El presidente de la República, Nayib Bukele, tiene agendado hablar este martes 20 de septiembre ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
El mandatario participará del principal foro de mandatarios alrededor del mundo en momentos tensos para el país.
¿Qué dirá Bukele ante la ONU?
Si bien no se conoce el discurso del mandatario, es posible adelantar que su discurso girará alrededor de los éxitos de su política de seguridad principal, el régimen de excepción, una medida decretada el pasado 27 de marzo.
Es posible que las palabras de Bukele se centren en cómo el país ha pasado de ser uno de los más violentos del mundo a haber reducido drásticamente los homicidios. Asimismo, se espera que resalte el control territorial que afirma tener el Estado.
Además, es previsible que el presidente replique su discurso sobre la soberanía, mismo que dio el 15 de septiembre para justificar que buscará la reelección en 2024 a pesar de que la comunidad internacional rechaza que lo haga. El mandatario omitió decir que la Constitución es clara en prohibir la reelección consecutiva.
Seguramente, Bukele también resaltará que en 200 años, El Salvador está alcanzando la "verdadera independencia", y puede que destaque cómo tienen el control de la Asamblea Legislativa, el cual la ciudadanía le dio a Nuevas Ideas de manera democrática. Quizá no dirá que esta mayoría la han utilizado para desmontar la democracia misma.
Se espera que el discurso del mandatario sea optimista y grandilocuente. Que pinte la imagen de un país que progresa y donde hay grandes avances en materia de seguridad. Que El Salvador está avanzando hacia el futuro a pasos agigantados. Pero la realidad suele ser más compleja y, en el caso de Nayib Bukele, muy diferente...
¿Qué puede omitir el presidente?
El discurso de Bukele puede ser optimista y estar cargado de cifras que den cuentas de un país que avanza. Pero hay áreas que seguramente dejará de fuera el mandatario.
Entre ellas, que su búsqueda de la reelección es abiertamente inconstitucional. La ley máxima del país contiene al menos seis disposiciones que prohíben a un presidente permanecer en el cargo por más de cinco años. Sin embargo, los diputados sumisos al mandatario lo avalaron en una cuestionable resolución en septiembre de 2021. Con eso, el árbitro encargado de hacer valer la Constitución fue quien la violó flagrantemente. Es improbable que Bukele haga ese contraste.
Seguramente, el mandatario tampoco mencionará que durante su régimen de excepción ha habido más de 75 muertos bajo custodia del Estado, además de miles de capturas de personas que nada debían a la justicia. No mencionará que los familiares de los detenidos no han recibido información de sus parientes y seguramente no abordará los señalamientos de que hay indicios de tortura al interior de los penales. Las violaciones a los derechos humanos seguramente no figurarán en su alocución.
Es posible que Bukele tampoco aborde la persecución y el acoso constante que experimentan los periodistas salvadoreños, así como los ciudadanos cuyas opiniones son divergentes a la narrativa oficialista. Quizá el mandatario elija omitir que hay personas que han tenido que exiliarse por miedo a represalias legales en virtud de sus reportajes periodísticos.
En el plano económico, puede que el mandatario no le cuente a sus homólogos que su apuesta por el Bitcoin no fue el éxito que planteaba. Es posible que omita los cientos de millones de dólares invertidos en un activo digital de poco uso y cuyo valor ha caído significativamente desde que se adoptó.
Tampoco se prevé que hable de la calificación de la deuda salvadoreña, la más baja en Centroamérica. Mientras Bukele prepara su discurso, diversas instituciones financieras advierten de un posible impago y una insostenibilidad de las finanzas públicas del país.
Los discursos ante la ONU suelen ser cortos. Los presidentes suelen hablar cerca de 15 minutos, aunque algunos llegan a extenderse hasta los 35. En este limitado espacio, es posible que el mandatario salvadoreño no opte por ofrecer contrastes, sino en defender lo que a los ojos de la comunidad internacional luce, cada vez más, como una deriva autoritaria.