Un embalse cubierto de plástico se volvió viral en redes sociales a inicios de septiembre, tras la denuncia por contaminación hecha en redes sociales por Jacinto Tobar, alcalde de Potonico, en Chalatenango.
La denuncia llevó a que la CEL interviniera y resolviera una pequeña parte del problema en el lago artificial de 13,000 hectáreas, dentro del caudal del Río Lempa hacia la central hidroeléctrica Cerro Grande.
Pero ese problema, además del desastre en Potonico, tiene un alcance nacional. Un estudio del Laboratorio de Toxinas Marinas (Labtox) de la Universidad de El Salvador, hecho entre 2018 y 2019 en 100 kilogramos de arena en cuatro playas del país (El Majahual, Barra de Santiago, El Espino y Punta Chiquirín), identificaba ya entonces microplásticos (partículas del plástico menores a 5 milímetros) en formas de fibras/filamentos, fragmentos, goma espumosa, láminas, pellets (combustible a base de madera) y esponjosas.
Decir que todos esos plásticos que recorren el Lempa desde el norte del país, hasta llegar al Océano Pacífico y sus distintas playas, podrían terminar en el agua y alimento que consume la población salvadoreña, no es un mito ni una posibilidad, sino una realidad probada por la ciencia. Aquí y en el mundo.
2050
Según Naciones Unidas, si no se le pone un algo a la contaminación, podría haber más plástico que peces en los océanos en 2050.
¿Y como llega ese plástico a nuestro cuerpo? En la sal, por ejemplo. En un estudio impulsado por María Ángeles Guraya, licenciada en Nutrición y docente de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano, en Argentina, encontró micropartículas de plástico en el 44% de la sal marina que analizó y en 39 marcas de sales de mesa comerciales.
Ya en 2019, el biólogo salvadoreño Enrique Barraza alertaba que, según un estudio hecho en la zona alta del país, había microplástico dentro del organismo de peces. Mismos que eran -y son- consumidos por habitantes de dicha área.
El plástico también ingresa a las plantas, mismas que forman parte de nuestra alimentación diaria. En un trabajo impulsado por la Universidad de Massachussetts, Estados Unidos, concluyeron que los "nanoplásticos" se pueden acumular dentro de los vegetales.
Al respecto, de acuerdo con el sitio unidiversidad.com.ar, reaccionó Fernando Valladares, catedrático en el Consejo Español de Investigación Científica: "Esto resulta enormemente peligroso (…), ya se ha visto que tenemos microplásticos no solamente en el tubo digestivo, sino en las vísceras, el hígado, el riñón, el corazón".
También los pulmones están siendo contaminados por micropartículas de plástico, como concluyó un análisis impulsado por el Laboratorio de Análisis Químicos del Instituto de Investigaciones Tecnológicas, de la Universidad de Sao Paulo, Brasil.
La revista Environment International detectó cinco polímeros diferentes, los cuales son componentes básicos del plástico, en el torrente sanguíneo humano. Es decir, nuestra sangre ya puede estar contaminada por nanoplástico, con consecuencias que el sector médico aún valora.
La ola de plástico de Potonico y en el mundo también pone en riesgo a las generaciones futuras. Científicos italianos del Hospital Fatebenefratelli, de Roma, en trabajo paralelo con la Universidad Politécnica delle Marche, encontraron partículas microscópicas de plástico en placentas de mujeres tras haber dado a luz: en específico, hallaron fragmentos en cuatro de las seis placentas donadas; y esto solo con el 3% del tejido de cada placenta, por lo que concluyeron que, en realidad, la cantidad de plástico sería más alta. Tales partículas pondrían en riesgo la salud y desarrollo de los fetos.
La crisis en Potonico es en realidad parte de una crisis mundial. Diversos ambientalistas locales e internacionales llaman a las municipalidades y gobiernos del planeta a tomar acciones concretas para revertir esta tendencia, sobre todo en cuanto al plástico de un solo uso.
Para concluir, el científico Fernando Valladares, ganador del Premio Rey Jaime I de investigación en Protección del Medio Ambiente, en España, deja esta alerta: "Estos microplásticos son un riesgo para la vida, ya que generan en nuestro cuerpo inflamaciones, dificultad de algunos órganos para cumplir su función, y son tóxicos para las propias células".
Nota de Redacción: este artículo retomó datos aportados por Silvana Buján, de la Red Argentina de periodismo científico.