Entre las mujeres poderosas que ocuparon posiciones de control gubernamental como regentes o monarcas durante el siglo XVI se encuentra María Tudor, reina de Inglaterra; Elizabeth I, reina de Inglaterra; María, reina de Escocia; Catalina de Médici, regente y reina madre de Francia; y Margarita de Parma, Prima Donna de Roma, duquesa de Parma y regente de los Países Bajos para su hermanastro, Felipe II, rey de España y Lord de los Países Bajos, ambos parte del Imperio Sagrado Romano junto a su emperador, Carlos V, quien era también padre de Margarita de Parma, de Felipe II y otros.
A lo largo del gráfico que documenta la tensión entre el mal gobierno y el buen gobierno en términos éticos, podemos contemplar ejemplos de ambos en el absolutismo católico de Felipe II, los presupuestos de las tesis de Martín Lutero al principio de la Reforma, los análisis del Concilio de Trento, el Santo Oficio (conocido como la Inquisición) y los valores exhibidos por María, Reina de Escocia; Catalina de Médici y Elizabeth I de Inglaterra. Entre este grupo de gobernadores brillan los esfuerzos para hacer una buena administración gubernamental de Margarita de Parma, una mujer quien funcionó como regente de los Países Bajos, bajo el eje de Felipe II, rey de España y su hermanastro.
Margarita nació hija natural de Carlos V y una señora de la recámara en 1522. El emperador dio a Jeanne van der Gheynst, madre de Margarita, una pensión pequeña y arregló su matrimonio con un señor de la aristocracia de Amberes. El emperador Carlos aceptó a Margarita como su hija, pero no la conoció hasta que tenía ocho años y fue contratada para su alianza matrimonial con Alejandro de Médici.
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La niña Margarita creció en Italia y su padre la utilizó para cementar relaciones con el papado y así restaurar el poder de los Médici por fuerza y por alianza matrimonial. Él la utilizó como peón en su búsqueda de relaciones dinásticas entre los príncipes italianos independientes con el objetivo de dominar su propia dinastía: los Habsburgos.
Así que el primer matrimonio de su hija Margarita fue arreglado cuando Julio de Médici fue coronado Papa Clemente VII y ella fue ofrecida en matrimonio a su sobrino Alejandro como parte de las negociaciones para devolver a los Médicis al poder en Florencia. Y parte de las negociaciones legitimó a Margarita. Carlos V controlaba las ocasiones cuando Margarita iba casarse y decidió con quien se iba a casar. Como Carlos mismo funcionó como garante del poder de Los Médicis en Florencia, forzó a Margarita a casarse con un Médici, Alejandro, quien también fue ilegítimo. Para cementar el poder de los Médicis sobre Florencia, Carlos dictó que la consumación del matrimonio —y así la legitimación misma del matrimonio— sería demorada durante seis meses. Los Médicis estaban furiosos. Carlos también controlaba el dote de Margarita. Otra parte de las negociaciones del matrimonio de Margarita con Alejandro de Médici obligó a los florentinos a pasar un reglamento en 1529, que devolvió a los Médicis al reinado de Florencia. En las mismas negociaciones entre el Papa y el emperador, fue acordado que Carlos V sería el garante del reinado de los Médicis en Florencia. El Papa Clemente VII coronó a Carlos como emperador del Imperio Sagrado Romano en Aquisgrán en 1520. Y la ratificación se llevó a cabo en Boloña, en 1530. Se dio el caso de que Alejandro fue asesinado inmediatamente después de su matrimonio con Margarita, dejándola libre para otra alianza de poder para los Habsburgos.
Así el mundo al que arribó Margarita. Su estado ilegítimo siempre era un problema, pero todos la consideraron parte de la aristocracia Habsburgo. Fue conocida como “Madama” en el mundo diplomático y llegó a ser Prima Donna de Roma por medio de un matrimonio arreglado por su padre con Octavio Farnesio, una dinastía encabezada por un nuevo Papa, Paul III.
En 1556, Carlos V abdicó y nombró a Felipe II como rey de España y Lord de los Países Bajos. Y Felipe II, entonces, escogió a su hermanastra, Margarita, como regente de los Países Bajos para representar el poder de la monarquía de España sobre los Países Bajos. Felipe llevó a Margarita a Inglaterra para que conociera a su esposa, María Tudor, Elizabeth I, María, reina de Escocia. Durante el viaje a Francia, Margarita conoció Catalina de Médici. Margarita expresó en su correspondencia que estaba contenta de ser regente para poder practicar una buena administración de gobierno en los Países Bajos.
Mientras Felipe consideraba a Margarita solamente un escudo de las políticas de España en los Países Bajos, ella abrazó una política de moderación y negociación, buscando una vía media en los pleitos serios entre el absolutismo católico de Felipe y la creciente rebelión Calvinista, que admitió, por sus habilidades y contactos internacionales, a los judíos forzosamente exiliados de España, en 1492. Felipe obligó a los mercaderes de Países Bajos a proporcionar grandes préstamos a la corona de España que él no pagó. También, para aplacar a los holandeses rebeldes, Felipe implantó el Santo Oficio (Inquisición) en los países que gobernó Margarita, completo con un Gran Inquisidor con enormes poderes.
Eran los tiempos de las guerras de religión en el continente y más tarde las Guerras Civiles en Inglaterra, que eran en realidad guerras de religión tras la decapitación de Carlos I en 1649. En Francia, Catalina de Médici intentó implementar las mismas políticas de vía media que Margarita manejaba. Pero los conflictos franceses entre católicos y Huguenots se volvieron más y más sangrientos, hasta desembocar en la Masacre del Día de San Bartolomeo en 1572. Margarita, por su parte, se alegraba que los luteranos fueran invitados a una de las sesiones del Concilio de Trento en un intento mediar los conflictos doctrinales.
Pero ella tenía que aguantar la llegada del Duque de Alba, quien montó los Concilios de Sangre, permitió el Saqueo de Amberes y otros más, además de la “Furia española”; debido a que las tropas de los Habsburgo no fueron pagadas por Felipe II. Mientras tanto, el obispo español de Cuenca se quejó con Felipe de la moderación de Margarita en Amberes. Felipe ordenó que ella tenía que ser subordinada a las decisiones del Gran Inquisidor de Países Bajos, Pieter Titelmans.
Finalmente, Felipe perdió la paciencia con los Calvinistas y hasta acusó a Margarita de sedición y colaboración con ellos por sus políticas de moderación e intentos de evitar las matanzas y expropiaciones ordenadas por Felipe y Titelmans. Felipe envió al Duque de Alba, quien dejó a Margarita con “deberes suspendidos” y comenzó una seria opresión militar. Felipe mismo entró a Amberes a mediados de agosto 1567, porque, como él dijo, Margarita había fracasado en su apoyo. Felipe nombró al Duque de Alba como capitán general en enero de 1567.
Más tarde, la gente que ayudó a Margarita en las políticas de moderación y negociación, quienes además eran miembros de la Orden del Toisón de Oro —como Guillermo de Orange—, fueron asesinados por órdenes de Felipe II. También, otro aliado de Margarita, Egmont, Príncipe de Gares, fue ejecutado por el Duque de Alba, al igual que Felipe de Montmorency. Los tres fueron eliminados el mismo año, 1568.
Al final, lo único que pudo hacer Margarita fue preparar sus maletas y abandonar los Países Bajos como testigo silencioso en desesperación. Había intentado hacer la paz y buen gobierno durante ocho años sin resultado.
Se retiró a vivir en un pequeño palacio en Ortona, en el Abruzzo, en la costa del Adriático. Durante todos los años de violencia y dificultades, ella dejó una enorme cantidad de correspondencia, algo publicado todavía en archivo. Según las cartas de sus últimos años en Ortona, donde construyó un centro de gobierno, Cittaducale; comentó en su correspondencia que nunca dejó su interés por las buenas leyes, la buena administración de gobierno y las oportunidades y necesidades del pueblo. Ella conformó una corte de unas 150 personas y apoyó ampliamente la Universidad de Boloña.
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En sus últimos años recibió la visita de otro hermanastro, Don Juan de Austria; héroe de Lepanto que llevó a su hija ilegítima —Giovanna de Austria— a Ortona y pidió que Margarita aceptara cuidarla y educarla hasta que llegara a ser una adulta. Margarita aceptó.
También admitió una invitación, en 1583, de Felipe para regresar a los Países Bajos. Ella aceptó: prueba de su tenacidad. Allí se quedó tres años más y otra vez reconoció que fracasó en sus intentos de mantener un buen gobierno. Su matrimonio con Octavio de Parma fue anulado y ella falleció en paz en Ortona, en 1586.
Lástima que —así como tantas otras mujeres poderosas, pero marginadas y escondidas en las páginas de la historia europea— sus esfuerzos no han sido incorporados en los conocimientos de tantas generaciones. Margarita de Parma es un ejemplo de una contrafuerza que enfrentó un mal gobierno e intentó cambiar el rumbo del viento que arrasaba en dirección equivocada, en la historia.
LECTURA RECOMENDADA
Crew, P.M., Calvinist Preaching and Iconoclasm in the Netherlands,
1554-1566, 2 vols. (Cambridge, 1978).
Duke, A.C. Reformation and Revolution in the Low Countries
(Ronceverte, W. Virginia, 1990).
Iongh, J., de. Madama, Margaretha van Oostenryk Hertogin van Parma en Piacenza (Amsterdam, 1967).
Pérez-Reverte, Arturo. Todas sus obras.
Reifenberg, Baron de. Correspondance de Marguerite
d´Autriche, Duchesse de Parme, avec Philippe II (Bruselas, 1842).
Steen, C.R. Margaret of Parma: A Life (Leiden: Brill, 2013).
Van Geleren, M., The Political Thought of the Dutch Revolt,1555-1590 (Cambridge, 2002).