José Raúl Urias, de 40 años, un señor trabajador que hace 20 años obtuvo un pequeño terreno y construyó una vivienda para su esposa y sus cuatro hijos, ahora se vio en la necesidad de abandonar su casa situada en el cantón Jiñuco, de Cojutepeque, por su seguridad y la de su familia.
Esta no sería la primera vez que salen huyendo, según contó José Urías, ya que en cada invierno la historia se repite, pero conforme pasaron los años, todo empeoró.
“No estamos seguros. Todos los años es de sacarnos, siempre por esta situación que vivimos en un lugar riesgoso, nos toca salir siempre huyendo”, expresó José Raúl.
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Según cuenta, en cada invierno, hay deslaves y en esta ocasión, la casita se le inundó de lodo, el cual tuvo que sacar con ayuda de un “cumbo” como él lo llama.
En cada tormenta, hay deslizamientos de tierra y por la fuerza del agua, las paredes de su casita se han rajado, pese a que él ha intentado reforzar los muros desde el interior, poniendo bases de madera, pero no es suficiente para detener el agua que ha abierto un orificio grande.
Aunque él sabe que el lugar no es habitable, ya que su vivienda está situada delante de una pendiente de tierra, en una zona de difícil acceso, asegura que no tiene los recursos para adquirir un mejor lugar para vivir.
El camino para entrar y salir, es inclinado y se debe parar con seguridad en piedras o bordes de tierra para no perder el equilibrio. Estas limitantes han afectado a José, quien tiene un hijo de 18 años, con la enfermedad hidrocefalia y debe darle los cuidados que necesita, entre ellos: una casa segura y una cama para que él esté mejor.
Otro duro testimonio
“Siempre hemos deseado no vivir aquí, pero nunca se ha podido”, cuenta José Agustín Hernández Mejía, de 59 años, quien para tener un lugar más seguro donde vivir, construyó una vivienda con ladrillos, cemento y madera. A pesar de todo el esfuerzo y sacrificio que ha hecho desde hace más de 20 años, dice que siempre ha vivido con el temor de que algo malo pueda sucederle a su familia.
Según relata, el bordo de tierra que está pegado a su vivienda se ha ido desbordando más en cada invierno.
“Me ha tocado estar sacando la tierra para que no me vaya amontonando o se lleve la casa”, detalló José Agustín.
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“Este año fue un derrumbe más grande”, contó con preocupación José y según detalló, su casa se llenó de lodo hasta llegar al horno en el cual hacía pan francés desde hace más de 25 años.
José Agustín Hernández se despierta a las 5:00 de la madrugada para ir a comprar el pan francés y sale a vender.
Cuando regresa, descansa unos minutos y camina media hora para llegar a su “trabajo en el campo”, pues solo de esa manera puede sustentar a su familia con nueve hijos.
Pese a que le gusta mucho su casita, José ya no quiere vivir en ese lugar, porque siempre crió a sus hijos con ese temor, ya que cada año siempre fue igual y nunca han visto una solución para dicho problema.
José Hernández está dispuesto a dejar su casita para vivir sin temor y tener un lugar seguro. Por ello, pidió ayuda: “yo necesito y quisiera la ayuda y si alguien pudiera facilitarme una ayuda, con gusto la recibimos, pero por ahorita no vemos soluciones para esto”, aseveró.