A las 11:30 horas del jueves 25 de julio de 1935, en el Salón Rojo del Palacio Nacional, el presidente y brigadier Maximiliano Hernández Martínez recibió las cartas credenciales del doctor Hori Yoshimatsu (1895-1958), primer diplomático concurrente para todo el istmo centroamericano, por designación hecha desde Tokio por el 124º. emperador Showa (Hirohito).
La Guardia Nacional hizo una valla de honor, mientras que la Banda de los Supremos Poderes entonaba el himno nacional japonés. El mandatario estuvo acompañado, entre otros funcionarios, por los titulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Dres. Miguel Ángel Araujo y Arturo Ramón Ávila, mientras que el diplomático nipón llegó con Minoru Izawa (17.dic.1897-¿?), su secretario en la Legación Imperial en la capital mexicana, un académico latinoamericanista y responsable de la aclimatación de los cerezos (sakuras) en las riberas del lago mexicano de Zempoala. Tras los discursos de rigor, la ceremonia concluyó con la salida de las autoridades, mientras sonaba el Himno Nacional salvadoreño.
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Con oficinas situadas en el no. 190 de la Avenida de los Insurgentes de la ciudad de México, Hori Yoshimatsu se desempeñaba desde septiembre de 1931 como ministro residente del Imperio del Japón en México. En su palmarés diplomático figuraba ya que había sido cónsul en Vancouver (Canadá, 1913-1914) y encargado de negocios en la Legación japonesa en Beijing (China, 1927-1928). El 28 de abril de 1936 cesó en su cargo en México y Centroamérica y dejó como encargado de negocios ad-interín a Minoru Izawa, quien ya había desempeñado igual cargo en Cuba (1934) y lo ocuparía también en Panamá (1941). El 2 de septiembre de 1936, Hori Yoshimatsu fue electo para la junta de directores de la Domei News Agency, el servicio noticioso imperial que daría cobertura a la Segunda Guerra Mundial (rebautizado como Kyodo News). Con rango militar de mayor, dirigió la Chichi Jima Radio durante la batalla de Iwo Jima.

Desde la Exposición Universal de París, en 1867, Japón y El Salvador se habían cruzado en diversos eventos internacionales, pero nunca había intentado realizar algún acercamiento diplomático o comercial, incluso tras la visita a Tokio y Yokohama de intelectuales como Arturo Ambrogi Acosta (1875-1936). Por eso, resultó muy llamativo que el lunes 14 de mayo de 1900, el médico Dr. Rafael Zaldívar (1834-1903), expresidente de la república y ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de El Salvador ante el gobierno mexicano del general Porfirio Díaz Mori, escribiera un informe al secretario salvadoreño de Relaciones Exteriores, en el que detallaba sus reuniones con el ministro japonés Yoshifumi Murota, "relativas a la oportunidad y conveniencia de celebrar un Tratado de Amistad, Navegación y Comercio, sobre las mismas bases de reciprocidad del que está vigente [desde 1888] entre el Japón y México. El ministro nipón se comprometió a que en su próximo viaje a Tokio pediría instrucciones a su gobierno, presidido por el 123º. emperador Taisho Tenno (Yoshihito), pero que él creía que ese documento binacional podría negociarse con él mismo o con el ministro japonés residente en la capital francesa. La expectativa salvadoreña se centraba en que productos como tabaco, añil y café pudieran ingresar al territorio nipón sin derechos de ninguna clase o con los menores gravámenes posibles.
El sábado 9 de junio de 1900, el canciller salvadoreño Dr. Francisco A. Reyes le escribió a su homólogo nipón "manifestándole el deseo de iniciar relaciones diplomáticas de paz y amistad entre la República de El Salvador y el Imperio Japonés", para así iniciar las negociaciones de un convenio o tratado entre sus respectivas representaciones diplomáticas en Washington D. C., México o París. El miércoles 19 de septiembre, el barón Takahira Kogoro (1854-1926), enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Japón en la capital estadounidense le escribió al Dr. Zaldívar, por entonces en París, que su gobierno "accedía gustoso a la conclusión de un Tratado sobre bases semejantes a las que se han consignado entre Japón y México" y que la principal urbe estadounidense era el lugar más indicado para desarrollar las negociaciones. Sin embargo, el asunto cayó en el olvido por parte de ambos gobiernos. En la ciudad de México, el ministro japonés ya no retornó tras su viaje a Tokio, sino que a partir del 5 de diciembre de 1900 fue reemplazado por Aimaro Sato (1857-Tokio, 12.ene.1934, posterior ministro residente en Canadá y en la capital estadounidense de 1916 a 1918), mientras que el Dr. Zaldívar vivió sus años finales en París.

En ese retraso de gestiones también influyó la política exterior de El Salvador, que en varias ocasiones se opuso a los deseos expansionistas y colonialistas del Mikado japonés. Por ejemplo, en julio de 1907, durante una conferencia internacional en La Haya dedicada a asuntos marítimos, el representante salvadoreño Pedro Jaime de Matheu fue uno de los 21 delegados que votaron a favor de la inviolabilidad de la propiedad privada en el mar, votos que estuvieron en contra de las aspiraciones de Japón, Gran Bretaña, España, Portugal y la Triple Alianza (establecida desde 1888 por Alemania, el imperio austrohúngaro e Italia). Una oportunidad de distensión entre Japón y las repúblicas americanas con costas a su mismo océano se dio en 1915, durante la Panama-Pacific International Exhibition, que tuvo lugar en el puerto californiano como una forma de promover el recién construido canal interoceánico en el istmo panameño.
Para mediados de diciembre de 1922, el cónsul salvadoreño en la ciudad portuaria estadounidense de San Francisco, el ingeniero Pedro Salvador Fonseca (1873-1936), informaba a San Salvador que gestionaba el envío de muestras de café nacional a potenciales compradores japoneses, con la finalidad de interesarlos y que abrieran su mercado a ese cultivo monoagroexportador. Un año más tarde, la firma japonesa Shima Trading Company, dedicada al rubro de importaciones y exportaciones, expresó su interés por comprar bálsamo salvadoreño y otras plantas medicinales o de posibles usos para la farmacéutica. Ambas gestiones no rindieron los frutos esperados ni se dio un paso más en la firma de un tratado comercial salvadoreño-japonés.
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Al mediodía del miércoles 5 de noviembre de 1924, en la residencia de la Legación japonesa de la ciudad de México, situada en el número 21 de la calle de Mérida, el ministro Shigetsuna Furuya (Ehime, 12.jun.1876- Sao Paulo, Brasil, 13.jun.1967) organizó un banquete oficial para presentar al Dr. Iwataro Uchiyama (Maebashi, 28.feb.1890-19.nov.1971), un católico que en ese momento era secretario del Departamento Comercial del Ministerio de Asuntos Extranjeros del Japón y jefe de la comisión comercial especial enviada por el imperio para inspeccionar las situaciones generales existentes en las repúblicas centro y suramericanas. El Dr. Uchiyama sería más conocido como el promotor del ingreso de Japón a la Liga de las Naciones y ocuparía puestos diplomáticos en Madrid (1912), Santiago de Chile, Río de Janeiro (1917) y embajador en Buenos Aires (1937). Entre otros representantes de la diplomacia latinoamericana, en ese ágape estuvo presente Cecilio Bustamante Magaña (San Miguel, 26.jun.1871-San Salvador, 24.jun.1965), ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la República de El Salvador en México. Por la representación japonesa estuvieron Koshida Saichiro (1884-1963), entonces secretario jefe de la Legación japonesa en territorio mexicano, antes fue cónsul general en Milán -1921- y Batavia -actual Yakarta-, así como futuro encargado de asuntos ad interín en México -enero a diciembre de 1926- y España -de abril a noviembre de 1932- y segundo ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de Japón en Panamá, México y las repúblicas centroamericanas (1938-1939).

Tres semanas después de esa comida, la comisión comercial japonesa presidida por el Dr. Iwataro Uchiyama y el secretario Koshida Saichiro e integrada por el ingeniero Ryusaburo Muroki, el médico e inspector sanitario militar Dr. Juro Hatori (Fue desintegrado en Hiroshima por la bomba atómica del lunes 6 de agosto de 1945) y un canciller-agente sin nombrar, llegó a San Salvador para "investigar las condiciones comerciales" de El Salvador. En los siguientes diez años, El Salvador recibiría otras delegaciones japonesas, formadas por personas dedicadas a la diplomacia, aviación, empresas, periodismo y arqueología.
Llegado a la capital mexicana el viernes 7 de enero de 1927, el nuevo enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Japón en México, Dr. Arata Aoki (Kumamoto, 11.feb.1881-10.ene.1970), mantuvo el interés del Trono del Crisantemo por la situación centroamericana y caribeña. Pruebas de ello fueron su participación, en calidad de vicepresidente, en la Segunda Conferencia Internacional de Emigración e Inmigración (La Habana, del 31 de marzo al 17 de abril de 1928) y su visita no oficial a El Salvador, cuyos días de estancia -iniciados el lunes 11 de febrero de 1929- combinó entre turismo de ocio y observación de la realidad nacional.
En noviembre de 1927, el fabulista cojutepecano León Sigüenza Mineros (1895-1942) abrió el primer consulado de El Salvador en Tokio (Japón). Fue el primer establecimiento diplomático de una república centroamericana en el Imperio del Sol Naciente, con oficinas iniciales situadas en el Hotel Imperial (1923-1968), construido por Frank Lloyd Wright. Ese consulado estuvo abierto hasta mayo de 1930. Sigüenza volvería a ocupar ese cargo consular en dos ocasiones más (oct.1930-oct.1931 y oct.1933-oct.1941), en la tercera de las cuales tomaría parte crucial en el reconocimiento oficial salvadoreño al Imperio de Manchukuo, creado por el Mikado japonés en la Manchuria china (1931-1945).
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El gobierno martinista declaró el estado de guerra contra el Imperio del Japón mediante el decreto no. 90, emitido por la Asamblea Legislativa desde el Salón Azul del Palacio Nacional, a las 12:55 horas del lunes 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque contra la base militar estadounidense de Pearl Harbor. Esa declaratoria de ingreso salvadoreño a la Segunda Guerra Mundial le fue entregada a Tatsuo Takashima, agregado civil y encargado de la Legación de Japón en San Salvador. La supresión de esa condición bélica llegaría hasta el 8 de septiembre de 1951, con la firma del Tratado de Paz de San Francisco entre las 49 naciones aliadas y Japón. Desde entonces, los sakuras y los maquilishuats son símbolos florecientes de hermandad, cooperación y bienestar entre ambos pueblos.
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