Sobre la calle Delgado, unos pasos atrás del Cine Metro, han quedado al descubierto después de los recientes desalojos de vendedores informales los escalones que bajan a “El Hoyo”; este espacio que por más de 35 años ha cambiado de administración y de nombre, es reconocido por la comunidad LGBTIQ+ como un lugar que, incluso en los tiempos más violentos y cuando la discriminación social era aún más cruda, fue su refugio.
Aunque no hay un relato formal de cómo surge la idea de nombrarlo “El Hoyo”, se puede inferir que es porque es un sótano que está pintado totalmente de negro y acondicionado con luces de colores, espejos y cuadros alusivos al orgullo LGBTIQ+, en un área que no tiene más de diez metros de ancho por ocho de largo.
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El ambiente es alegre. E n su mayoría, hay personas mayores de 40 años, entre los que hay uno que otro joven que por lo “open mind” del sitio lo ha adoptado como su lugar para divertirse el fin de semana.
Aquí, los visitantes constantemente cantan las canciones que ponen en la rocola o que piden al bar tender a todo pulmón. Las preferidas de siempre son las de Mónica Naranjo, Gloria Trevi, Las Flans, Juan Gabriel y músicos más contemporáneos como Karol G y Bad Bunny, entre otros.
La atmósfera en este bar es única; ningún otro bar gay se le compara, comenta Paula Cruz, una jovencita hondureña que visita el lugar con su novia. “Aquí es muy amigable y los precios son realmente cómodos todavía”, declara muy sonriente.
Fabiola, una performista drag queen que tiene poco menos de un año de haberse iniciado, asegura que este sitio le dio la inspiración para dar el paso a esta forma de entretenimiento en el ámbito de la diversidad. “Me gusta mucho la energía que hay y eso me inspiró a que mi show sea más de felicidad y no de despecho”, expresó vestida de verde y guantes negros.
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Andrés, de aproximadamente 30 años, indica que tiene diez años de frecuentar este bar. Lo visita con sus amigos Arnulfo y Alexander, quienes en conjunto reconocen que no es un lugar cualquiera y lo describen como un espacio histórico para la comunidad, donde no hay riesgos y en el que los parroquianos son ya una familia.
Como clientes frecuentes admiten que se sienten un poco preocupados por lo que trae la gentrificación (renovación de una zona urbana) del centro. “Podríamos decir que era nuestro escondite, ahora tenemos un poco de miedo de quien entre, ahora puede que nosotros seamos los discriminados”.
Shirley Ramos, actual administradora desde hace un año y medio —luego de la muerte de don Luis Villeda, quien era el anterior administrador y conocido por administrar también el famoso billar La Dalia—, comenta que tiene como misión cuidar el legado del espacio para sus clientes más antiguos, que son historia viviente de la discriminación por preferencia sexual, y para las nuevas generaciones que seguirán buscando un lugar donde se sientan seguros para ser ellos mismos.
Ramos añade que ella misma fue cliente frecuente durante cinco años, antes de ser administradora. Sus amigos le contaron cómo fue un refugio para muchos de ellos durante el tiempo de la guerra. “Aquí incluso dormían y cuando cerraba por temporadas, aseguran que se sentían desprotegidos”.
La administradora también comenta que ella es la cuarta persona en llevar las riendas del negocio y cuenta que el bar nació siendo un espacio para personas que, en un inicio, solo se identificaban como homosexuales.
“La Leyenda del Hoyo” ha tenido otros nombres. Anteriormente se llamaba “La Iguana”, pero sus clientes le llamaron “La Iguana Gay”, y anterior a eso, se llamó “Bachata”. Esta es la segunda vez que regresa a tener el nombre de “El Hoyo”, al que se le agregó la palabra “Leyenda”. Shirley decidió llamarlo así por el valor histórico y sentimental que tiene el bar.
El Hoyo está abierto de lunes a domingo desde las 4:00 pm hasta las 2:00 am, para todas las personas mayores de edad que quieran pasarla bien, que sean tolerantes y respetuosas, pues la política principal del lugar es la cero discriminación.