En la entrada de la comunidad San Antonio, de El Majahual, los restos de lodo en las calles son la muestra de lo que el desbordamiento del río de la localidad provocó.
Afuera de las casas se pueden observar colchones, ropa y muebles. Estos artículos agradecen el favor que les hace el sol, porque están empapados y por si no fuera poco, llenos de lodo.
La primera casa es la de Orbelina Morales, una señora de mediana estatura que no dejaba de hurgar el suelo con la mirada, sus manos nerviosas parecían ondular aún más su cabello por la desesperación. Orbelina acaba de cumplir 6 meses en la casa que ayer se le inundó, nunca se imaginó que perdería sus muebles y electrodomésticos, pero lo que más le agobia, "es una carterita rosadita en forma de corazón", que asegura se le cayó durante la emergencia y en la que dice tiene sus ahorros para poner un nuevo negocio.
En la casa de enfrente, Marta Carolina Rodríguez se balancea en su silla de ruedas; solo puede saludar con la mirada. Hace seis años sufrió un derrame cerebral que no le permite articular palabra ni caminar. Adentro se encuentra Carolina, su hija, quien no tiene mucho tiempo para platicar, pendiente del cuidado de sus dos pequeños nietos. Este es su hogar desde hace más de 40 años, justo a la orilla del río. "Lo complicado para mí es sacar a mi mamá, ayudarle a mi hija con los niños y si tengo surte regresar por algo de ropa", comenta.
David Ávalos trata de alinear unas láminas abolladas por la entrada violenta del agua en su propiedad, la cual todavía estaba en construcción, "quería poner un negocio de venta de comida, pero quizá ya no se va a poder", comenta, mientras observa una pequeña piscina rebalsada de lodo y basura.
El sol parece defender a los habitantes de esta comunidad, un particular calor costero invade el ambiente, ese mismo libera de humedad a la zona, los estudiantes vuelven de sus clases, el olor a guiso y leña invade el lugar, que trata de volver a la normalidad.