Durante esta tradición del 2 de noviembre, los salvadoreños suelen comprar coronas y arreglos, flores naturales y artificiales, además de otros materiales que sirven para decorar las tumbas. Con esta actividad los cementerios se llenan de mucho colorido. Foto EDH/ Archivo Foto EDH/ Archivo Una familia lleva pintura, brochas, escobas, entre otros artículos, para limpiar y renovar las tumbas y nichos de sus seres queridos. Incluso se observa a particulares que trabajan ese día limpiando y decorando las lápidas. Foto EDH/ Archivo La elaboración de coronas no puede faltar año con año. Foto EDH/ Archivo Los grupos musicales, sobre todo los mariachis, no faltan en los cementerios, donde muchas personas solicitan las canciones que, cuando estaban con vida, eran las preferidas de sus seres queridos. Foto EDH/ Archivo Esta celebración fue declarada por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Foto EDH/ Archivo La comida típica, como las hojuelas, también es degustada en este día. Foto EDH/ Archivo Las hojuelas con miel han sido un tradición en esta día desde décadas pasadas. Foto EDH/ Archivo Pero por lo general en países de América Central y en la región andina en América del Sur, desde el noroeste de Argentina hasta los Estados Unidos, se celebra en menor grado. Foto EDH/ Archivo Aunque la fecha oficial es el 2 de noviembre, la celebración se inicia la noche del 1 de noviembre donde se les rinde homenaje a los santos y a los niños difuntos; luego, desde la madrugada del día 2, empieza el verdadero ritual. Foto EDH/ Archivo Esta celebración se originó como un sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos). Foto EDH/ Archivo Foto EDH/ Archivo
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