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María Isabel Rodríguez: Una vida plena y trascendente

El trabajo de María Isabel en la salud ha sido muy social, tanto en la investigación como en el diseño y ejecución de políticas públicas. Lo mismo sucede en el área de educación, todo lo que se enseña en las aulas repercute en la sociedad. Y por eso su vida es trascendente

Por Carlos Gregorio López Bernal | Nov 12, 2024- 16:52

La doctora María Isabel Rodríguez cumplió 101 años. Foto EDH/ Menly Cortez

La vida nos ofrece múltiples posibilidades: Hay vidas cortas e intensas que tratan de compensar la brevedad con la pasión, pero se desvanecen rápidamente. Hay vidas largas, incluso bien vividas, pero intrascendentes. Son esas esas que trascurren de manera anodina y no dejan huellas tras de sí. Pero también hay vidas largas, intensas y que se forjan en la lucha diaria por conseguir aquello que se proponen, incluso yendo a contracorriente. Más aun, sus afanes y desvelos no están orientados por intereses egoístas, sino por el convencimiento de que dichos esfuerzos ayudarán a mejorar la vida de los otros. Son vidas que se entregan al servicio de los demás.

Sin duda alguna María Isabel es uno de esos casos. De origen humilde, se enfrentó a la vida sin más capital que su inteligencia, perseverancia y voluntad. Apostó a formarse académicamente en un tiempo cuando la mayoría de las mujeres aspiraban a lo sumo a un empleo. Cuando para ellas, trabajar fuera de casa ya era ganancia. Decidió estudiar medicina, una carrera entonces dominada por los hombres, en la que tuvo que ganarse su lugar demostrando en cada curso su valía. María Isabel goza contando que cuando entró a medicina, el mismo decano de la facultad le aconsejó que buscara otra carrera.

La perseverancia y la disciplina son muy importantes. Mucho más en estos días, cuando se ha puesto de moda la idea del éxito fácil y rápido. No es extraño que, en las encuestas, muchos jóvenes expresen que aspiran a ser “influencers”, actividad que, con raras excepciones, resume bien la aspiración de ser “famoso” y tener dinero de manera rápida, sin importar la formación académica. La misma lógica aplica en el caso de la inversión en criptomonedas; hay quienes creen que el país saldrá del subdesarrollo con solo invertir en Bitcoin. El éxito fácil se ha vuelto una obsesión para muchos y también fuente de desencantos.

María Isabel entendió la importancia de continuar su formación profesional y realizó estudios de posgrado en cardiología y fisiología en México. Al regresar a El Salvador ejerció la docencia y llegó a ser decana de la Facultad de Medicina en los años en que esta era un referente a nivel regional. La situación política del país la hizo emigrar, como miles de compatriotas. Y se dedicó a estudiar y a trabajar en organismos internacionales en donde acumuló una amplia experiencia que aplicó a la formulación de políticas de salud pública a nivel internacional y que aplicó directamente en el país, cuando regresó a mediados de la década de 1990. Para entonces, ya rondaba los 70 años.

Otra persona hubiera regresado a disfrutar de su retiro. Pero no, ella se dedicó a hacer lo que siempre hizo: trabajar. Primero asesorando al decanato de la Facultad de medicina de la UES y luego en la rectoría de la Universidad de El Salvador por dos periodos. En esos años trabajó arduamente por transformar esta universidad. En un primer momento se apostó a la reconstrucción física y luego al desarrollo académico. Hay cada historia detrás de ese rectorado. Apostó por la investigación, para lo cual obviamente se necesita financiamiento. Resultó que no había una partida presupuestaria que justificara sus demandas antes el ministerio de hacienda. Hubo que crear una de cien colones. Al menos ya existía. Con esa base se creó el Consejo de Investigaciones Científicas en 2001, hoy convertido en Secretaría.

Al dejar la rectoría, dijo que se dedicaría a escribir y a descansar. Para nada, se vinculó a diferentes proyectos, entre estos asesorar la creación de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), un proyecto estratégico de la primera administración de Lula da Silva, estratégicamente ubicada en Foz de Iguazú, en donde el portuñol es la lengua franca. Estuve en esa universidad hace unos años, y casualmente uno de los profesores que me invitó había acompañado a la Dra. Rodríguez en una estancia ahí. Lo que más le había impactado de ella era su energía, “esa señora es incansable”, me dijo. Ciertamente que lo es.

En 2009 asumió otro reto, ser ministra de salud en el primer gobierno de izquierda de El Salvador, apostando por la reforma de salud, un proyecto en el que venía trabajando desde hacía un tiempo. La reforma de salud fue el proyecto insignia de ese gobierno, tengo la impresión que fue así por dos cosas: una porque ninguna cartera tenía una propuesta ya elaborada, y dos porque la Dra. Rodríguez tuvo la habilidad suficiente para convencer de que tenía algo viable y necesario para el país. Al terminar esa gestión, pasó a ser asesora de la presidencia en salud y educación. Tiempo después, en buena medida por influencia del Dr. Salvador Moncada, comenzó a escribir sus memorias. Desistió de hacerlo; “yo no puedo escribir sobre mi misma”, me dijo un día.

Tuvimos una larga discusión al respecto. Traté de hacerle entender que unas memorias no tienen que tener el método y la rigurosidad de la historia. Obviamente conllevan un grado de subjetividad, lo cual no las desvirtúa. Las memorias son la visión personal de una vida, que a posteriori pueden ser una fuente para los historiadores. Al final se acordó conformar un equipo de investigadores que escribirían una especie de biografía comentada, estructurada en capítulos que tratarán periodos de su vida. Comentada, porque María Isabel leería y comentaría los trabajos; además, sería “fuente” en tanto los autores la entrevistarían en caso necesario. El resultado sería una especie de rara; un híbrido, en donde la biografiada, es fuente, y revisora a la vez. Además, escribe el epílogo. El proyecto se ha demorado en demasía. Ojalá se haga realidad pronto. Será una gran satisfacción para ella; y ojalá tenga la valía de un homenaje.

Hace unos días María Isabel cumplió 102 años. Fue un gusto compartir con ella y sus amigos. Fue tan gratificante verla tan animada y feliz, “cantándose” las mañanitas. Un gesto tan humano en una persona extraordinaria. Eso es lo que yo llamo una vida larga e intensa, cuyo principal mérito es dedicarla al servicio de los demás. Su vida se movió en dos campos: salud y educación. Ambos son eminentemente sociales. En ellos se trabaja para atender necesidades de los otros, necesidades que van desde los individuos al conjunto de la sociedad.

El trabajo de María Isabel en la salud ha sido muy social, tanto en la investigación como en el diseño y ejecución de políticas públicas. Lo mismo sucede en el área de educación, todo lo que se enseña en las aulas repercute en la sociedad. Y por eso su vida es trascendente; no se agota en sí misma, sino que se multiplica en los otros. María Isabel siempre dice que tiene mucho que agradecerle a la vida. En realidad, la vida debe agradecerle porque ha sabido vivirla, ayudando a muchos más…

Historiador, Universidad de El Salvador

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