Rosa Cándida Moz tiene 70 años y desde los 12 se ha dedicado a la pesca en el estero de Jaltepeque, en San Luis La Herradura, en el departamento de La Paz, donde junto a su esposo crío a sus cinco hijos, a quienes gracias a este oficio pudo darles estudio hasta el bachillerato.
Por casi seis décadas, este oficio le ha permitido además aportar para el sustento de su hogar. Su jornada de trabajo empieza a las 3 o 4 de la mañana y puede terminar hasta 10 horas después.
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Rosa Cándida relata que lo que antes lograba hacer en unas horas ahora le lleva casi medio día, pues “cada vez es más difícil la pesca, porque los peces se han escaseado”.
Todos los días se adentra en el estero, en un bote, con su compañero de vida, para más tarde llegar al muelle y comercializar el producto.
“A veces logramos hacer las 25 a 30 libras, otras veces hacemos 5 o 10”, cuenta, mientras explica que “no todos los días son iguales” y en muchos de ellos tienen que “rebuscarse aún más”.
A lo largo de los años, comenta, ha sido testigo de los cambios que se han ido dando en este oficio, los cuales han estado marcados sobre todo por una creciente escasez de las especies de peces.
En sus palabras explica que el calentamiento de las aguas hace que los peces “se vayan más abajo” y no es posible capturarlos en las mismas cantidades de años atrás.
Rosa Cándida es una de los más de 27,000 pescadores artesanales en El Salvador, según registros de Cendepesca (Centro de Desarrollo de la Pesca y la Acuicultura), y una de las mujeres pescadoras de la cooperativa El Milagro de San Luis La Herradura. Al igual que ella, son cientos las mujeres que luchan por sobrevivir en un medio que ha sido dominado por hombres, y donde el tema de género también les presenta desafíos que deben enfrentar.
Su historia la dio a conocer durante el conversatorio “Mujeres Pescadoras ante el Cambio Climático”, organizado por el Observatorio de Género y Justicia Ambiental de ORMUSA en el marco del Convenio Manos que Alimentan. Este se desarrolló en coordinación con otras organizaciones sociales que forman parte del convenio y la cooperación española.
En este se destacó los retos que enfrentan las mujeres pescadoras, entre estos la falta de acceso a recursos, la discriminación y la falta de representación en los espacios de toma de decisiones, así como los efectos del cambio climático que vienen a perjudicar su labor, la cual en muchos de estos casos provee el único sustento en sus hogares.
El aumento de temperaturas en las zonas costeras, la disminución de manglares y de humedales afectan su trabajo, pues de acuerdo a expertos en temas medioambientales, provocan la desaparición de especies y hábitats marinos.
Otro efecto del cambio climático es la desviación de las corrientes oceánicas, lo cual sumando al calentamiento, altera la distribución de las poblaciones de peces y la estructura de los ecosistemas.
Ante este panorama, las organizaciones aglutinada en la Asamblea Cooperativa por la Paz (ACPP) consideran necesario desde el gobierno y en las comunidades establecer políticas y estrategias que permitan promover la igualdad de género en el sector pesquero, así como garantizar el acceso equitativo a los recursos y oportunidades, a fin de facilitar el acceso de las mujeres pescadoras a la capacitación y tecnología, lo cual a su vez permitirá adoptar prácticas pesqueras sostenibles y resilientes al clima.
Rosa Miriam Sandoval, quien por muchos años se dedicó a la pesca en el Lago de Güija, en Metapán, Santa Ana, y que ahora representa a FECOPADES de R.L., una de las cooperativas de pescadores en la zona, señala que la discriminación es una de las principales barreras para las mujeres, y que esta muchas veces se origina desde instituciones de gobierno.
“Tenemos mujeres a quienes se ha negado la carnetización por no tener en su DUI (el indicativo) pescadoras”, ejemplifica, y añade: “Yo he sufrido marginación a veces de los mismos líderes compañeros, en instituciones de gobierno, me negaron el carné de pescadora; lo hemos logrado, llegamos hasta el ministro (del MAG), pero en Güija no querían darles carné a las mujeres y las obligaron sacar nuevamente su DUI y si tenían ama de casa o tenían oficio domésticos, que se pusieran pescadora”, una traba que no enfrentan los hombres.
Seguridad alimentaria
Clara Lizarbe, representante del programa Manos que Alimentan, resalta el rol que mujeres pescadoras organizadas desde sus cooperativas, federaciones, y desde sus comunidades están desempeñando para que se reconozca su rol protagónico en el desarrollo socioeconómico del país.
Lizarbe plantea el convenio Manos que Alimentan como una apuesta que trabaja además por la seguridad alimentaria, un tema que afecta a los países en el mundo y se agudiza cada vez más.
Manos que Alimentan hace énfasis en el sector pesquero y acuícola artesanal de El Salvador, sector productivo considerado el más invisibilizado, pese a su potencialidad por el valor nutricional de los productos que ofrece y la gran extensión territorial marítima disponible en el país.
El convenio fue lanzado en mayo pasado y tiene cobertura por cuatro años para nueve municipios, con un inversión de 3 millones de dólares auspiciados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
El representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Diego Ricalde, califica como “preocupante” estas afectaciones (climáticas) que ponen en peligro la vida en el planeta, la seguridad alimentaria y las producciones de los países.
Sobre el rol de la mujer en la pesca, señala que a nivel mundial la pesca y la apicultura (abejas) proporcionan un empleo directo a más de 200 millones de personas, de las cuales la mayor parte es pesca artesanal o de pequeña escala.
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“Quien nos lleva la comida a la mesa todos los días son los pequeños productores familiares y en el lado del mar, son los pescadores artesanales, casi en todas las latitudes de este planeta”, añade.
Para la FAO, la participación de las mujeres en las organizaciones de pesca y acceso a las funciones directivas suele estar marcada por dificultades tales como una limitada participación en espacios de liderazgo y toma de decisiones, una doble carga en el hogar y bajos ingresos, entre otros,
Tomando como referencia la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2021, la FAO señala que en El Salvador, de las 9,288 personas dedicadas a la pesca y la acuicultura, solo el 8% son mujeres.