Desde hace 29 años Rosario A. es abstemia, llegó a Alcohólicos Anónimos en 1995 después de "tocar fondo" y darse cuenta que no podía dejar de consumir alcohol por sí sola.
Cuenta que fue a los 14 años cuando tomó su primer trago. En su familia existía la costumbre de dar un preparado de especias con alcohol a las mujeres después de dar a luz, "para reponerse", relata.
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En 1980, su esposo y su padre desaparecieron, por lo que junto a su madre tomaron por costumbre tomarse unos tragos todas las noches antes de dormir.
Rosario explica que la sensación que el alcohol le provocaba le gustaba, una sensación de relajación que la alejaba de la realidad. Llegó un momento en el que ya no bebía solo para dormir, y tenía que esconderse de su familia para hacerlo a cualquier hora del día. Pasaba períodos de hasta un mes sin parar de beber.
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"Cada vez fui perdiendo el interés en mí, perdiendo el interés en las cosas, ya no me importaba mentir para hacer lo que yo quería, para no ir a trabajar, mentir para encerrarme en el cuarto y etcétera", relata.
Entre 1992 y 1995 Rosario bebía día y noche, y empezó a marcarse su deterioro físico, comenzó a tener alucinaciones, en ocasiones obligando a sus hijos para que se prepararan para ir a la escuela a las 6 de la tarde, porque "según yo estaba amaneciendo. Perdí el control del tiempo, el control de la realidad y cada vez dormía menos".
Una experiencia espiritual
El quiebre llegó cuando sus hijos, quienes sufrían al verla en ese estado, le informaron que se iban de la casa y la dejarían sola.
"Se iban de la casa porque ellos estaban sufriendo demasiado, sufrían al ver que yo me estaba destruyendo y que no podían ayudarme en nada. Ese fue el instrumento que Dios usó como para hacerme ese choque eléctrico que me hiciera entender", acota.
Y continúa: "Ese día yo puedo jurar que tuve mi gran y tremenda experiencia espiritual (…) en ese momento me arrodillé, y le pedí a Dios por que me diera la oportunidad por mis hijos, era una tarea que él me había dado y yo no la había terminado de cumplir y que permitiera poder encontrar la solución a mi problema".
"No volví a fallar en las promesas a mis hijos, no ha sido fácil, me ha costado, y para poder salir victoriosos de esta batalla nosotros siempre vamos necesitar el apoyo de nuestra familias. Soy madre soltera y gracias a Dios estoy en esta sociedad maravillosa", expone, sobre Alcohólicos Anónimos.
Rosario explica que solo el amor de sus hijos y Dios le han ayudado a superar los momentos en los que el deseo de beber parecía ganarle la batalla.
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"Ese amor, que yo debí haberle dado a ellos, porque ellos eran unos niños y ellos me lo daban a mí, eso me comprometió tanto con la vida y con ellos (…) les pedí perdón, les prometí que no lo volvería hacer y mire, lo logré. Gracias a Dios y a mis hijos por confiar en mí", relata.
Rosario concluye señalando que fueron 15 años de martirio en su vida, no obstante opina que el motor para un alcohólico que desea superar su enfermedad puede ser aquello que tanto teme perder.
Ahora ella comparte su experiencia con otros que la necesitan a través de los grupos de ayuda; disfruta de sus cuatro hijos, que ya son profesionales, y de sus cinco nietas.