos comunitarios por la construcción de un centro escolar inició en 2020, cuando en una asamblea general los residentes expusieron a la organización Comunidad de Fe Organizados en Acción (Cofoa) la necesidad de una infraestructura escolar, debido a que la escuela más cercana está a unas dos horas yendo a pie por caminos vecinales solitarios.
Cofoa es una organización sin fines de lucro que trabaja en El Salvador desde 2018 en la formación de líderes de comunidades, para que a través del diálogo y la negociación con las autoridades y empresas privadas contribuyan a la solución de los problemas que les afectan en sus localidades.
Es así como en 2022, los habitantes de Plan de Rancho lograron que por primera vez el Ministerio de Educación (Mined) les asignara una maestra, paquetes escolares, uniformes y tablets. Por su parte la iglesia católica les prestó el local de la ermita Virgen de Lourdes para que niñas y niños reciban las clases.
Residentes relatan que como ya contaban con un terreno para la escuela, donado por una persona altruista, el Mined les prometió la construcción.
Dos años después, al no ver avances en la promesa, el 22 de septiembre de 2022, viajaron unos 85 kilómetros hasta San Salvador, para hacer un plantón frente al Mined hasta que lograron entregar una carta al ministro de Educación, José Mauricio Pineda, en la que solicitaron la construcción de la escuela para que sus estudiantes tuvieran acceso a educación en un espacio adecuado.
Según el grupo que viajó, en esa ocasión el ministro se comprometió de manera verbal a resolver y agilizar la construcción de una aula integrada permanente.
Nueve meses después , al no tener una respuesta, en abril de 2023 los residentes de la comunidad decidieron hacer adobes de tierra para comenzar a construir su propia escuela y llamaron a los medios de comunicación para pedir ayuda para el techo.
Luego de las publicaciones periodísticas, llegó a la comunidad una empresa de construcción, contratada por el Mined, para iniciar con la edificación.
Los trabajadores derribaron las paredes de adobes construidas por los padres de familia e iniciaron el proyecto de la escuela. Aunque desconocen cuándo estará lista para que sus estudiantes puedan mudarse, la felicidad es evidente para todos.
Carlos Carranza, abuelo de una alumna, explicó que el proceso de construcción va lento pero quisieran que los niños y niñas pronto pudieran mudarse a la nueva escuela “aunque sea al corredor”.
La primera semana de febrero de 2024, los trabajadores colocaron las ventanas y las puertas en la edificación, pero luego no volvieron a llegar.
La preocupación de las madres y padres de familia es mayor en el invierno, debido a que en la ermita les afecta la humedad, a tal punto que se les arruinan los materiales escolares que guardan en bolsas de plástico o cajas de cartón.
Además, el patio polvoriento se vuelve un lodazal y es el espacio que los alumnos tienen para jugar en los recreos, por ello la insistencia de agilizar los trabajos para finalizar la escuela que tanto han esperado.
“El problema es que no hay agua dentro de la escuela que construyeron. ¿Cómo van a ir a estudiar ahí si el agua es lo más necesario que hay?”, lamenta Luz Hernández, madre de una de las alumnas.
Madres y padres de familia señalan que, además del servicio de agua, falta que pongan cemento en el patio para que jueguen los niños y no hay cerca perimetral.
“No creo que dejen solo la plancha de cemento (en el piso de las aulas), el cerco de la escuela y el agua, sin agua no creo que funcione”, dijo Carranza al preguntarle sobre lo que aún falta.