El Domingo de Ramos conmemora la entrada de Jesús a Jerusalén, acto que en la religión católica da inicio a la Semana Santa, ya sea para vivirla de lleno en las diversas actividades que tiene preparada la iglesia, o para tener un tiempo en familia y descanso de la rutina diaria.
Esta fiesta se celebra el domingo antes de Pascua, es decir, el sexto domingo de Cuaresma.
Decenas de feligreses salieron ayer a las 6:30 a.m. desde la parroquia El Calvario, en el Centro de San Salvador. La procesión recorrió la plaza Gerardo Barrios, Plaza Libertad, el Palacio Nacional y Catedral, para terminar de regreso en la parroquia con una misa solemne a las 11:00 a.m., donde se leyó la pasión de Cristo, con una pausa en el momento de la muerte de Jesucristo.
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Algunos de los feligreses llegaron a pesar de distintas circunstancias, tal es el ejemplo de María Berna Juarez, de 73 años, que a pesar de tener una fractura en su brazo derecho, no dejó de asistir a la celebración del Domingo de Ramos. “No podía dejar de venir”, comentó María con fervor.
La mayoría de feligreses llega a la procesión de esta fecha para ser bendecidos con agua bendita que el sacerdote encargado rocía sobre las cabezas de los participantes y en sus ramos de palma, que estas usualmente son llevadas a cada hogar, como adorno y símbolo de bendición.
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En la parroquia metropolitana de San Salvador, el Arzobispo Monseñor José Luis Escobar inició con la bendición de palmas en la cripta y finalizó en la nave central de Catedral Metropolitana.
Conmemorar esta fecha es importante, ya que marca el inicio de la Semana Santa o lo que sería la Pasión de Cristo, es decir, la última cena, el camino a la cruz, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret. Todos estos eventos le dan el significado a la religión católica, que comulga la muerte y reducción para salvar a la humanidad del pecado.
Si desea formar parte de las actividades que se llevan a cabo alrededor del mundo de la Semana Santa, puede acudir a la parroquia más cercana a su hogar o su templo de preferencia, para poder vivir al máximo el fervor por la pasión de Jesucristo.