"Comía salchichas sólo con papá. Yo ayudaba a mamá a lavar los platos y a limpiar", cuenta con una sonrisa Karina, de siete años.
Tras 17 meses de contienda, el número de niños huérfanos en Ucrania ha desbordado un sistema de acogida que ya antes de la guerra necesitaba una amplia reforma.
Según los servicios sociales ucranianos, más de 9.000 niños han quedado huérfanos a causa del conflicto. El padre y la madre de Karina murieron cuando la familia trataba de huir de su pueblo en la región asediada de Cherniguiv, en el norte del país, poco después de que arrancara la invasión en 2022.
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El coche estalló, posiblemente a causa de una mina o de un obús, pero Karina sobrevivió, pese a verse proyectada fuera del vehículo. "Tuvo una conmoción cerebral, porque salió disparada por la ventana", cuenta su tía, Ruslana Nosenko.
"Físicamente, creo que ha tenido mucha suerte, pero psicológicamente ha sufrido mucho", añade esta mujer de 22 años, que se ha ocupado de Karina desde que salió del hospital en Cherniguiv. "En la espalda (...) tenía quemaduras de color azul oscuro. No se le han curado del todo", agregó.
Despertarse llorando
Antes de la invasión, más de 100.000 niños vivían ya en orfelinatos en Ucrania. Es el número más elevado en el continente europeo sólo por detrás de Rusia, otro país en donde esta cuestión se ha convertido en un problema de sociedad.
Las autoridades ucranianas intentan colocar a los niños huérfanos en centros de acogida y en familias, a cambio de compensaciones económicas para quienes acepten ocuparse de ellos. También tratan de facilitar las adopciones.
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Pero pese a todas estas medidas, la adopción sigue siendo imposible para la tía de Karina.
"Hay que declarar ingresos, lo que no es mi caso. No puedo adoptarla porque sigo siendo estudiante", explica Ruslana, madre de un niño. A falta de adopción, la tía hace de tutora de Karina, y la aloja en su apartamento de Kiev, donde la pequeña aprende por cierto a tocar el piano.
Un mes después del drama, fue la propia Ruslana quien tuvo que anunciar a la niña la muerte de su padre y de su madre. "Estaba muy nerviosa, y lloraba mucho", dice la tía, que recuerda que Karina se despertaba sollozando por las noches.