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Onofre Durán Santillana, creador del Arco Durán

Desde hace 113 años, la ciudad de Ahuachapán cuenta con el Arco Durán como uno de sus principales monumentos culturales. Las siguientes páginas son un esbozo biográfico de su edificador.

Por Carlos Cañas Dinarte | May 20, 2023- 06:00

Onofre Durán Santillana, en una fotografía publicada en 1910, año en que fue concluido el Arco Durán. Imagen cortesía de la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia”, San Salvador.

Nació en la ciudad de Ahuachapán, en el hogar de José Ignacio Durán y Josefa Santillana, el 25 de noviembre de 1836. Entre sus hermanos tuvo a José, quien con el tiempo llegaría a ser comerciante residente en territorio costarricense y padre extramatrimonial del Dr. Carlos Eugenio Durán Cartín (1852-1924), a quien reconoció por vía legal el 27 de junio de 1867. Dos décadas después, aquel joven llegaría a ser médico destacado y tercer designado en ejercicio de la Presidencia de la República de Costa Rica (7/11/1889-8/5/1890).

Tras completar sus estudios básicos en la escuela pública de su localidad natal, en 1849 inició Jurisprudencia en la Universidad de San Carlos (Guatemala), aunque no completó la carrera. Sin embargo, sus inquietudes por el Derecho las cultivó siempre al trabar amistad duradera con los destacados juristas Isidro Menéndez y José Eustaquio Cuéllar. Entre 1854 y 1858, fue escribiente (secretario) del Juzgado de Primera Instancia de Ahuachapán.

Dedicado al magisterio entre 1858 y 1862, fue alcalde y regidor de su cuerpo municipal en diversas ocasiones. También fue diputado (1866), senador y administrador de Rentas Departamentales de Sonsonate (1869). En 1870, sobre la antigua calle de Riego (ahora avenida Durán, en su homenaje), erigió su casa de habitación, en imitación de una típica villa del centro de Europa.

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Contrajo matrimonio con la también ahuachapaneca Dolores Magaña. Con ella viajó a Europa en 1875. Visitó museos, parques y diversos puntos de Inglaterra y Francia.

Fue dueño de La Labor, una hacienda cañera, cafetalera y termal, con un ausol bastante grande, con quince aberturas principales, de las que emanan vapores con mucho ruido y fuerza, al igual que agua roja y ácida, con mucho óxido de hierro en su composición. Por su importancia, ese ausol fue explorado por dos misiones científicas en menos de tres décadas.

La primera vez fue en mayo de 1866, cuando el sitio fue explorado por los científicos franceses Auguste Dolffus y Eugène de Mont-Serrat, integrantes de una expedición organizada por las autoridades de Instrucción Pública de Francia, en atención a un mandato expreso del emperador Napoleón III. El informe completo de esa visita, junto con varias ilustraciones, se encuentra en el grueso volumen Dans les republiques de Guatemala et de Salvador (París, Imprimerie Impériale, 1868).

Arco Durán, edificado en la entrada del Llano El Espino, en Ahuachapán.
Fotografía procedente del Archivo EDH.

La segunda ocasión ocurrió en mayo de 1889, cuando, por encargo del médico Dr. Francisco García de Machón, rector de la Universidad de El Salvador, lo visitaron y examinaron el químico belga Dr. Charles Renson (1851-1941) y su colega cubano Dr. Jerónimo Puente (1868-1939), quienes elaboraron un extenso informe, publicado en el órgano oficial de ese centro de estudios superiores.

Fungió como diputado suplente (1872-1873), en la Asamblea Constituyente que, mediante el correspondiente decreto, fundó el departamento de Cabañas, el 10 de febrero de 1873.

Tras desempeñarse como director de una casa de embarques en el puerto de Acajutla (1877), Durán Santillana también fue consiliario y hermano mayor de la Junta de Caridad del hospital ahuachapaneco (1889-1890) y presidente del Poder Legislativo (1892).

El 8 de mayo de 1895, la Asamblea Nacional salvadoreña emitió un decreto de ley por el que autorizó al general Fabio Morán y a Durán Santillana a fundar el Banco Ahuachapaneco, que también fue conocido como Banco de Ahuachapam (sic) y que tendría como domicilio legal esa cabecera departamental en el occidente salvadoreño. La concesión les fue otorgada por 25 años, con una exigencia de capital de doscientos cincuenta mil pesos plata, que provendría de inversionistas nacionales y extranjeros y que sería dividido en acciones de mil pesos cada una.

Espécimen o prototipo del billete de dos pesos del Banco de Ahuachapam. Resalta la imagen central del general hondureño Francisco Morazán Quesada. Colección privada. / Espécimen o prototipo del billete de 50 pesos del Banco de Ahuachapam. Jamás fue puesto en circulación por ese banco de emisión. Colección privada.

El decreto de autorización del Banco de Ahuachapam definió, de manera especial, que para tener voto activo y pasivo en las discusiones y deliberaciones de las juntas ordinarias y extraordinarias, se necesitaba tener un mínimo de cinco mil pesos invertidos en acciones. Se le otorgó la facultad para emitir billetes al portador, por el doble del capital numerario que se hubiera llamado y puesto en caja. Como otros bancos, el de Ahuachapam fue autorizado a realizar todas las transacciones bancarias que se efectuaban en esos años y se le dieron las franquicias tributarias, aunque no se eximió a su personal del servicio civil o militar. Llama la atención que esta autorización destaca que el banco podía “abrir cuenta corriente a los agricultores [que lo solicitasen], siempre que a juicio de la Directiva [tuvieran] la suficiente responsabilidad […] para cuya clase de clientes, en lugar de dos firmas [se aceptarían] hipotecas de bienes rústicos o urbanos”. Ese tipo de requisitos exclusivos para los agricultores muestra que ellos entrañaban un riesgo específico, por lo que se requería también de garantías especiales que dieran una mayor seguridad a esas operaciones financieras.

Los requisitos de solvencia, transparencia en la información pública de sus balances y de hacer arqueos bianualmente que se exigían a las instituciones bancarias existentes, se mantuvieron para el Banco de Ahuachapam, aunque no se indicó la obligación del Ministerio de Hacienda de supervisarlas, tal y como ya era característico en este tipo de actividades financieras. Esa contrata fue modificada por decreto legislativo del 28 de mayo de ese mismo año, “dejando sin efecto la concesión […] que exceptuaba al Banco del uso de papel sellado y timbres en sus documentos”, así como el libre uso de los telégrafos y teléfonos nacionales.

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En octubre de 1896, el Banco de Ahuachapam recibió la autorización gubernamental para retomar su proceso de fundación, emitir papel moneda e iniciar operaciones. Sin embargo, con la severa crisis económica que ya se sentía y que estallaría entre 1897 y 1899, la iniciativa de consolidarlo y de permitirle operar no prosperó. El Banco de Ahuachapam tuvo una vida efímera, casi solo legal, aunque llegó a tener toda su papelería de oficina lista, sellos grabados y sus especímenes para emisiones de billetes en orden. Su desaparición legal antes de entrar en operaciones efectivas es una muestra de lo difícil que era operar instituciones financieras en ciertas zonas del territorio salvadoreño, a finales del siglo XIX, en especial aquellas dedicadas casi con exclusividad a las labores agrícolas mientras El Salvador atravesaba uno de sus mayores conflictos económicos.
Tras el fracaso de su empresa bancaria coasociada, Durán Santillana viajó a San Francisco (California), donde el millonario salvadoreño Encarnación Mejía había comenzado a atraer a una comunidad de salvadoreños pudientes, con la finalidad de que establecieran residencias y negocios en dicho estado de la Unión norteamericana.

Tras un largo viaje por Estados Unidos y Europa (1905), se desempeñó como gobernador departamental de Ahuachapán (1908) y Vicepresidente de la República (1911-1912), durante la gestión presidencial del médico usuluteco Dr. Manuel Enrique Araujo, con quien tuvo diferencias políticas que lo llevaron a renunciar al cargo, tan solo unos pocos meses antes de que se produjera el asesinato del mandatario, el único magnicidio cometido en toda la historia salvadoreña.

Aquejado por “debilidad senil”, como quedó consignado en su partida de defunción, Durán Santillana falleció en el centro de la urbe ahuachapaneca, a las 7 de la noche del 17 de noviembre de 1914. Fue atendido en su lecho de padecimiento por los galenos Dres. Guillermo Borja y Adonai Girón.

Cuatro años antes de su fallecimiento y con sus propios recursos económicos, como persona acaudalada que era, Durán Santillana le encomendó al maestro albañil Dámaso Aguilar (el mismo constructor de la residencia de Federico Herrera, donde ahora funciona la Casa de la Cultura de la ciudad de Ahuachapán) la edificación de un arco conmemorativo de unos 700 metros cuadrados en la entrada al llano y laguna El Espino, en que se libraron diversas batallas durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.

Esa obra de tres cuerpos, conocida como Arco Durán, fue inaugurada en noviembre de 1910. La estructura central es más elevada que las dos laterales. La rematan copones, entablamiento, guirnaldas y un mascarón con un rostro barbado de tamaño natural al centro y dos leones que abrazan el nombre sintetizado de su edificador: O. Durán.

El 12 de diciembre de 1985, el Arco Durán fue reconocido como Monumento Nacional mediante el decreto 214 de la Asamblea Legislativa, publicado por el Diario Oficial, tomo 290, no. 3, el 8 de enero de 1986.

En 2009, el ahora desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) le asignó el Escudo Azul, emblema derivado de la Convención de La Haya (1954) para la protección de bienes culturales en caso de conflictos armados.

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