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Maíces nativos salvadoreños como alternativa ante el cambio climático

Los maíces nativos han existido por milenios pero hoy están desapareciendo. Hay agricultores y activistas que se aferran a sus beneficios culturales, nutricionales y ambientales.

Por Menly González | Oct 24, 2023- 06:00

A su punto de vista la semilla criolla ha sido desvalorizada con el paso del tiempo, “a mí nunca se me ha pasado por la cabeza sembrar esas semillas transgénicas”. Foto EDH/ Menly González

Antonio Montano es un agricultor de Quebrada Española, en Izalco, Sonsonate, quien toda su vida ha cultivado únicamente el maíz de sus ancestros, mediante semilla nativa o criolla.

En este cantón, así como Montano, varias familias tienen sus milpas, pero la mayoría están sembradas con maíz híbrido.

El agricultor opina que la semilla criolla ha sido desvalorizada con el paso del tiempo. “A mí nunca se me ha pasado por la cabeza sembrar esas semillas transgénicas”, dice. Ahora, a la edad de 60 años, continúa ejecutando el aprendizaje más valioso que le dejaron sus papás: trabajar la tierra.

Antonio Montano originario del cantón Quebrada Española es Izalco es uno de los agricultores que continúa utilizando la semilla nativa o criolla. Foto EDH/ Menly González

El maíz que cosecha Montano se caracteriza por el tamaño y colorido de sus mazorcas, las cuales al tomarlas en la mano se sienten densas y su aspecto es llamativo, porque tienen “dientes” negros y blancos, algunos son rojos y amarillos.

Pero lo que más llama la atención es que la cosecha de este maíz no ha sido tan afectada por la canícula ni por el gusano cogollero, como ha sucedido a muchos otros agricultores.

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Estos buenos resultados han sido obtenidos gracias a varios factores, pero el principal es la benevolencia de la tierra negra de la zona que posee nutrientes de la descomposición de materia orgánica y que junto al suelo volcánico la vuelven idónea para cultivar.

Pero también ha ayudado el uso de fertilizantes hechos con productos naturales como el abono M5 que es hecho a base de gallinaza, ramas y hojas en descomposición, melaza y follaje. También le agregan al suelo heces de conejo y vaca, cascarilla de arroz y cenizas. Y como insecticida letal para el gusano cogollero utilizan una mezcla de miel de purga, chile “chocolate” diluido en alcohol junto a otros ingredientes.

Algunas variedades de maíz tienen tuzas de un color distinto al tradicional. Foto EDH/ Menly González

Gracias a ese arduo trabajo, Montano estima que las pérdidas de este año han sido mínimas, por lo que sus vecinos, al ver los resultados, le han pedido de sus semillas nativas de maíz para sustituir las híbridas. “Antes se reían de nosotros, ahora nos piden ayuda”, dice.

Agrega que ha donado semilla a por lo menos 30 personas y le alegra que otros agricultores regresen al cultivo tradicional.

Según datos del Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA), alrededor de 400,000 agricultores cultivan semilla híbrida y unos 1,500 siembran maíces nativos.

¿Nativo, híbrido o transgénico?

En El Salvador solo se cultivan semillas nativas e híbridas. Los cultivos transgénicos siguen prohibidos en El Salvador, según la Ley de Semillas que fue reformada en 2008 para permitir uso de transgénicos únicamente para temas de investigación.

Las semillas nativas provienen de un proceso evolutivo guiado por humanos de generación en generación desde hace aproximadamente unos 9,000 años, que son los registros arqueológicos más antiguos de uso de maíz en América. Poseen una invaluable herencia genética y cultural y deben cultivarse únicamente con métodos naturales, sin químicos, pues eso podría afectarles.

Las semillas híbridas, también llamadas mejoradas, son producidas con tecnología moderna al cruzar dos líneas puras de maíz que se desprenden de diferentes razas o variedades para hacerlas más productivas, resistentes a plagas e inclemencias del tiempo. Y además deben cultivarse con un sistema específico de abonos y fertilizantes industriales.

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José Montano sobrino de don Antonio compara una mazorca de semilla híbrida y otra semilla nativa, que fueron sembrados en el mismo terreno. Foto EDH / Menly González

El maíz transgénico se crea en un proceso de biotecnología en el que se le implantan genes de otras plantas para mejorar su rendimiento y valor nutricional. Muchos científicos defienden su uso e inocuidad, pero también hay muchos activistas detractores. Hay maíces transgénicos que tienen hasta 10 veces más proteína que uno normal y otros producen sus propios insecticidas, gracias a genes implantados de plantas venenosas para los insectos.

El gobierno de El Salvador inició en 2009 la entrega de paquetes agrícolas de semillas híbridas certificadas y abono para campesinos de escasos recursos.

Según el ingeniero agrónomo del Departamento de Fitotecnia en la Facultad de Agronomía de la UES, Fidel Ángel Parada Berríos, estas semillas “mejoradas” fueron producidas en cooperativas de la comunidad del Bajo Lempa, una de ellas fue la cooperativa Nuevo Modelo de Esperanza. Hoy los paquetes se obtienen de otros proveedores.

Según Walter Gómez, agrónomo del Programa de Soberanía Alimentaria del CESTA, el uso de semillas híbridas fue promovido, en detrimento de las nativas, por gobiernos a través del Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA). Se auguraban mejores resultados e ingresos, algo que según Gómez no ocurrió. “Mi abuelo fue uno de los agricultores a los que le prometieron prosperidad al usar esas semillas, algo que nunca vi que fuera real”, dice.

La semilla nativa en El Salvador tiene pocas variedades y hay pocos estudios científicos y antropológicos sobre su origen pero, si la tendencia sigue igual, algunas variedades ancestrales se extinguirán.

Actualmente, los promotores más importantes de su uso son los agricultores que se mantienen fieles a la cosmovisión de los pueblos originarios y personas que prefieren productos orgánicos de huertos urbanos.

A su punto de vista Antonio opina que la semilla criolla ha sido desvalorizada con el paso del tiempo, “a mí nunca se me ha pasado por la cabeza sembrar esas semillas transgénicas”. Foto EDH/ Menly González

Según el agrónomo Fidel Parada Berríos, estas semillas se cultivan menos por falta de políticas públicas que las promuevan, así como falta de investigación y mercado. Además, algunas no tienen resistencia genética.

“Por eso es necesario crear maíces híbridos a partir de las mejores mazorcas”, comenta Parada y agrega que es necesario seguir promoviendo el consumo personal o comunitario de maíces nativos para que no desaparezcan, pero no para la alimentación de millones de personas en las ciudades.

El experto señala que ninguna entidad se preocupa por recuperar y reproducir estas semillas, ni siquiera el CENTA pues, según él, dicha institución cuenta con bancos de germoplasma, ya que rescata estos materiales, pero no los estudia.

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Berríos agrega que es importante el establecimiento de bancos de semillas en cooperativas y comunidades para preservarlas, como lo hacen otros países.

Por ejemplo, México tiene el Programa Nacional de Semillas y uno de sus componentes es implementar sistemas locales de producción de semillas nativas acorde a las necesidades de cada región, nicho ecológico o comunidad. También se ha creado recientemente la Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo y la empresa privada también participa en otras iniciativas. En ese país buscan darle valor cultural y gastronómico, pero además un valor agregado para que sus productores tengan también ganancias.

Protectores de la semilla nativa

Walter Gómez, del CESTA, comenta que la semilla nativa se resiste a desaparecer y se sobrepone a las ideas negativas sobre su calidad; sin embargo, según el experto, los daños de este año provocados por el fenómeno de El Niño han demostrado su resiliencia, a pesar de lo erosionados que generalmente están los suelos en El Salvador.

Gómez ha visto un aumento de agricultores interesados en cambiar de semilla y que han aumentado los cultivos en zonas de Morazán, La Unión, Cojutepeque, Cuscatlán y zonas del departamento de Sonsonate, como Izalco, donde cultiva Montano y donde ve el entusiasmo de otros agricultores en el aprendizaje de producción de los abonos y fertilizantes.

Es por ello que cree que un gran aporte que podría brindar el gobierno es enfocar los estudios que realiza el CENTA en la semilla criolla y en su expansión.

En San Salvador instituciones no gubernamentales como CESTA organiza ferias y encuentros para dar apoyo técnico para cultivos con semillas nativas e incluso crea espacios para intercambios de semillas como la llevada a cabo el pasado 16 de octubre. Foto EDH/ Menly González

En el caso de Montano, quien trabaja de la mano con su sobrino José Montano, afirma que ellos se preocupan por enseñar a los jóvenes el trabajo de la semilla criolla y su valor a través de la defensa de la identidad del pueblo de Izalco, el nahuat y el trabajo en las parcelas.

Mientras que en la ciudad en instituciones no gubernamentales como el CESTA se incentivan intercambios de semilla como el que se llevó a cabo el pasado lunes 16 de octubre donde al menos 100 agricultores de distintos puntos del país participaron en la XIV Feria e Intercambio de Conocimientos Agroecológicos y Semillas Nativas en el marco del Día Mundial de la Alimentación.

Aquí los agricultores sostuvieron que la unidad entre ellos y que más persona interesadas en cambiar los métodos de cultivo se solidaricen para mantener la semilla; así mismo, establecieron la importancia de exigir al CENTA que priorice programas de rescate y mejora de semillas nativas en vez de gastar recursos públicos para promover y validar semillas híbridas y transgénicas, tambien de hacer un llamado al gobierno a que cambie el enfoque de las políticas públicas para proteger y reforzar los santuarios de semillas.

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Los intercambios de semilla son parte de las actividades que fomentan la preservación de la semilla Nativa, en la imagen Ana de Cabrera de San Salvador intercambia semillas con Delmy Medrano de Santo Tomás. Foto EDH/ Menly González

Según datos del Ministerio de Agricultura y Ganadería de 2022, la demanda de maíz blanco en El Salvador ronda los 22 millones de quintales al año. La producción local es de 17.5 millones de quintales anuales, lo que provoca una dependencia de más de 4 millones de las importaciones y estas crecieron en el primer trimestre del 2023 casi en un 20% según el Banco Central de Reserva, siendo así el sexto producto más importado del país.

Aunque los cultivos de semillas originarias no son promovidos para la alimentación de pueblos, ciudades o el país completo, si puede sustentar la economía y la alimentación de cantones o caseríos, como en Quebrada Española, donde algunas tortillerías producen con maíz cosechado por Antonio. Foto EDH/ Menly González

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