Las puertas de la catedral de Notre Dame de París han sido abiertas. Cinco años después del drama del incendio estuvo a punto de destruir este símbolo universal de la fe, las palabras del arzobispo de París resonaron como una nueva forma de liberación, de esperanza. Una vez más, la Catedral renació de la sombra del infierno en la fiesta de Nuestra Señora, la Inmaculada Concepción.
La noche del sábado 7 de diciembre, el centro de París estaba a la vez efervescente y extrañamente silencioso, prueba del recuerdo en el cual la capital estaba sumergida durante unas horas.
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La reconstrucción de la catedral apareció, como lo dijo el presidente Emmanuel Macron, como “una lección de fragilidad, humildad y voluntad” de parte de todos los creyentes, tanto como todos los países solidarios, los 340,000 donantes, los miles de obreros, especialistas de protección y reconstrucción de edificios siniestrados.
París era una mezcla de sentimientos: orgullo en haber logrado unirse, movilizarse para realizar una acción que está más allá de sí mismo, agradecimiento hacia todas y todos los que participaron de la salvación física de la catedral, empezando por los bomberos tanto como los artesanos y reconocimiento hacia un espíritu universal de solidaridad, fraternidad y devoción.
Una vez más, pocos meses después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, París logró superar el traumatismo de la destrucción infligida por la caída de la Flecha, devorada por las llamas esa noche del 15 de abril de 2019.
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El tiempo y el polvo habían oscurecido las paredes y los vitrales del edificio, por lo cual ahora la luminosidad es una de las realidades que más impactan cuando uno entra en Notre Dame.
Momentos especiales fueron la presentación de los bomberos y la bendición del órgano, que “despertó” el instrumento para alabar a Dios.
Por supuesto, las medidas de seguridad para la reapertura de la catedral han sido drásticas: más de 40 jefes de estados representaron a sus países y pueblos. Autoridades religiosas también acompañaron el evento.
El papa Francisco no estuvo presente porque quería que se privilegiasen las miradas hacia la catedral, “regalo de Dios y para Dios”, según expresó en el mensaje que envió y que fue leído.
La reapertura de Notre Dame es una victoria de la fe y de la voluntad sobre las fuerzas de destrucción. Esperemos que este espíritu logre animar las relaciones internacionales que atraviesan tensiones importantes.
En la fachada, entre la luminosidad del majestuoso templo, aparecía la palabra “MERCI”, con la cual Notre Dame y Francia le dicen al mundo: “¡Gracias!”