A las 6 de la tarde del 6 de febrero de 1894, en el edificio de la Gobernación Departamental de Santa Ana se desarrolló una ceremonia de matrimonio civil. El contrayente era un súbdito británico, que afirmaba tener 24 años y respondía al nombre de Herbert Fryer.
Nacido en la ciudad de Manchester, Lanchasire, donde fue bautizado por el ritual anglicano el 24 de julio de 1869, el joven Fryer era hijo del matrimonio formado en 1868, en Ormskirk, por Rokeby Fryer (Charlton On Medlock, 1837-West Derby, 10/8/1901) y Louisa Marie Wain (Manchester, 1844-¿?). Su progenitor era empleado comercial y cajero, mientras que su madre se dedicaba al cuidado del hogar. Para el censo de 1861, la familia residía en Moss Side, Lancashire. Diez años después, vivían en Broughton, siempre dentro de la comprensión administrativa de Lancashire. Para el censo británico de 1881, aquel grupo familiar se había incrementado con la llegada de otros hijos: Henry (1871) y Amy (1873). Una década más tarde, en aquel hogar ya sólo moraban los padres y Amy, que nunca se casaría.
La esposa de Herbert Fryer tenía 26 años. Era salvadoreña, de oficios domésticos y se llamaba Carmen Ezeta Corleto. Ella y su hermana Otilia eran hijas de Eligio Ezeta Amaya (1852, San Miguel, 2/7/1881) y de su esposa Carmen Corleto. Sus hermanos eran los generales Carlos Basilio y Antonio Ezeta, quienes desde el 22 de junio de 1890 ocupaban los cargos de Presidente y Vicepresidente de la República.
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Llegado a El Salvador durante la bonanza cafetalera de la última década del siglo XIX en la zona santaneca, Fryer formaba parte de los contingentes de profesionales británicos de comercio y banca que fueron atraídos por el llamado “grano de oro”, en momentos en que se necesitaban cajeros para las fincas y bancos abiertos durante esa época de incremento del cultivo y exportación del monocultivo.
Para desgracia de la familia Fryer-Ezeta, el régimen bicéfalo de los hermanos generales fue derrocado por Los 44, que comandaron una guerra contra ese régimen desde territorio guatemalteco, entre abril y junio de 1894. Al final, ambos militares se marcharon al exilio y murieron en los puertos de Mazatlán (México) y Panamá, lejos de sus familias respectivas. Los restos de Carlos aún yacen en territorio mexicano, mientras que los de su hermano se perdieron hace unas dos décadas, durante la remodelación del Cementerio Chino del barrio panameño Chorrillo.
Los conocimientos de comercio y banca del señor Fryer le permitieron emprender nuevos negocios. Trasladó a su familia a la ciudad de Nueva San Salvador, cabecera departamental de La Libertad. Adquirió uno de los cuatro beneficios de café de la zona. A partir del segundo semestre de 1907, emprendió las acciones necesarias para fundar una entidad bancaria en la ciudad, a la que dio por nombre el de Banco Tecleño.
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El 4 de abril de 1908, mediante las páginas del Diario Oficial, esa entidad convocó “a los señores accionistas [...] para una Junta General Extraordinaria” que se desarrollaría el 19 de ese mismo mes, con el objetivo expreso de nombrar la junta directiva en propiedad y aprobar los estatutos. El aviso apareció firmado por H. Fryer en su calidad de gerente de la entidad financiera en formación. Esa reunión de socios e inversionistas no se pudo concretar, por lo que, mediante un nuevo aviso en el periódico gubernamental, Fryer informó que “no habiéndose verificado la Junta General Extraordinaria del Banco Tecleño el día de ayer, por falta de quórum, se vuelve a citar a los señores accionistas para dicha Junta que tendrá lugar el día 25 del corriente, a las tres de la tarde, en la oficina del Banco”, ubicada frente a la esquina surponiente del parque Daniel Hernández.
Llegados a este punto, es posible especular que la situación familiar y financiera de la familia Fryer-Ezeta no era bonancible. El 5 de mayo de 1908, Herbert Fryer llegó al puerto estadounidense de Nueva York, procedente del panameño Colón. Llevaba a sus hijos Thomas Lockett (Santa Tecla, 27/6/1901-Yorkshire, 1970) y Charles Hubert (Santa Tecla, 1903). Los conducía hacia Reino Unido, para que vivieran en Waterloo (Lancashire), con su abuela Louise y su tía Amy. Tres años más tarde, el censo los registró en esa misma ubicación. Para entonces, su madre Carmen había muerto de conmoción cerebral durante un parto, el 7 de abril de 1910 y dejaba a cargo de su padre Herbert a María del Carmen Amanda (después de Davidson, Santa Tecla, 1905- San Salvador, 29/5/1987) y al pequeño Juan José. La noticia de su fallecimiento fue publicada por The Manchester Evening News, no. 12824, jueves 28 de abril de 1910, pág. 4.
Entre 1908 y 1909, el señor Fryer continuó con sus afanes por registrar su Banco Tecleño. Sin embargo, en la Memoria de Hacienda y Crédito Público (Diario Oficial, tomo 66, no. 79, sábado 3 de abril de 1909, pág. 597), leída ante el pleno legislativo por el ministro Manuel López Mencía, sólo aparecen autorizados cuatro bancos en todo el territorio nacional: Salvadoreño, Occidental, Agrícola Comercial y Nacional, con un capital conjunto de 10 millones de colones.
El 31 de julio de 1911, el Diario Oficial publicó un balance del Banco Tecleño. No informaba de emisión de billetes ni de recepción de depósitos de ahorrantes. Su cartera era de “préstamos y habilitaciones” y ascendía a 167,236.10 colones. En el pasivo, en el rubro “Varios acreedores”, registró el monto de 167,175.30 colones. Por ese motivo, es muy posible que el Banco Tecleño, al igual que ocurrió con el Banco de Sonsonate y el Banco de Ahuachapam, no fueran más que nombres comerciales asignados a cajas de crédito, pero que no contaban con facultades emitir billetes o monedas, para captar depósitos del público o estar sometidos a los periódicos arqueos del gobierno o a la exigencia de publicación del pago de dividendos.
La urbe tecleña contaba con una Caja de Ahorros de Nueva San Salvador (Diario Oficial, tomo 43, no. 202, viernes 3 de septiembre de 1897, págs. 1465-1466), pero no hay evidencia de que esa entidad fuera la base legal para el establecimiento del Banco Tecleño. En todo caso, fue un banco que en realidad no lo fue, pero que sí adquirió propiedades y las registró a su nombre en el catastro local. Una de ellas fue una casa de 14.5 metros de frente, ubicada en el barrio tecleño de Belén, la que antes perteneció al banquero Ángel Guirola de la Cotera, uno de los fundadores del Banco Salvadoreño, en 1885.
Un nuevo impacto negativo en la vida del señor Fryer sobrevino con los terremotos y erupción volcánica del jueves 7 de junio de 1917. Muchas de las propiedades urbanas y rurales de Nueva San Salvador resultaron dañadas por ambos fenómenos naturales. Una de ellas fue la del Instituto Moderno, fundado en 1915 en la que fuera la sede original del Banco Tecleño. Uno de sus cofundadores fue el señor Fryer. Una congestión cerebral lo mató el 20 de noviembre de 1917. Sus restos recibieron sepultura en el cementerio civil de la localidad tecleña. Unas semanas más tarde, la sucesión testamentaria de su padre se resolvería a favor de su madre, tras casi 16 años de procesos judiciales.
A las 3 de la tarde del 30 de enero de 1918, el licenciado Antonio Martínez Quezada, juez primero de Primera Instancia del distrito tecleño, asignó la custodia temporal de los hijos e hijas del matrimonio Fryer-Ezeta al súbdito británico William Traynor (casado con María Sigüenza y padre de Juan, nacido en 1927 y fallecido en 1975). A él le correspondió continuar con la administración de la sucesión Fryer, que hasta mediados de la década de 1920 aún tenía algunas propiedades en gestión y venta. Los hijos e hijas de los Fryer-Ezeta crecieron. Unos vivieron en Reino Unido, otros en El Salvador y algunos descendientes se trasladaron a residir a los Estados Unidos de América.
En Santa Tecla y San Salvador, vetustos archivos de oficinas municipales y del catastro quizá posean información acerca del destino de las propiedades que alguna vez pertenecieron al Banco Tecleño, la entidad financiera que nunca llegó a ser lo que su nombre anunciaba.