El pasado 14 de febrero Edward recibió la noticia que nunca hubiera deseado escuchar. Una llamada de las autoridades le informaron que una de las tres osamentas encontradas en una fosa clandestina, en el departamento de Chalatenango, era de su hermano Álvaro, desaparecido casi tres años antes.
“No merecía que lo mataran”, dice con resignación Edward, luego guarda un largo silencio. “Pero le doy Gracias a Dios porque lo logramos encontrar”, agrega.
El hermano de Álvaro emigró hace varios años a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, pero desde que su hermano fue reportado como desaparecido regresó en varias ocasiones a El Salvador y no dejó de buscarlo.
A diferencia de otros compatriotas que regresan por turismo, él regresaba con el único propósito de realizar diferentes acciones de búsqueda en instituciones gubernamentales, organizaciones sociales y medios de comunicación.
En el proceso se enfrentó con el cambio de fiscal del caso en tres ocasiones, lo que le causaba frustración y acrecentaba la incertidumbre de encontrar a su hermano. Esto lo llevó a buscar la ayuda del Bloque de Familiares de Personas Desaparecidas y a visualizar su caso a través de los medios de comunicación.
Cuando su pariente cumplió un año desaparecido, Edward comprendió que sería difícil encontrarlo con vida, pero se propuso no parar hasta encontrar aunque sea sus restos para darle una sepultura digna.
Cuando inició el régimen de excepción sintió que la esperanza de encontrar a su hermano se iba desvaneciendo, debido a que fue informado que las investigaciones sobre las desapariciones “habían quedado en pausa” porque tanto la policía como la fiscalía estaban priorizando la investigación de los pandilleros y sus colaboradores.
Sin embargo, unas capturas realizadas en el marco del régimen de excepción ayudaron a las autoridades a localizar las osamentas de su pariente.
En octubre de 2023, Edward, mientras se encontraba en El Salvador con el propósito de averiguar cómo iba la investigación del caso, fue informado que una de las tres osamentas encontradas en mayo del mismo año, dentro de una fosa clandestina en una zona rural de Chalatenango, podría ser la de su hermano.
“Al principio yo no creía, desconfiaban de lo que me decían”, asegura. Sin embargo, dos meses después el hijo menor del desaparecido fue sometido a pruebas genéticas, las cuales dieron positivo. En febrero Edward recibió vía telefónica la confirmación.
El viaje de la muerte
Álvaro Alexander Hernández Aguilar tenía 50 años y trabajaba como taxista en la zona de Don Rúa, en San Salvador, con un vehículo alquilado.
La tarde del 14 de abril de 2021 una pareja se le acercó para solicitar una carrera hacia Chalatenango. Él aceptó llevarlos, sin saber que a la mujer y al hombre que conducía, un grupo de mareros ya los estaban esperando para asesinarlos.
Quizás como una alerta del destino o simplemente coincidencia, mientras el taxista se conducía por la carretera Troncal del Norte, en la jurisdicción de Aguilares, el vehículo presentó desperfectos mecánicos.
El conductor llamó por teléfono al dueño del carro y le comentó que “se le había quedado” cerca de Aguilares, que necesitaba ayuda. Esa fue su última llamada.
Pero Álvaro tenía conocimientos de mecánica y resolvió el problema del taxi, para continuar el recorrido. Más adelante, fueron interceptados y raptados por el grupo de mareros.
Aunque los delincuentes tenían planificado matar solo a la pareja, no quisieron dejar testigos, por lo que asesinaron con arma de fuego al taxista. Posteriormente, su cadáver fue enterrado en una fosa clandestina junto a las otras dos víctimas.
Esa misma noche, las autoridades de seguridad encontraron el taxi abandonado en el kilómetro 34 de la carretera Troncal del Norte, lo cual dificultó más la búsqueda, porque los primeros esfuerzos se enfocaron en la zona cercana donde estaba el automotor.
Último adiós
El 8 de marzo de este año, el hermano menor de Álvaro recibió en Medicina Legal las osamentas del conductor. “Aún ahí yo no lo podía creer, le pregunté a la persona que me atendió si de verdad era él”, manifestó.
Posteriormente, los restos fueron trasladados en una caja sellada a una funeraria privada para el memorial en compañía de familiares, amigos e integrantes del Bloque de Búsqueda.
Un día después, la familia le realizó una misa exequial y posteriormente sus restos fueron sepultados en un cementerio privado en el municipio de Ilopango.
Los familiares recordaron como Edward viajaba de forma constante con el único propósito de ir a la fiscalía y presionar por su la búsqueda de su hermano.
Además, explicaron que Ángel, otro de los hermanos, recorría constantemente hospitales, morgues y fosas clandestinas donde habían encontrado víctimas, con la esperanza de encontrarlo.
“Esa lucha fue constante y eso mismo tienen que hacer ustedes cuando les pase algo igual, primeramente pedirle a Dios y después rebuscarse”, enfatizó uno de los familiares.
Por su parte, Edward expresó que aunque siente mucho dolor, sabe que la próxima vez que regrese a El Salvador, tendrá un lugar donde llevar flores y recordar a su hermano.