Ecuador se convierte durante Semana Santa en un destino que despierta los sentidos, donde la fe y la tradición culinaria se entrelazan para ofrecer una experiencia única. Es porque la gastronomía en esta época del año va más allá de lo religioso; es un reflejo de la identidad nacional, un mosaico de sabores que narra siglos de historia y mestizaje.
Uno de los platos emblemáticos es la fanesca, una sopa espesa y sustanciosa que simboliza la unión de una diversidad de personajes bíblicos a través de sus diferentes granos: habas, lentejas, chochos, mellocos y más, combinados con bacalao, leche y calabazas.
Este platillo, originario de la región andina, se prepara con dedicación en cada hogar y se sirve como un acto de comunión familiar. Acompañado de empanadas de viento —masas fritas rellenas de queso que se inflan al calor del aceite— y molos de papa —puré mezclado con queso y hierbas—, la mesa se convierte en un altar de sabores tradicionales.
Pero la gastronomía de Semana Santa en Ecuador no se limita a la sierra. En la Costa Pacífico, el encebollado de pescado —una sopa caliente de albacora con yuca y curtido de cebolla— y los ceviches de camarón o concha —mariscos marinados en limón y jugo de tomate— son protagonistas.

Mientras tanto, en la Amazonía, el maito —pescado envuelto en hojas de bijao y asado al carbón— ofrece un sabor ahumado y aromático que conecta con la selva. Para cerrar con dulzura, están el dulce de higos con queso —una combinación de texturas y sabores contrastantes— y la colada morada, bebida que, aunque es tradicional del Día de los Difuntos, en algunas regiones también se disfruta en esta temporada.
UN DESTINO GASTRONÓMICO
Visitar el territorio ecuatoriano durante esta época es adentrarse en un universo donde la comida es parte esencial de la celebración. Las calles de ciudades como Quito y Cuenca se llenan de mercados que ofrecen los ingredientes frescos para preparar estos platillos, mientras las procesiones religiosas crean un ambiente solemne y festivo a la vez.

Laura Donoso, embajadora de Ecuador en El Salvador, recomienda no perderse la fanesca, pero también explorar los dulces tradicionales como las torrejas o el chocolate ecuatoriano, reconocido mundialmente por su calidad. Por supuesto, anima a los salvadoreños a descubrir lo sabores de su país en cualquier época del año.
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La riqueza gastronómica del país es el resultado de un largo proceso de sincretismo. Las culturas prehispánicas sentaron las bases con el cultivo de maíz, papa y yuca, y técnicas como la cocción en hojas de plantas. Con la llegada de los incas, se incorporaron ingredientes como la quinua y métodos de conservación como la deshidratación, según lo detallado por el cocinero profesional Simón Arias en el texto "Gastronomía de Ecuador" compartido digitalmente por la Cámara de Comercio Empresarial.
Ahora bien, fue durante la Colonia cuando la cocina ecuatoriana vivió una transformación radical: los españoles introdujeron el cerdo, el trigo, los lácteos y especias, creando fusiones como el hornado (cerdo horneado con piel crujiente) o los llapingachos (tortillas de papa con queso).

DIVERSIDAD EN CADA BOCADO
La geografía única de Ecuador —dividida en Costa, Sierra, Amazonía y Galápagos— se refleja en su gastronomía. En la Costa, el marisco es el rey: desde el ceviche hasta el encocado (mariscos en salsa de coco), los sabores son frescos y vibrantes. En la Sierra, los platos son más contundentes, con base en papas, maíz y carnes como el cerdo o el cuy. La Amazonía sorprende con ingredientes exóticos como la chonta (palmito) o la guayusa (hoja energizante), mientras que Galápagos ofrece una cocina marcada por la pesca sostenible y productos únicos como el café cultivado en suelo volcánico.
Vale subrayar que la gastronomía ecuatoriana es un viaje en sí misma, una mezcla de historia, cultura y sabores que se intensifican en Semana Santa. Desde los mercados andinos hasta las playas de la Costa, cada rincón del país ofrece algo único para el paladar. Probar estos platillos no solo es disfrutar de una comida, sino también ser parte de una tradición que ha resistido el paso del tiempo. Ecuador no solo se ve y se siente, se saborea. ¿Te animas?


(Artículo elaborado con asistencia de IA)