El paso de azacuanes por El Salvador es un fenómeno natural que se ha vuelto cada vez más popular en redes sociales, donde videos y fotos de estas aves migratorias han capturado la atención de miles.
Los azacuanes, que forman parte del grupo de aves conocidas como gavilanes o rapaces, realizan su vuelo migratorio cada año, generalmente entre septiembre y octubre.
Según la creencia popular en El Salvador, su aparición en grandes bandadas es una señal inequívoca de que la temporada de lluvias está llegando a su fin y que la época seca, conocida como verano, está por comenzar.
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Estas aves vuelan en grandes grupos, formando figuras en el cielo que parecen coreografías perfectamente coordinadas.
Este espectáculo ha llevado a muchos salvadoreños a grabar y compartir el momento en redes sociales, viralizando las imágenes en plataformas como TikTok y Facebook.
El fenómeno no solo atrae a curiosos, sino también a amantes de la naturaleza, que encuentran en el vuelo de los azacuanes un recordatorio del equilibrio natural que aún prevalece en ciertas regiones del país.
En cuanto a la biología de estas aves, los azacuanes pertenecen a una especie migratoria que viaja desde América del Norte hasta América del Sur, cruzando por Centroamérica en su ruta hacia tierras más cálidas para pasar el invierno.
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Aunque el fenómeno es cíclico y predecible, sigue sorprendiendo cada año por la cantidad de aves que participan en el vuelo migratorio.
Se estima que millones de estas aves pasan sobre El Salvador, aprovechando las corrientes térmicas para viajar grandes distancias sin necesidad de aletear constantemente, lo que les permite ahorrar energía.
El impacto cultural de los azacuanes va más allá de la simple observación. Para los salvadoreños, estos pájaros representan un cambio de ciclo, un símbolo de transición entre las estaciones.
En muchas comunidades rurales, su llegada también está asociada a creencias agrícolas, ya que se considera un buen augurio para la próxima temporada de cosechas.
Este fenómeno natural, ahora viral en redes, no solo es un recordatorio de la belleza de la naturaleza salvadoreña, sino también de las tradiciones y creencias que, generación tras generación, se mantienen vivas.
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