Este domingo se cumplen 87 días desde que Vladimir Putin lanzó una invasión de gran intensidad sobre Ucrania. Casi tres meses desde que empezaron a caer las bombas sobre las principales ciudades de este país del este europeo y desde que las tropas rusas iniciaron el asesinato masivo de civiles ucranianos.
Esta guerra inició con una base de mentiras, propaganda y desinformación del bando ruso. En su momento, Vladimir Putin habló de la “desnazificación” de Ucrania, una pobre excusa para justificar una política que asemeja las viejas prácticas imperialistas rusas y que sirve como escudo para intentar controlar grandes porciones del territorio ucraniano.
Desde hace casi tres meses, Rusia ha llevado muerte y destrucción a todo su país vecino. Al mismo tiempo, Putin pretende vender la historia de una Ucrania rebelde que se ha separado de la madre Rusia. Pese a esto, los ucranianos han insistido que ellos tienen su propio país y que no están dispuestos a perderlo.
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Los cálculos del tirano de Moscú eran triunfalistas, pero alejados de la realidad. En la mente de Putin —y en la propaganda repetida en su maraña de medios— tomaría tres días sitiar Kiev y tumbar al gobierno de Volodimir Zelenski. Pero la valiente resistencia ucraniana, la ineptitud de las tropas rusas y el apoyo internacional han complicado las “cuentas alegres” del Kremlin, que ahora se encuentra en la penosa situación de tener que sostener una guerra onerosa, impopular y que no está llegando a ningún lado.
El costo, eso sí, es miles de vidas humanas que se han perdido. La destrucción de un país. Millones de refugiados. Crímenes de guerra. La disrupción de cadenas de suministro y la inflación que esta ha causado a nivel mundial. Es decir, la aventura guerrista de Putin le está saliendo muy cara a todo el mundo.
Zelenski, el héroe que nadie esperaba
De verde olivo, en fatigas e incansable. Así luce el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, un héroe inesperado dentro de esta guerra.
Proveniente de la comedia y de las series de televisión, Zelenski llegó a la presidencia casi por un accidente de la historia. Fue electo después de la deposición de un gobierno prorruso y altamente corrupto (el de Víctor Yanukovich) y uno que no logró consolidar el ánimo democrático ucraniano (el de Petro Poroshenko).
En un inicio se mostró dispuesto a dialogar con Moscú y a buscar una solución negociada de la crisis en Donbás y Crimea (la primera, una zona del este ucraniano en guerra civil y controlada por profusos desde 2014; la segunda, anexada por Rusia desde 2014). Sin embargo, cuando inició la invasión, se plantó firme y ha liderado el esfuerzo de un país que ha visto en su líder un reflejo de su espíritu de resistir la invasión de un gigante.
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Ante las acusaciones de Putin de que Ucrania es regida por nazis, la respuesta del líder ucraniano es simple. Él mismo es judío y antepasados suyos murieron en el holocausto. Ante la propaganda rusa de una Ucrania fascista, Zelenski apela al mundo occidental y expresa el deseo de su país de vivir en democracia. Y cada intervención suya ha sido bien recibida en el mundo democrático, el cual ha comprometido considerables apoyos a este país.
Durante los últimos tres meses, Zelenski ha encarnado el deseo ucraniano de preservar su soberanía, de buscar fortalecer un Estado de derecho y de alejarse de la influencia y el autoritarismo ruso. El deseo de aproximarse a un occidente libre y democrático. De consolidar la independencia que su país alcanzó después de la Guerra Fría. De volar lejos de Moscú y construir su propio futuro. Y eso Putin no parece aceptarlo.
Pero tres meses después, y pese a cualquier pronóstico, Ucrania resiste.