COLOMBIA. En el camino a Pueblo Flecha, la naturaleza ofrece su más bello espectáculo. La exuberante vegetación nos da indicios del Parque Paramillo, una de las áreas naturales protegidas más grandes de Colombia. Tanto verdor y, sin embargo, no huele a campo. Huele a metal. “Allí está”, decimos en coro al ver aparecer el cerro en el horizonte. Hace sesenta años que se le viene extrayendo el níquel que guarda en su interior. Los últimos cuarenta lo ha hecho una empresa minera que también le extrajo su nombre: Cerro Matoso.
Se trata de la mina de níquel a cielo abierto más grande del Continente y es con esta vecina que ha tenido que convivir una comunidad de indígenas descendientes de pueblo zenú. Ellos llevan una década luchando en los tribunales del país porque se les protejan sus derechos fundamentales y étnicos frente a los daños ambientales y de salud causados por la actividad de la mina Cerro Matoso S.A.
“Esto no es nada”, dice con ironía Luis Fernando Romero, el joven gobernador indígena de Pueblo Flecha. “Por la mañana huele a azufre, a carbón quemado. Al anochecer, en la montaña que vemos allá, se ve como si la lluvia estuviera cayendo. Pero es el montón de escoria, los desechos de la mina lo que produce este efecto” nos explica el líder.
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La comunidad está a menos de un kilómetro del sitio donde opera el gigante minero. A 902 metros exactamente. Cuando sus colosales hornos procesan el mineral a temperaturas muy altas, se liberan a la atmósfera emisiones compuestas por mezclas de polvo fino, metales pesados y varios óxidos complejos. Así lo señaló en 2017, el ministerio del Medio Ambiente: presencia de columnas de humo rosa que escapan, “descontroladas”, de las chimeneas del complejo.
Dos años más tarde, el periodista Rafael Moreno, asesinado en circunstancias no dilucidadas hace seis meses captó con su cámara que esos humos aún eran visibles en el cielo de Montelíbano. El grupo minero lo acusó de difundir imágenes de fechas anteriores como si fuesen actuales. Días más tarde, el reportero volvió a tomar imágenes del complejo minero y el resultado fue el mismo: nubes rosadas emanando de la mina.
Agua cargada de escorias de la mina
Sin agua potable, los indígenas de Pueblo Flecha acusan a la minera Cerro Matoso S.A de apropiarse y desviar las aguas del río Caño Zaíno para usarlas en la solidificación del ferroníquel.
Desde la aparición de los hornos y chimeneas gigantes de Cerro Matoso S.A. a principios de los 80, el ambiente ya no es el mismo en Pueblo Flecha. “Cuando caen aguaceros, yo entro en pánico por mi hijo”, dice con espanto Aida, la madre de un niño pequeño. “Incluso temo por mí, que tengo 45 años, porque a veces me provoca picazón, fiebre y migraña”. En Pueblo Flecha no hay agua potable. “Nos abastecemos con los depósitos que recogen agua de lluvia” explica la mujer.
La ausencia de agua potable en Pueblo Flecha obliga a los habitantes abastecerse con agua de lluvia que podría estar contaminada por las emanaciones de la minera, explican a RFI.
A lo largo de su actividad, la empresa minera ha construido canales en los que transporta el agua de los manantiales circundantes, esencial para su proceso de producción de ferroníquel. “La poca agua de pozo que conseguimos sacar en invierno está coloreada, y no es potable”, denuncia el jefe del pueblo. El está convencido de una cosa: la toxicidad de esta agua, cargada de residuos de escoria, acabó llevándose a su madre hace apenas dos semanas. “Murió, como muchos antes que ella, de cáncer de pulmón. Es por el agua que usamos y el aire que respiramos”, sentencia el joven jefe tribal.
El cáncer de pulmón es una de las enfermedades recurrentes observadas en la región y que fue referenciada en un informe médico legal encargado por la Corte Constitucional de Colombia. En 2017, en una sentencia histórica y tras años de lucha, las comunidades indígenas lograron condenar al gigante minero Cerro Matoso S.A.
¿Un gigante minero por encima de la ley?
Una sentencia que la australiana South 32, propietaria de Cerro Matoso S.A., logró anular parcialmente al impugnar la existencia de una relación de causalidad directa entre su actividad extractiva y el impacto negativo observado en la salud de la población y el medio ambiente.
De esta forma, Cerro Matoso S.A. se libró de pagar millonarias indemnizaciones a las poblaciones por el daño causado. Pero la justicia logró mantener algunas sanciones para el grupo. Primero, organizar consultas previas con las ocho comunidades indígenas y afrocolombianas vecinas a la mina antes de emprender un nuevo proyecto. Segundo, tomar medidas para preservar los cuerpos de agua, el aire y el suelo. Finalmente, velar de manera permanente por la salud de los miembros de las comunidades denunciantes.
Por orden judicial, la madre de Luis Fernando fue atendida en la clínica Mina ubicada dentro de las instalaciones de la planta de Cerro Matoso S.A. donde se atiende de forma gratuita y voluntaria a las personas de las comunidades vecinas y a los trabajadores. “Recibimos un promedio de cuatro personas al día”, afirma Jorge Ospina, su director.
Cerro Matoso S.A. también asegura que, en cumplimiento de la sentencia, presta atención integral a través de la Fundación Panzenú y que ha divulgado a las comunidades sobre este servicio, pero que, hasta la fecha, solo una persona ha solicitado atención bajo dicho protocolo.
RFI constató en Pubelo Flecha casos de niños y adolescentes con erupciones en la piel (incluso una bebé de tres meses), miembros deformes, trastornos mentales y algunos en camino a perder la visión.
La empresa minera lleva a cabo “Brigadas de Salud” integradas por médicos generales. Una de ellas llegó en octubre pasado a Pueblo Flecha. Ana Karina les abrió la puerta. En el suelo de una vivienda que cuenta con menos que lo necesario, su hijo Esteban juega solo a las canicas. A sus nueve años, no se pone de pie. De su rodilla se extiende una protuberancia cuya causa se desconoce. Tiene un retraso en su comportamiento. “Los médicos me dijeron que no tenía ningún problema. Así que, aparentemente, todo está bien” dice la joven madre con una voz presa entre el sarcasmo y el dolor.
Durante nuestro reportaje en Pueblo Flecha, conocimos otros niños y adolescentes con miembros deformes, trastornos mentales, erupciones en la piel (incluso una bebé de tres meses) y algunos en camino a perder la vista sin causa aparente. El periodista Rafael Moreno preparaba un documental para lanzar la alerta sobre esta situación sanitaria, revela el jefe de la comunidad.
Muchos de los 640 residentes de Pueblo Flecha afirman que carecen de los medios para trasladarse hasta el centro hospitalario de la empresa en Montelíbano. Incluso les es difícil ir a la Clínica Mina en el complejo minero cercano, subrayan. “Aquí vivimos de la agricultura y en particular de los cultivos alimentarios, la yuca, el maíz. Pero, sobre todo, de la caña flecha”, la larga planta con la que se teje el “sombrero vueltiao”, símbolo nacional. Por falta de recursos económicos, la comunidad introdujo el fardo de caña “como forma de intercambio por tabaco, una gallina o un servicio”. Y hasta crearon una moneda propia: “el dólar flecha”.
El gobernador indígena de Pueblo Flecha Juan Fernando Romero en un cultivo de caña flecha. Esta comunidad zenú vive del trueque, el atado de caña es su moneda
Pero si se mantiene el trueque ancestral, poco a poco ha ido desapareciendo otro patrimonio: el Caño Zaíno. La cuenca fue durante mucho tiempo la principal fuente de agua para la comunidad. “Era agua viva, agua pura, la bebíamos directamente. Pescábamos ahí. Ahora ya no queda nada”, lamenta Don Ever, un agricultor en disputa de tierras con Cerro Matoso S.A.
Además de la desaparición de especies animales, los habitantes lamentan la cohesión social que les permitía el río. “Allí nos bañábamos, las mujeres lavavamos la ropa, era el lugar de encuentro de la comunidad” narran. Obligada a restaurar esta cuenca, la empresa Cerro Matoso S.A., explica que la Agencia Nacional de Licitaciones Ambientales (ANLA) ya aprobó su plan de restauración. (Resolución 1538 de 2022)
Así mismo, la minera asegura estar trabajando en conjunto con la comunidad alrededor del “plan de restauración del Caño Zaíno, que contará con la participación de instituciones académicas y ambientales” y haber acordado en ese sentido “un plan de seis acciones que serán ejecutadas por la comunidad”.
“Falso. Cerro Matoso S.A. hizo a escondidas de la comunidad el plan de restauración de Caño Zaíno” afirma enfático el gobernador de Pueblo Flecha. Y agrega: “Ellos contrataron a empresas y universidades sin consultarnos y con los recursos destinados a la comunidad para el tema ambiental. Entonces, les rechazamos su plan y les hicimos devolver ese dinero”.
Con los recursos que recuperaron, las autoridades indígenas contrataron a expertos que estudiaron el documento elaborado por Cerro Matoso S.A. “Se le encontraron irregularidades y hasta plagio” sostiene el joven líder indígena y explica que la comunidad está haciendo su propio plan de restauración del río “sin que se limite a una arborización como lo pretende la empresa”.
“Nosotros no confiamos en Cerro Matoso S.A., ni en la ANLA, ni en la Universidad Javeriana porque todo lo amañan. Nosotros despertamos y ya no nos dejamos meter los dedos en la boca. Y si nos dejamos, es para morderlos” concluye.