Ocurrió al mediodía de un caluroso 13 de marzo de 2013 en San Salvador (ya de noche en Roma). De la Capilla Sixtina salió humo blanco y la algarabía se apoderó de los que estaban concentrados en la plaza frente al Vaticano, y los que seguían el evento por televisión e internet. Lo que sucedió minutos después dejó atónitos a propios y a extraños: Se anunció que había nuevo Papa. Está vez era un latinoamericano, y jesuita. Y todo comenzó a girar de manera diferente.
Ya parado frente a la multitud, y vestido con una simple sotana blanca sin los oropeles propios de ese jerarca, el argentino renunció a su nombre de pila, Jorge Mario Bergoglio, para llamarse Papa Francisco. Tenía entonces 77 años (nacido en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936) y sustituía a Benedicto XVI quien - de manera sorpresiva - había renunciado al pontificado meses atrás, en medio de escándalos por innumerables denuncias de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y obispos.
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Así comenzó una nueva etapa en la iglesia católica, que hoy cumple 10 años, y que ha supuesto nuevos aires para el catolicismo, pero también constantes señalamientos y reclamos de los sectores más conservadores del clero.
Una de las principales dificultades que enfrentó Francisco en el inicio de su pontificado, fue la oposición de sectores conservadores de la iglesia.
Cardenales y obispos de este sector señalaron (y aún lo hacen) a Francisco de sembrar confusión, ya que una de sus primeras medidas fue flexibilizar la postura de la iglesia en temas como la homosexualidad y los divorciados y su acceso a los templos.
En respuesta, Francisco señaló que todos - independientemente de su condición - son hijos de Dios y que las puertas de la iglesia están abiertas para ellos.
Molestos, referentes de la derecha católica, como Carlo Maria Vigano, exembajador del Vaticano en Washington, llegaron a pedir la renuncia de Francisco.
Mientras que otro gran referente de este sector, el cardenal australiano George Pell (visto como el sucesor de Benedicto en la causa conservadora) escribió en 2022 un memorando en el que señalaba el papado de Francisco como una “catástrofe”. Pell falleció en enero pasado a los 81 años.
A manera de valoración por los diez años de pontificado y esos señalamientos, Antonio Spadaro, sacerdote jesuita y uno de los colaboradores más cercanos del Papa y que le ha acompañado en todos sus viajes, manifestó recién a la agencia de noticias Telam de Argentina que “las resistencias al pontificado significan que la acción del papa Francisco funciona”.
“Si no hubiera oposiciones ni tensiones, significaría que todo ocurre tranquilamente, sin incidir de verdad. La figura que Francisco está encarnando es la de un Papa que es muy cercano más allá de las estructuras y la rigidez, que lleva el mensaje del Evangelio en todo tipo de situaciones, algunas no tradicionales”, manifestó Spadaro a Telam.
En la actualidad, esa oposición conservadora está fracturada, de acuerdo a conocedores como Sandro Magister, periodista y bloguero conservador, citado por la agencia de noticias Reuter.
“El mundo conservador carece de una visión unificadora, que es lo que Benedicto aportaba”, declaró Magister a la agencia de noticias inglesa.
Ver hacia las periferias
Mientras se ha enfrentado también a un sistema administrativo burocrático y salpicado de denuncias de corrupción en el Vaticano, Francisco ha procurado en estos 10 años impregnarle un nuevo sentido para dirigir el rebaño, más cercano y lejos de posiciones de comodidad y de templos fríos, en los que lo más importantes son los ritos.
Ante esto, el Papa ha llamado a todo el clero y a colaboradores (catequistas, administradores de la palabra), ver e ir hacia las “periferias” geográficas y existenciales. Ante esto, él se ha referido a estar más cerca de las personas más necesitadas, los excluidos debido a su condición de pobreza o posición de desventaja en las sociedades (migrantes, indígenas, niños abusados, adictos, desplazados, desempleados…) . Y también esto ha incluido abrir las puertas de la iglesia a tantos que han estado marginados en esas otras periferias, como los divorciados o las personas de distintas preferencias sexuales.
“Si nos atrevemos a salir de nosotros mismos e ir a las periferias, allí encontraremos a Jesús, porque Jesús nos primerea en la vida del hermano que sufre y está descartado. Él ya está allí”, reiteró Francisco en septiembre de 2018 en un encuentro con jóvenes de Estonia.
Y esta no sólo ha sido una forma de ver la iglesia desde su papado, si no que la ha puesto en práctica desde sus inicios religiosos. Como sacerdote, obispo y cardenal, e impregnado por el carisma jesuita en busca de la justicia social, Bergoglio desarrolló una gran labor y formó su visión hacia los demás en las “villas miserias” en Buenos Aires, las que en El Salvador se les llama comunidades marginales.
El cardenal jesuita Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha resumido en estos días con estas palabras la misión de Bergoglio en Argentina y ahora como Papa en estos 10 años: “La fraternidad, la misericordia y la casa común son sus prioridades”.
“La gran reforma”
Si bien Francisco ha realizado una serie de cambios, se espera que “la gran reforma” de la iglesia católica se conozca a finales de este 2023.
En octubre de 2021, el Pontífice inició durante el XVI Sínodo de los Obispos un proceso consultivo de dos años que, según especialistas, es el intento más ambicioso de reforma católica en décadas.
La gran enmienda busca una iglesia “no aséptica”, sino una apegada a la realidad y a sus problemas.
“Dios no habita en lugares asépticos y tranquilos, lejos de la realidad, sino que camina a nuestro lado y nos alcanza allí donde estemos, en las rutas a veces ásperas de la vida”, les dijo el Papa a los obispos en esa oportunidad.
Desde octubre de 2021 y hasta abril de 2022, se realizó una fase de consultas con los fieles, quienes respondieron un cuestionario enviado a cada diócesis. Y desde septiembre de 2022 hasta marzo de 2023, se discutirán las mismas inquietudes a nivel continental.
Será hasta octubre próximo que la Asamblea General del Sínodo se reunirá en el Vaticano para estudiar y debatir toda la información recabada.
Ya en un documento preparatorio del Sínodo, presentado en septiembre de 2021, se indicaba que la iglesia católica debe afrontar problemas como su falta de fe interna, la corrupción y, sobre todo, “el sufrimiento que experimentan los menos y las personas vulnerables por los abusos sexuales” cometidos por sacerdotes y religiosos.
Aún quedan sobre la mesa - y podrían estar en discusión - temas polémicos como la ordenación de mujeres, los sacerdotes casados y las relaciones entre personas del mismo sexo.
Otro punto de inflexión y de profundos cambios en la iglesia católica es la composición del cuerpo de Cardenales. El Papa ha procurado que esta instancia de poder este integrada por representantes de diferentes partes del mundo y no - como tradicionalmente ocurría - por obispos de centros de poder de Europa y occidente.
Así, por ejemplo, a finales de agosto de 2022 nombró 20 nuevos cardenales que provienen de países tan lejanos como Mongolia, Timor Oriental, Singapur y Nigeria.
En la actualidad, hay 223 cardenales: 123 electores (que pueden elegir un nuevo Papa) y 100 no electores (por su edad). La mayoría de de estos electores (más de 80) han sido elegidos por Francisco, lo que marca los nuevos destinos de la iglesia.
Así, con estos y otros devenires, se cumplen 10 años de papado de Francisco, ya con 87 años, con problemas de salud (sobre todo en sus caderas), pero con el mismo ímpetu con el que inició este caminar.