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Madre ayuda a otras mientras espera liberación de su hijo en "el Penalito"

Margarita forma parte del Movimiento de Víctimas del Régimen, donde ayuda a otras mujeres en su situación. Su hijo tiene más de un año detenido.

Por Menly González | May 12, 2023- 20:49

Foto EDH/ Menly González

Son las cinco de la tarde de un caluroso día de finales de abril. Mientras el cielo se torna oscuro, más personas se acercan al “Penalito” de la PNC, en San Salvador; llegan de distintos puntos del país, para esperar la liberación de reos.

Margarita saluda a las mujeres que día a día llegan a esperar a sus familiares. Ahí, entre las sillas de los comedores frente al “Penalito” de la delegación de la PNC, la amistad florece fácilmente entre las personas, pues la mayoría está viviendo la misma situación: tienen familiares apresados desde hace un año, dentro del régimen de excepción.

“¿No han dicho nada?”, es la primera pregunta que surge, en referencia a que la policía anuncia cada noche los nombres de las personas que serán liberadas.

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Todas aguardan por la información. Mientras espera, Margarita pide en uno de los comedores cercanos unas pupusas, un café y una soda, no sabe cuánto tiempo pasará ahí.

Mientras pasan los minutos en la calle Concepción, aparte de las mujeres que esperan a sus familiares, a Margarita la acompañan una libreta roja y su celular. “Yo ya estoy decepcionada, un año va cumplir mi hijo preso y no sé nada de él” expresa.

Madres, hermanas, tías, abuelas, se llenan de esperanza al ver llegar los microbuses con los reos que serán liberados. / Foto EDH Menly González

Para la madre de familia cada día que pasa es un martirio. Le quedan pocas esperanzas, pese a que está segura de la inocencia de su hijo. “Él estaba ayudando a mi hermana en su negocio cuando lo capturaron, estaba entregando un pedido de típicos en unos pasajes cerca de donde vivo”, narra.

Cada día recuerda lo sucedido y se lo cuenta a cada madre que conoce frente a las bartolinas. Este día, el traslado de los reos que se liberarán llegó temprano, a las 6:57 p.m., y aunque Margarita no ha sido notificada de la liberación de su hijo, observa las ventanillas de la coaster con emoción, mientras otras mujeres lloran y buscan también el rosto de su familiar detrás de los vidrios del vehículo.

La liberación de reos tiene un procedimiento. No se les libera inmediatamente. Primero, descienden del vehículo y son llevados al interior de la delegación. La dueña de un comedor autorizado por la PNC reúne a los familiares que tuvieron suerte de ser notificados que su reo iba a ser liberado; luego se les ofrece cena y se les consulta si también quieren pagar el plato de los reos que no tienen un familiar que los espere en el lugar.

Hay una lista previa, que incluso Margarita desconoce cómo la dueña del comedor la obtiene de la policía. Los familiares pagan el plato de comida de su privado de libertad, $2.50, y aportan para otro plato. También pagan copias de documentos de todos los trasladados. Este día son 15.

Abrazo de una madre al recibir a su hijo, en "el Penalito". / Foto EDH Menly González

Luego, las cenas son llevadas al interior de la delegación, mientras los familiares hacen fila en la puerta. Esperan un par de horas, durante los cuales Margarita anota los nombres y el contacto de los familiares. Notifica por redes sociales sobre el procedimiento a los otros integrantes de Movir que preguntan por “la lista” y luego se une al culto de una iglesia profética, que llegó desde San Juan Opico a rezar por los liberados y por los que siguen presos.

Luego de dos horas, los reos comienzan a salir de la delegación. Margarita solo observa y abraza a otra mujer, que también por meses llega a esperar la liberación de su hijo. Las mujeres lloran y el pastor que ofrece el culto grita repetidamente “¡gloria a Dios!” Los presentes hacen lo mismo.

Culto lleno de fe y esperanza hacia la liberación de personas detenidas arbitrariamente bajo el régimen de excepción, en las afueras del "Penalito", en la Calle Concepción, San Salvador. / Foto EDH Menly González

Los reos cruzan la calle como pueden. Algunos se ven enfermos y los que son recibidos por sus familiares se abrazan por varios minutos, llorando, y agradecen a Dios por “el milagro”.

Mientras tanto, los privados de libertad sin familia esperan ser recogidos en el comedor autorizado por la PNC.

Margarita intenta ayudarles y les presta su celular para llamar a sus familiares y anota sus nombres, por si alguien luego llega preguntando. Además, gestiona ropa para algunos liberados.

La libreta roja de Margarita, donde apunta los nombres de las personas liberadas, día a día, mientras espera que sea su hijo quien recupere su libertad. Foto EDH/ Menly González

Luego, Margarita se retira.

Movir ha sido un gran apoyo para Margarita durante casi un año desde que se formó el movimiento. Ella cuenta que cuando a una de las integrantes le liberan el hijo, estas se desligan y se pierde el lazo que las unificaba. “Y tienen razón de hacerlo”, expresa… “Uno después de todo esto quiere olvidarse por completo de lo sucedido y rehacer la vida”.

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