Todo está expuesto a cambios, absolutamente todo; en efecto el clima tiende a ser cambiante. Hoy en día podemos ver muchas variables climáticas, cosas que no sucedían hace 30 años ahora vemos que se aceleran o se atrasan en el tiempo, época de lluvias, sequías, variables en las estaciones del año en algunos países, etc.
Por simple naturaleza hay un cambio en el clima, pero el ser humano a hecho que el cambio climático se acelere a pasos agigantados y no nos damos cuenta por nuestra agenda tan apretada en el diario vivir, en donde nos enfocamos en ganar dinero para sobrevivir un día más como lo que nos sucede a muchos salvadoreños. Nuestro tiempo está acelerado, el día no nos alcanza, vivimos estresados y frustrados y muchas veces no terminamos el día con gran satisfacción por todas las acciones que hacemos en ese día que hemos vivido.
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Día a día ejercemos presión a los ecosistemas naturales para acelerar el cambio climático, tenemos una sobrepoblación extremada en un pequeño país, todos queriendo aprovechar los recursos (unos más que otros) y crecemos sin medida sin pensar en lo grave de la situación climática cada vez más.
La inflación de los productos, el costo de la vida y muchos factores más, llevan a depredar nuestros recursos naturales y uno de ellos son los bosques salados; a pesar de tener la capacidad de fijar CO2 hasta tres veces más que un bosque continental.
El cultivo de caña de azúcar, la ganadería y cultivos convencionales, viviendas y otros, han hecho desaparecer más del 60% de los bosques salados en El Salvador. Desde la década de 1950 se tenían 100,000 hectáreas de bosque de manglar, a la actualidad se han perdido 60,000 hectáreas y seguimos contando (fuente MARN 2012).
Una hectárea de manglar puede satisfacer las necesidades de las comunidades que están alrededor de él, no solo en el aprovechamiento de sus recursos para la alimentación y comercialización, también los valores ecológicos como la generación de oxígeno y la fijación de CO2.
Según los valores económicos, una hectárea de bosque salado puede llegar a producir hasta $18,000 anuales en el aprovechamiento de sus recursos para las comunidades humanas.
Ante las afectaciones del cambio climático y efecto invernadero por el acumulamiento de CO2 en la capa de ozono, estos bosques son de suma importancia cuando se realizan trabajos de protección, conservación y restauración porque estamos actuando de manera resiliente ante el deseo de revertir la forma tan acelerada del cambio climático.
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Esto nos deja un gran valor de analizar la importancia de estos bosques y el buen deseo de llevar a la realidad su protección de lo poco que nos queda hasta el momento.
Todos podemos hacer parte del trabajo de protección de estos bosques, el gobierno central, legislativo, judicial, municipal, empresa privada, y las personas naturales que somos todos.
*Técnico de la Asociación Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago (AMBAS), en Jujutla, Ahuachapán