Su historia va más allá de la impecable manera en que transforma simples hilos para crear obras que cautivan con exquisitos detalles el ojo del más exigente espectador; es por mucho un testimonio de resiliencia, sanación y empoderamiento personal.
La artista salvadoreña Mirna Serpas, pionera de la técnica de cuadros bordados en el país, comenzó a enhebrar su proceso artístico en un momento de profunda transición: después de su divorcio.
Lo que podría haber sido percibido como el final de un capítulo, ella lo transformó en el comienzo de una nueva historia a través del arte. Que además le ha dejado una colección de éxitos y sueños alcanzados, que celebrará con su última exposición para conmemorar sus 30 años de trayectoria.
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En retrospectiva recuerda con ilusión que bordar siempre fue algo que amaba hacer y en lo que destacó. “A mi toda la vida me apasionó el bordado desde que era chiquita hacía más que todo la puntada de cruceta y nadie me quitaba el primer lugar en manualidades porque me encantaba”, rememoró.
Al conocer el invaluable legado de Miran nadie creería que su pasión por le bordado estuvo en pausa por muchos años, sin embargo el destino le tenía preparado algo que cambiaría su vida y le haría retomar las puntadas.
Por cosas de la vida, Mirna tuvo que emigrar a Guatemala. Un buen día una amiga la invitó a almorzar, a raíz de su divorcio. Luego de una amena plática su amiga le comentó que tenía que terminar unos cuadros bordados y le pidió ayuda; aunque al principio Mirna estaba renuente fue algo que la atrapó de inmediato.
“Empezamos alrededor de la 1:00 de la tarde y llegó la noche sin percatarnos, estábamos tan concentradas y entretenidas bordando que se dieron las 9:00 de la noche”, recordó la artista, quien también añadió que su amiga fue quien la llevó después a clases con doña Julia de Cabrera para que aprendiera bien, pues ella es la inventora de esa técnica.
Fue así como comenzó a experimentar con diferentes técnicas de bordado, desarrollando un estilo único que combinaba la precisión de los patrones clásicos con su propia visión que se caracteriza por darle un aspecto realista al cuadro cuidando la luz y la sombra entre muchos otros detalles.
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“Una vez mi mentora, doña Julia, me puso a hacer una vendedora de maíz, tenían la balanza en las manos y había que hacer le maíz, pero ella me ponía a hacer nudo francés pero parecía maicillo no maíz y entonces yo fui a comprar una libra de maíz y con el maíz ahí puesto empecé a hacer granito por granito hasta que me salió y ella lo vio y me felicitó. Me puso de ejemplo para toda la clase. Lo mismo ocurrió con un melón, logré hacer la textura natural con los surcos blancos que tiene”, relató llena de orgullo.
Luego de pasar 17 años en Guatemala, la artista salvadoreña regresó al país con una fuerte convicción de compartir su talento con sus compatriotas tal y como se lo sugirió su mentora, doña Julia. Así, abrió su academia un 20 de febrero de 1994.
Pero detrás de ese logro hubo noches de desvelo preparando su “carta de presentación”, como le indicó su mentora. “Doña Julia me dijo que hiciera mi carta de presentación me puse a bordar como loca y solo dormí como 3 o 4 horas e hice una cantidad de cuadros para aprender variedad de puntadas y cuando ya me regresé a El Salvador venía solo con la ilusión, el deseo y la pasión de que me iba a resultar”, recordó Serpas.
Decidida a convertir su sueño en realidad, Mirna montó su primera exposición. “Invité a todos lo medios y me di a conocer. Un día me llamaron de canal 12, me hicieron una entrevista, llevé los cuadros y fue tanto el auge que todos los jueves yo tenía que llegar a dar una clase de bordado. Fue un gran reto porque tenía que llevar un cuadro solo dibujado, uno a medias y uno terminado. Fue difícil pero lo logré por que pasé un año así”, dijo con satisfacción.
Del inicio de su academia recordó haber empezado con tan solo ocho alumnas pero con mucha gratitud aseguró que “al terminar el año tenía gran cantidad de alumnas”.
La obra de Mirna Serpas trasciende las fronteras convencionales del bordado, explorando temas que van desde la naturaleza y el paisaje hasta reflexiones sobre la identidad y la memoria. Cada puntada cuenta una historia, cada color evoca una emoción, creando un diálogo entre el espectador y la obra que trasciende el simple acto de mirar.
Su prodigioso talento la llevó no solo a participar en “La paleta europea” que se lleva a cabo en Francia, sino que también la coronó como la soberana ganadora. “Éramos 135 artistas de todo el mundo pero con diferentes técnicas, en bordado solo iba yo, y me llevé 10 cuadros. Me pidieron paisajes y antes de que terminara la exposición todos mis cuadros ya se habían vendido. Yo me sentía mejor que Miss Universo”, detalló.
Esa era la primera vez que un mismo artista se ganaba los dos premios del concurso (1999). De tal modo que Mirna no solo obtuvo el premio que otorga el público (un diploma) sino también el trofeo de la Paleta europea.
“Después de eso me invitaron a la Calle 8 de Miami, pero ahí no fui sola sino que llevé a doce alumnas y montamos una exposición. También me entrevistaron de Primer Impacto y Despierta América”, señaló.
A lo largo de su carrera de 30 años, Mirna ha recibido elogios de críticos de arte y reconocimiento por su contribución al mundo del bordado. Sin embargo, para ella, el verdadero éxito siempre ha residido en la conexión que sus obras establecen con quienes las contemplan. Así como la magia que surge en sus talleres con sus alumnas dentro del salón de clases que está tapizado de cuadros bordados por ellas.
“Tengo alumnas que han estado 20 años conmigo porque yo doy las clases en mi casa entonces la gente se siente como en casa. Somos como familia. Este arte no solo sirve para bordar, es terapéutico. Ayuda a toda las personas que están deprimidas, con ansiedad, que se sienten solas o que están pasando por una situación de duelo o divorcio como la que pasé yo”, recalcó.
En un plano más íntimo, cada logro artístico tiene la huella indeleble de sus hijos quienes siempre han sido su mayor inspiración. “Cuando empecé, mi hija me ayuda a dibujar, mi hijo segundo era el que me ponía la tela en los bastidores de madera que van engrapados, para que quede bien tensada, y el pequeño me ayudaba a enhebrar las agujas para yo bordar. Trabajamos en equipo, y con esto logré sacarlos adelante”, relató de una forma muy plena.
Pero no solo sus hijos crecieron rodeados de creatividad y aprendieron el valor del trabajo arduo y la perseverancia de Mirna pues ese legado también fue transmitido a su nieta Andrea. “A mi nieta le enseñé a bordad desde que tenía 2 años y ya tiene 26. Ella dice que va a preservar mi legado”, recordó con cariño la artista.
Echando un vistazo al pasado, el bordado le ha dejado puntadas de gratitud en el alma a Mirna Serpas, por ello ahora se prepara para celebrar su 30 aniversario como artista y cerrar así este capítulo de su vida con una última exposición.
Será una ocasión para rendir homenaje a su trayectoria, pero también para mirar hacia el futuro con gratitud. “Van a haber 75 cuadros, cada uno elaborado por mis alumnas y se rifará un cuadro bordado por mi”, explicó la artista.
La muestra artística se llevará a cabo del domingo 7 al 30 de abril en La casona, del centro comercial Galerías Escalón. Además de la exposición se impartirán talleres y habrá disponibles kits de bordado para quienes quieran sumergirse en la magia de los hilos.
Aunque esta exposición marque el final de una era, el legado de Mirna como pionera del bordado perdurará en la memoria de quienes han sido tocados por su arte respaldado por su memorable lema: “Cuadros del hoy, tesoros del mañana”.