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Empleos sin odio: El sueño de Dakota, una mujer trans en El Salvador

Solamente una cuarta parte de la población LGBTIQ+ en El Salvador cuenta con un empleo formal. Muchas de las personas que obtienen una plaza, enfrentan discriminación por su orientación sexual o identidad de género en sus espacios laborales, como Dakota que ha vivido humillaciones en su empleo.

Por Eduardo Alvarenga | Feb 12, 2023- 15:36

Ilustración Alharaca / Alejandro Solano

Son las 4:30 de la tarde en El Salvador. Dakota Ortiz, una joven trans de 19 años, se acomoda frente a la computadora en su habitación. Se coloca el headset y comienza su jornada de trabajo. Durante las siguientes siete horas y media conversará con clientes de diferentes partes del mundo, a miles de kilómetros de esa casa en una colonia de clase media en San Salvador. 

Trabaja como agente de un call center salvadoreño que atiende llamadas de una reconocida cadena de hoteles a nivel mundial. La mayoría de clientes son de Estados Unidos.

“Hello, good afternoon. Thank you for calling (...) Kenny is speaking, how can I assist today?”, saluda Dakota en inglés fluido.

Kenny es el diminutivo del nombre que le pusieron cuando nació. Es el nombre que tiene que usar en su trabajo y como aparece en sus documentos de identificación, porque en El Salvador no existe una ley que facilite el cambio en razón de la identidad de género.

Desde que era adolescente, Dakota ha trabajado para independizarse y costear su transición. Foto EDH / Yessica Hompanera.

Con este trabajo, Dakota forma parte de un reducido porcentaje de la población de lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales, queer y otros (LGBTIQ+) que tuvieron acceso a un empleo formal en El Salvador. 

Uno de los impactos de la discrimininación estructural que viven las personas LGBTIQ+ es la exclusión del mercado laboral y de espacios educativos que proveen los requerimientos para obtener un empleo formal. En El Salvador no existen políticas que favorezcan la empleabilidad de las personas de la población LGBTIQ+, lo cual abandona a muchas personas en el desempleo o dependientes de trabajos informales sin derechos laborales.

Un estudio realizado por la organización Comcavis Trans documentó que en 2020 y 2021, casi la mitad de la población LGBTIQ+ vivía en desempleo. Solamente 24% contaba con un contrato de trabajo, mientras 11% dependía de un empleo informal y 2% ejercían el trabajo sexual. Además, un 13% se ocupaba a través de un emprendimiento o negocio propio y solamente el 2% estudiaba. 

Un CV diverso

Dakota es emprendedora, siempre fue así, pese a las barreras de una sociedad que discrimina. Testimonio de eso son los emprendimientos formales e informales que ya se acumulan en su currículum, además del bachillerato de técnico vocacional en Infraestructura Tecnológica y Servicios de Informática. Como cualquier otra persona, canaliza sus ingresos a su sustento diario y a lograr sus objetivos personales. En su caso su transición.

De adolescente, estudiaba en el Instituto Nacional de Izalco (INI), Sonsonate, de donde es originaria. Siempre sacaba notas excelentes, sobre todo en Lenguaje y Literatura en la que sacó un promedio final de 10. Astuta, lo aprovechó para ingeniarse un pequeño emprendimiento en la biblioteca.

Iba a la hora del almuerzo para resolver las tareas de los libros por adelantado. Luego, alquilaba su cuaderno a sus compañeros y compañeras del instituto. O, a veces, la pagaban para hacer las tareas ella misma. Los profesores nunca se dieron cuenta. Según Dakota porque tiene la habilidad de cambiar la forma de su letra. De ese negocio sacaba hasta $20 semanales. Así costeó sus primeros tratamientos hormonales.

Poseer un empleo formal le ha permitido a Dakota seguridad económica. De ello paga el alquiler de su habitación y servicios básicos. Foto EDH / Yessica Hompanera.

También trabajó de panadera en su pueblo natal. Era un negocio pequeño donde no le ofrecieron contrato, pero con el sueldo tuvo posibilidad de comenzar a independizarse económicamente de su familia, que nunca aceptó que era mujer trans ni mucho menos su proceso de transición que haría más visible su identidad de género

Dakota creció con sus tíos y su abuela materna, con quien era muy cercana. Desde hace años, su mamá se fue a México en busca de mejores oportunidades. Mantienen contacto a distancia, pero no muy frecuente. 

Al cumplir los 18 años, Dakota se fue de su casa. Se hubiera ido antes, pero se quedó por su abuela.

“Yo esperé a que se muriera mi abuela para irme de la casa. Era la única que me defendía. Tenía 17 años cuando murió por diabetes”, explica. 

Fue a inicios de 2021. Dakota llegó con nada más que $8 a San Salvador, donde una familiar le dio posada hasta que Dakota pudiera estabilizarse económicamente y alquilar una habitación. En ese entonces, comenzó su emprendimiento más reciente, uno que mantiene hasta la fecha. 

Dakota produce contenido explícito que publica y comercializa en plataformas digitales como Only Fans, Lover fans, Whatsapp e Instagram. Al principio hacía videos en vivo con una cámara web, pero hoy le es más rentable producir fotos y videos, y subirlos a las diferentes plataformas para generar suscripciones. 

Le garantiza ingresos adicionales pero son fluctuantes y durante el año y medio que lleva produciendo contenido explícito han habido períodos que las ventas decaen. Necesitaba asegurar un salario fijo para afrontar el alquiler del cuarto y sus gastos para subsistir.

Dakota tuvo oportunidad de invertir parte de sus ingresos en diferentes cursos de inglés en academias privadas. Su nivel alto de este idioma, calificaba para los empleos en los call center y decidió aplicar. Firmó con el primero que le llamó.

Según Dakota, trabajo sí hay, pero las oportunidades para las mujeres trans son pocas y por eso, ellas tienen que acoplarse. En su caso, aplicar al call center como hombre. 

Dakota espera algún día cumplir su sueño de completar su proceso de transición, para ello ahorra gran parte de sus ingresos, lo que le permitirá pagar algunas cirugías. Foto EDH / Yessica Hompanera.

“Si no querés trabajar en una esquina, porque es lo que la sociedad te ofrece. ¿Por qué me tengo que acoplar? Porque no hay identidad de género todavía en el país, no puedo ir a pedir a la empresa que me cambien (el nombre), si no hay nada que me respalde”, explica.

El proceso de reclutamiento fue normal, dice. No se sintió discriminada. Además, le dieron la opción de trabajar en forma remota desde su casa. Esto le convenció porque pensó en el alivio de tener que enfrentar las miradas juzgadoras que encuentra cada vez que usa el transporte público. Sin embargo, en el día a día, no todo es color de rosa. 

“Hay supervisores que me han tratado de ‘¿qué pasó chele? ¿Qué ondas, viejo? Y uno siente que lo hacen, literal, por fregar (molestar). Otra vez, cuando pedí ayuda a un supervisor por un canal interno, a él se le olvidó apagar su micrófono y escuché sus comentarios de burla. Lo enfrenté inmediatamente y le pedí que me respetara”, relata

Un escudo digital para resguardarse de la sociedad 

Para Dakota acostumbrarse a vivir en la ciudad no ha sido fácil. Aún casi dos años después, le cuesta. 

En Izalco, siempre veía las mismas caras y todo mundo se conocía de vista. Su expresión de género como persona trans ya no era novedad para las y los habitantes. En San Salvador, recibe reacciones transfóbicas a diario. 

Algo tan cotidiano, como subirse a un bus y caminar por el pasillo, se siente como un linchamiento público por la gente que se le queda viendo con miradas de sorpresa, juzgadoras y hasta de repudio, dice.

Para escaparse de estos momentos de incomodidad, Dakota siempre se pone sus audífonos con música. Una de las canciones que le gusta escuchar es Stressed out de 21 Pilots:

I was told when I get older, all my fears would shrink, but now I'm insecure, and I care what people think”. (“me dijeron que cuando fuera mayor, todos mis miedos se iban a reducir, pero ahora soy inseguro y me importa lo que la gente piensa”). 

Es una canción que representa mucho para ella. 

“Los miedos que traemos aferrados desde pequeños son los grandes monstruos que nos afectan ya de grandes. En mi caso mi cuerpo, mi apariencia física, o creer que al crecer nadie se dará cuenta, pero es aún mayor la amenaza de la sociedad que alimentan inseguridades”, comenta.

Salir de la casa como mujer trans implica enfrentarse a las miradas y la murmuración de la gente. Foto EDH / Yessica Hompanera.

Por lo mismo, no dudó en aceptar el empleo en el call center con tal de evitar las salidas y el transporte cada día. Pese a que tiene que presentarse como hombre y ha tenido experiencias de discriminación en el trabajo virtual, le da oportunidad de resguardarse en su habitación y exponerse lo menos posible a la discriminación en la calle.

Paradójicamente, la exposición pública es clave en su emprendimiento de contenido explícito, y no solo tiene la libertad de ser ella misma, sino que sus clientes la remuneran por serlo. Pero Dakota asegura que prefiere comerciar su contenido con personas extranjeras. Con seguidores salvadoreños, dice, siente temor al acoso y llegar a sufrir violencia. 

“Si me doy cuenta que un seguidor es salvadoreño, mejor lo bloqueo”, explica. 

En el call center gana $600 de sueldo base y con los bonos llega a $900. Las suscripciones en sus cuentas de contenido explícito le generan un ingreso que en su mejor mes alcanzó hasta los $500. 

Su meta es incrementar esa ganancia y ahorrar para realizarse dos cirugías, parte de su proceso de transición. Sueña con viajar a Colombia porque ha visto a cirujanos expertos en intervenir a mujeres trans. 

El sueño de Dakota

Mientras tanto, Dakota sigue atendiendo las llamadas de clientes a quienes saluda como Kenny, desde el aislamiento y la protección de su habitación. 

Ella sabe, por amigas que trabajan en otros call center, que hay ambientes sin discriminación como en TELUS Internacional. En una segunda entrega de este reportaje le presentaremos la historia de Alexander, otro joven de la población LGBTIQ+ que experimentó adversidades en un empleo formal. También sobre iniciativas de empresas privadas y sindicatos, que buscan garantizar el respeto a la diversidad en sus entornos. 

Dakota asegura que una de las tres empresas a las que aplicó en un inicio fue Telus, pero recibió respuesta positiva primero del call center donde trabaja actualmente. No descarta aplicar nuevamente en esa compañía, donde tenga asegurado poder alzar la mano y exigir respeto.

Recuerda que hace años, cuando cursaba bachillerato, participó en un concurso de poesía. Pese a su inseguridad personal, su poema sobre su sueño de algún día encontrar un lugar seguro, ganó el primer lugar. 

“Sueños míos, donde siempre quisiera estar, es ahí el lugar donde no soy la vergüenza de mamá y papá. Donde nadie te juzga por tu orientación sexual”, dice parte del poema Sueños. 

Te invitamos a conocer las historias de El Salvador, Honduras y República Dominicana en Cambialahistoria.info, un proyecto colaborativo de la DW Akademie y Alharaca promovido por el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

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