Una bandera multicolor ondea una puerta metálica de color rojo. El símbolo de la lucha de las poblaciones de lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales, queer y otros (LGBTIQ+) no está allí por casualidad. Ese cuarto de paredes blancas es el hogar provisional de Camila Hernández e Indira Flores (nombres ficticios), dos chicas lesbianas que huyeron de sus antiguos hogares por situaciones de vulnerabilidad e intolerancia.
La habitación tiene un camarote, un ventilador, dos muebles organizadores, una mesa, una silla y una alfombra. Las chicas también tienen una computadora portátil. Una de las paredes está decorada con otra bandera de arcoíris pintada en acuarela y la palabra “Lesbian” en el centro. Alrededor de esa bandera, varios papeles de notas escritos por las actuales inquilinas.
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Mensajes como “Solo es una mala racha”, “Aquí no hay heteros, solo sensibles” o “No seas preso de tus miedos”, rodean la bandera LGBTIQ+ y también son el primer testimonio que encontramos sobre el sentir de estas jóvenes. Además, hay un cactus, un atrapasueños y varias mariposas. La sencilla decoración vuelve el dormitorio más acogedor. Afuera de allí hay arriates que decoran de verde un corredor al aire libre, parte del cual, usan como tendedero.
El refugio tiene tres cuartos más, donde actualmente conviven cuatro personas más. Según Helen Jacobo, el sitio tiene capacidad para albergar hasta 16 personas a la vez. El Centro Santa Marta Refugio LGBT funciona desde agosto de 2021. Atiende a jóvenes de las poblaciones LGBTIQ+ salvadoreñas y de centroamérica. Quienes llegan allí han estado expuestos a situaciones de violencia en sus entornos de convivencia o han tenido que realizar un desplazamiento forzado interno o migración.
“El Centro Santa Marta es justamente una reparación de todos lo daños que otras denominaciones (religiosas) pueden haber hecho en contra de la población LGBTIQ+, cuando te echan de la casa, cuando tenés que huir por miedo”, explica Eduardo Madrid, coordinador del proyecto.
El refugio se encuentra fuera de San Salvador, su ubicación es confidencial debido al carácter de espacio seguro que se brinda a los usuarios. Desde su apertura, el proyecto ha egresado a 20 jóvenes de la diversidad sexual, 42 han recibido atenciones vía remota y seis más se encuentran actualmente internos.
Entre las atenciones que brindan a los refugiados se encuentra la ayuda psicosocial integral, que tiene como primer objetivo reparar el entorno de los jóvenes, es decir, buscar a los familiares.
“Nosotros tratamos siempre, desde el área psicosocial, conciliar con las familias, sensibilizarlos porque creemos que los cambios desde dentro de la familia pueden ser mejores a largo plazo". Helen Jacobo, psicóloga del centro.
"A veces son patrones que se van repitiendo de generación en generación. Si los chicos no dan este paso pueden sufrir más violencia, pueden incluso tener que vivir una vida que no es la que les produce felicidad, solo por darle gusto a la familia”, explica Helen.
El empoderamiento que trabaja el centro de apoyo ya es notorio en Camila. La chica lleva un mes viviendo en el lugar. Tiene 23 años y llegó allí por recomendación de una conocida. “No tenía a dónde ir, no tenía un espacio seguro y estaba en una situación de vulnerabilidad. Ellos desde el primer momento me apoyaron, me comuniqué con la psicóloga”, relata.
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Para otras jóvenes como Nicole Vásquez, una chica bisexual de 22 años, la situación de vulnerabilidad ocurre en otros espacios. “En mi familia actualmente no me genera muchos problemas, aunque al principio fue difícil y es algo que no apoyan hasta el momento, pero en lo social sí ha sido complicado. Hay muchos lugares de trabajo con mucha discriminación, entonces, eso complica poder llevar una vida sin sententirte reprimida”, comenta.
Otro de los componentes que trabaja este centro es llevar a estos jóvenes al mercado laboral, donde tengan ingresos asegurados y puedan independizarse, en caso que no puedan identificar ningún familiar que los comprenda. También se les brinda talleres de pintura y actividades deportivas.
Parte del mantenimiento del lugar corre por cuenta de los usuarios, ellos crean una programación en la que se dividen las actividades de compras de alimentación, cocina y limpieza. Esto les ayuda a tener un sentimiento de comunidad.
En la cocina del centro, Carlos Hernández, un chico gay de 33 años, hace limpieza tras el almuerzo. Llegó al centro hace solo una semana, es extrajero. Salió de su país por persecución política y actualmente lleva un proceso de asilo en El Salvador. Al entrar al país, Carlos tuvo que ser operado de emergencia, una bala que había recibido en una protesta lo provocó secuelas en el apéndice.
En su país de origen, Carlos participaba activamente en protestas contra el gobierno, las cuales son organizadas por la población LGBTIQ+ de ese lugar. Su trabajo, asistente social de una entidad de gobierno, también le trajo problemas porque se negó a seguir lineamientos con los que no se sentía cómodo. En el Centro Santa Marta, su vida ha cambiado sustancialmente “es un lugar seguro el que nos dan. Me gusta que nos dejan ser tal cual somos”, afirma.
El apoyo espiritual también es brindado a los usuarios, aunque en este punto, aclaran que es opcional para cada miembro. La Iglesia Anglicana es de las pocas instituciones religiosas que mantienen un discurso positivo para esta población.
“Para que podamos tener un cambio profundo tenemos que dejar de operar bajo la premisa de que nosotros entendemos todo y que lo que se nos enseñó no debemos de cuestionarlo, (sí) debemos de cuestionarlo, debemos de entender que todos y todas somos seres humanos y merecemos un trato digno y un trato con amor. No importa si a mí me enseñaron que esto es un pecado. Realmente lo que es muy malo, que tiene efectos tangibles socialmente, es el odio y la discriminación. Esto se puede ver en las juventudes que el centro atiende en su día a día. Estas son las consecuencias de todos esos comentarios que se hacen en redes sociales o en persona. Hay que dejar de operar en esa premisa y operar desde la comprensión y el amor, eso haría que el Centro Santa Marta dejase de funcionar”, declara Eduardo.
Carlos seguirá algunos meses más en Refugio hasta que su situación de asilo avance. Los procesos de cada usuario duran en promedio dos meses, pero eso se flexibiliza en cada caso. Quienes estén interesados en la asistencia del Centro Santa Marta pueden ponerse en contacto por medio de Instagram, Facebook y Tiktok, el usuario en todas las plataformas es @santamartalgbt.