“La gente que no conoce cree que acá toda la gente es de pandillas, cuando en realidad acá hay bastante gente humilde, gente trabajadora y los que hemos quedado somos gente de bien”, dice Verónica Hernández, quien llegó a vivir a la comunidad Primero de Diciembre, cuando apenas tenía 9 años de edad.
En esa comunidad, ubicada en Soyapango, el desarrollo ha sido lento, pese a que cientos de familias se asentaron ahí desde hace más de 15 años.
Solo la calle principal está pavimentada y los pasajes internos son de tierra, sin canaletas, ni tragantes. Sí hay energía eléctrica, alumbrado público y acceso al servicio de agua potable.
Verónica recuerda como era la comunidad, cuando ella llegó hace más de 14 años. “Aunque yo solo tenía 9 años, cuando vinimos con mi mamá, recuerdo muy bien, acá todo era monte, hasta culebras había, y nos tocó dormir 3 días así, sin nada, para poder tener un espacio en el terreno”.
Al igual que Verónica, muchos de sus vecinos recuerdan cómo llegaron a esos terrenos con la ilusión de tener un espacio propio, pero que hasta la fecha no han podido legalizar.
Las juntas directivas han buscado cómo resolver el problema de la propiedad de las tierras, pero el gran obstáculo es que no tienen claro a quién pertenece realmente el terreno. Han buscado la forma de conseguir legalmente la escritura de propiedad que les permita, entre otras cosas, aparecer en el mapa de Derechos Humanos del Estado salvadoreño.
La comunidad ha vivido ignorada por las autoridades de turno local y del gobierno central.
Algunas de las razones que explican esa ausencia es que algunas autoridades han considerado que los habitantes de la comunidad viven ilegítimamente en un terreno que no les pertenece . O porque exponen que la comunidad es insegura y eso hace imposible el ingreso.
A pesar que las autoridades del Gobierno han promocionado, en el marco del régimen de excepción, los operativos como una estrategia para combatir la delincuencia, los procedimientos son los mismos que en ocasiones anteriores.
Los vecinos de la comunidad Primero de Diciembre ven estas acciones con buenos ojos, pues, afirman que se sienten más tranquilos. “Los muchachos hacían lo que querían, ellos controlaban todo. Ahora con los militares acá es más tranquilo”, asegura un habitante de la zona mientras más de 50 soldados en toda la colonia pasean entre los diferentes pasajes.
Los agentes realizan revisiones de personas sospechosas y si tienen tatuajes alusivos a pandillas o antecedentes penales quedan detenidos inmediatamente, explicó un militar destacado en la colonia.
Hay residentes que comentan que son asediados pese a que tienen tatuajes artísticos y lamentan que muchas veces el prejuicio por vivir en la colonia y ser joven pese más que sus acciones.
Se estima que en el lugar existen más de 1,000 familias y la mayoría de sus habitantes se dedica al comercio informal, por lo que salen con su mercadería desde las 4:00 de la mañana. Hay otros residentes que prefieren sacar ventas sobre la calle principal y así generar sus ingresos.
“Es posible entrar a la comunidad y ayudar, pero hay falta de voluntad de las autoridades”, expresa uno de los vecinos, quien espera que más adelante puedan llevar programas de desarrollo a la comunidad.
Lo que sí abunda en la comunidad son las iglesias evangélicas, donde parece que hay un culto perpetuo.
“Nosotros nos ponemos en las manos de Dios y esperamos que esto se acabe”, dicen y añaden que para quienes han vivido en comunidades marginadas la prioridad siempre ha sido vivir en paz.