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Pareja vive con “fantasmas” en Santa Ana

Sombras, golpes y murmullos son algunos de los espectros con los que ha convivido una pareja por más de 10 años, al considerarse inquilinos en “el castillo embrujado de Santa Ana”.

Por Jonatan Funes | Nov 03, 2023- 07:15

La fachada de una casa no deja de llamar la atención de todos los que transitan por la 13a. calle poniente y segunda avenida Sur del departamento de Santa Ana. La inmensa vivienda con sus paredes agrietadas, ventanales sellados, y en total abandono, hace referencia al nombre que le han dado: “el castillo embrujado”.

Sus inquilinos, Antonio Escobar, de 76 años, y Denis Garay, de 34, son una pareja que se ha acomodado a vivir en esta casa que no tiene agua, energía eléctrica y con el agravante, según ellos, que ocurren eventos que pueden ser catalogados como paranormales.

Antonio tiene 17 años de vivir en el lugar, explicó que un hombre de quien no recuerda su nombre y que no es el propietario lo invitó para que cuidara la casa que estaba abandonada y había acumulado toda clase de basura que las personas que ingresaban dejaban.

La pareja prefiere vivir en la casa, aunque no tengan los servicios necesarios como agua y energía eléctrica. No tienen otras opciones por lo que ambos se apoyan y reconocen haberse acostumbrado a los sonidos y sensaciones extrañas dentro del lugar. Foto EDH/ Jonatan Funes

Años después conoció a Denís, se hicieron novios, la invitó a la casa y ahora viven juntos.

La pareja asegura que por su situación económica no tienen más opción que vivir en estas condiciones, pero que se han acostumbrado a las cosas inusuales que ocurren en esta vivienda. Por ejemplo, el sonido de un taconeo sobre el piso, golpes en la pared, siluetas de personas, risas, murmullos, entre otras cosas.

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Al principio les generó temor, pero se acostumbraron; hasta piensan que los “espectros” que generan estos ruidos ya los aceptaron como colonos.

Denís recorre uno de los corredores de la vivienda donde aseguran que se aparece una silueta de mujer con tacones. También se escuchan sonidos de murmullos. Foto EDH/ Jonatan Funes

“Yo sabía que decían que asustaban, pero pensaba que era mentira. Cuando vine a vivir acá, tenía una hamaca en la parte de arriba donde me iba acostar, ahí escuchaba como le pegaban a la pared, eso en el día. En la noche escuchaba que tiraban piedras a un cuarto, iba a inspeccionar y no era nada”, comentó Escobar.

La casa esta dividida por niveles, tiene más de 10 cuartos, azotea y una arquitectura valiosa muy propia de la década de su construcción.

En algunas partes de la casa se observa maleza que ha crecido con el paso del tiempo. Este es uno de los pasillo externos que dan vista a la calle. Foto EDH/ Jonatan Funes

En el interior hay una placa con fecha de 1980 que hace constar que en el inmueble funcionó el Centro Escolar “Dr. Humberto Quintero”.

También están marcadas sobre una pared las secciones y grados que habían en la escuela en ese tiempo.

La vivienda tomó más relevancia por las experiencias que Antonio y Denís han vivido y contado a los curiosos que han acudido al lugar, tanto así, que años atrás algunas personas que les gusta la adrenalina y les llama la atención este tipo de fenómenos la han visitado.

En redes sociales y en noticieros le han bautizado como “el castillo embrujado”.

La casa comenzó a llenarse de raíces en sus paredes viejas. Foto EDH/ Jonatan Funes

Antonio dice que no le tomó importancia que le nombraran así, pero que le incomodó que personas se querían aprovechar de la situación para hacer turismo nocturno, a lo que no accedió para evitar problemas con los propietarios del inmueble que hasta el momento desconoce quienes son.

A pesar que la casa es inmensa, la pareja solo utiliza un cuarto, parte del corredor que lo han convertido en sala, cocina y que es el espacio donde mejor entra la luz del día para hacer los quehaceres del hogar, ya que no tienen electricidad.

Antonio dice que por edad no encuentra trabajo y cuando tiene chapoda maleza. El poco dinero que obtiene es a través de las plantas que vende, pero que no es suficiente. Su compañera tampoco trabaja porque tiene una enfermedad. Foto EDH/ Jonatan Funes

En el segundo piso él cultiva variedades de plantas, las que sale a vender al mercado municipal unas dos veces a la semana.

De esta forma obtiene dinero para comprar alimentos y medicamentos para Denís, quien padece diabetes.

¿POR QUÉ VIVIR EN UNA CASA "DONDE ASUSTAN"?

Antonio comentó que por su avanzada edad ya no le dan empleo, en ocasiones trabaja de chapodar pero no es algo fijo. El dinero que obtiene de las plantas que vende tampoco es mucho. Denis no puede trabajar por su delicado estado de salud.

Por lo que ambos prefieren vivir en esta casa aunque no tengan agua potable ni energía eléctrica.

“Una vez vi a una mujer de tacón alto que bajo las gradas, yo fui conociendo que era verdad lo que decían de esta casa”, aseguró.

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