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Las primeras odontólogas de la Universidad de El Salvador

Hace un siglo, la única universidad existente en El Salvador doctoró en Odontología a una ciudadana guatemalteca. Fue la segunda mujer graduada de sus aulas en un lapso de 35 años.

Por Carlos Cañas Dinarte | Mar 08, 2024- 09:16

Entre 1865 y 1890, las primeras odontólogas del continente americano fueron estadounidenses y mexicanas. Fotografía alegórica.

Desde la conquista española hasta mediados del siglo XIX, la salud bucodental de la población del Cuscatlán colonial, de la Provincia e Intendencia de San Salvador, de la Alcaldía Mayor de Sonsonate y del Estado y República de El Salvador dependió de los barberos y de su capacidad para extraer piezas dentales.

Durante siglos, la única solución posible a los problemas de caries, sarro, malformaciones y demás afecciones en dientes, muelas, encías y demás zonas bucales fue la extracción mediante alicates, las gárgaras con productos vegetales y algunos tipos limitados de anestésicos. La pobreza y la mala alimentación constituían una pareja terrible que impactaba de forma directa en las sonrisas.

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A mediados del siglo XIX, El Salvador y muchas naciones latinoamericanas comenzaron a ser los puntos de visita de dentistas itinerantes, casi tanto como de fotógrafos. Muchos de ellos eran verdaderos profesionales, graduados en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y otras naciones, pero también aquellas giras eran terreno abierto para multitud de charlatanes avariciosos. No resultaban extraños los casos en los que las personas pagaban por tratamientos dentales que, al final, siempre derivaban en infecciones, extracciones y, quizá, hasta la muerte por sepsis.

Aunque la profesión de dentista y el gabinete dental existían en El Salvador desde los tiempos del médico y déspota presidente Dr. Rafael Zaldívar, no sería hasta la mañana del sábado 6 de septiembre de 1924 cuando las aulas de la Universidad de El Salvador graduarían a una mujer odontóloga. Se llamaba Carlota Estévez Urrutia y era guatemalteca.

Carlota Dolores Estévez Urrutia nació en la capital guatemalteca, a las 20:30 horas del lunes 17 de abril de 1893. Fue hija del abogado Lic. Víctor Manuel Estévez Pineda (1860-05.feb.1927, vástago de José María Estévez Téllez y de Petrona Pineda) y de María Teresa Dolores Urrutia Hidalgo.

Partida de nacimiento de Carlota Estévez Urrutia, asentada en la Alcaldía Municipal de la ciudad de Guatemala, 1893.

(01.mayo.1867-25.abril.1921, fue hija del abogado Lic. Víctor Manuel José Urrutia y de Ana Hidalgo), quienes también procrearon a Rosa, Victoria, José Luis, Víctor Joaquín, María Antonia, María del Carmen, Salvador Augusto y José Víctor. Carlota fue bautizada el 1 de mayo de 1893 en el templo de El Sagrario, en su ciudad natal. Le impartió las aguas bautismales el fraile José de Jesús Urrutia y su madrina fue su abuela paterna Petrona Pineda de Estévez.

Tras la caída de la dictadura de 22 años del Lic. Manuel Estrada Cabrera, en abril de 1920, Guatemala se encontraba sumida en un período de inestabilidad política, aunque la zona norte centroamericana trataba de dar algunos pasos hacia la modernidad en el marco del primer centenario de la independencia de España. Para entonces, el jefe del Gabinete Dental de la Universidad salvadoreña era el odontólogo y dramaturgo guatemalteco Dr. José Llerena h., futuro autor del guion de Águilas civilizadas (1927), primer largometraje salvadoreño, dirigido por el italiano Virgilio Crisonino. Carlota ingresó a la Alma Mater nacional en 1920, como uno de los diez estudiantes matriculados en ese año en la Escuela Profesional de Odontología, presidida junto con las de Medicina y Química y Farmacia por el decano Dr. Luis V. Velasco.

Las clases duraban entre 3 y 6 horas a la semana. En los cuatro años de la carrera y a razón de cuatro materias por año, las materias recibidas eran Anatomía especial y disección, Histología y embriología, Química biológica y metalurgia dental, Dentistería operatoria, Patología general, Bacteriología, Fisiología, Clínica y prótesis dental, Medicina operatoria, Materia médica y terapéutica dental, Radiología y fisioterapia especiales, Patología bucodental e higiene, Clínica I y II, Prótesis I y II, Anestesias especial y general, Ortodoncia y Cirugía del cuello y cabeza. Unos años después se añadiría la materia de Dibujo y modelado dental.

Desde el Gabinete Dental de la Universidad de El Salvador, Carlota y sus compañeros masculinos efectuaban labores sociales para el estudiantado de las escuelas urbanas y rurales de San Salvador, así como para las internas de la Cárcel de Mujeres y diversas personas procedentes de los barrios más desfavorecidos de la capital. Entre sus trabajos cobrados a precios módicos o gratuitos destacaban puentes, silicatos, placas totales o parciales -superiores o inferiores-, profilaxis, incrustaciones, coronas, canales, alveolectomías, apiceptomías, coronas Davis, puentes de Roch, amalgamas, extracciones, trepanaciones del seno, fracturas del maxilar, radiografías, etc. Todo hecho bajo el patronazgo católico de santa Apolonia, quien también era la patrona de los jugadores de dados o muelas de santa Apolonia, una figura histórica del catolicismo desde el siglo III.

El paraninfo o salón de actos del tercer edificio de la Universidad de El Salvador (1879-1955) estaba situado en la segunda planta.

A las 09:00 horas del sábado 6 de septiembre de 1924, Carlota Estévez Urrutia se sometió al examen público para defender su tesis doctoral. El acto solemne se desarrolló en el mismo paraninfo universitario en que, el 20 de septiembre de 1889, se graduó la ingeniera salvadoreña Antonia Navarro Huezo (1869-1891). Entre el numeroso público asistente estaban el presidente de la república Dr. Alfonso Quiñónez Molina, el ministro y subsecretario de Instrucción Pública Dres. Reyes Arrieta Rossi y Salvador Rivas Vides, el rector de la Universidad Dr. Víctor Jerez y el cónsul de Guatemala en El Salvador, general Eulogio Flores. Su tesis se tituló Hemorragia alveolar y se centró en abordar los diversos tipos de complicaciones derivadas de la extracción de una pieza dental y la formación de coágulos en su alvéolo.

En su edición de ese mismo día, el diario capitalino La Prensa señaló aquel hito académico femenino con una noticia en la que indicó que Carlota “es la primera mujer que recibe dicho doctoramiento en el país”, a lo que también se sumó la reseña de su acto de graduación redactada desde la capital estadounidense por el personal del Bulletin of the Pan American Union (enero de 1925, pág. 98).

El doctoramiento pionero de Carlota no fue mencionado ni en el mensaje a la Asamblea Legislativa por el Dr. Quiñónez Molina (Diario Oficial, San Salvador, tomo 98, no. 40, martes 17 de febrero de 1925, pág. 347) ni en la memoria anual de labores del ministro Dr. Arrieta Rossi (Ibídem, no. 50, sábado 28 de febrero de 1925, pág. 464).
Carlota regresó a la capital guatemalteca y abrió su consultorio dental.

Ejerció su profesión en solitario por varias décadas, que dedicó a los públicos femenino e infantojuvenil. Falleció de uremia, en el no. 16 de la tercera calle oriente de la ciudad de Guatemala, a las 13:25 horas del domingo 21 de septiembre de 1975.

El 27 de diciembre de 1927 fue fundada la Facultad de Dentistería –hoy Odontología- en la Universidad de El Salvador. A ella se unieron la Sociedad de El Salvador (establecida el 29 de septiembre de 1931) y su Revista Dental (1934), así como la Junta de Vigilancia de la Profesión Odontológica (fundada por la Constitución de 1950 y el decreto legislativo 2699 del 28 de agosto de 1958).

En marzo de 1933, la carrera de Odontología de la Universidad de El Salvador recibió a las primeras estudiantes salvadoreñas. Fueron Berta Orbelina González y Cecilia Ester Arévalo Mira.
De Berta Orbelina no se dispone de mayor información biográfica, salvo que se doctoró en 1938 y que para enero de 1948 y la década siguiente formó parte del personal técnico de la Casa Nacional del Niño, con plaza de servicio general como cirujana dentista.

Cecilia Ester nació en San Salvador, a las 09:00 horas del 8 de enero de 1914, en el barrio capitalino del Calvario, en el hogar de Gregorio Enrique Arévalo -telegrafista originario de Apaneca- y de la metapaneca Cecilia Mira. Tras doctorarse en 1939, contrajo matrimonio en la alcaldía capitalina, el 13 de abril de 1942, con el contador público José Luis Criollo Ayala (27 años, originario de San Juan Opico e hijo de Daniel Criollo y de Manuela Ayala. El señor Criollo Ayala falleció en San Salvador, el 19 de febrero de 1985), con quien procrearon a Cecilia Ester, venida al mundo en la urbe sansalvadoreña, el 10 de enero de 1944. Falta localizar más material biográfico suyo.

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En 1937, mientras ambas cursaban sus estudios del cuarto curso de la carrera, se les unió la ciudadana nicaragüense Augusta Patria Montealegre Zapata (nacida en León, en 1913), quien se matriculó bajo un régimen especial que le fue autorizado. Aunque no concluyó la carrera, algunas fuentes sostienen que se graduó en la Universidad Católica de Washington, pero las únicas certezas documentales existentes son que se casó en San Salvador, el 28 de febrero de 1946, con el salvadoreño Tomás Peralta Maza, con quien procreó a María Augusta (vinculada en matrimonio con José Antonio Fernández Vázquez) y Carmen Elena (nacida en San Salvador, el 23 de enero de 1950, se casó con José Antonio Acevedo Peralta) y que en la década de 1960 laboró como trabajadora social (orientadora y educadora vocacional) para el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la República de El Salvador.

Cincuenta años después del doctoramiento pionero de Carlota Estévez Urrutia, la única universidad salvadoreña existente hasta septiembre de 1965 había entregado a la sociedad nacional un total de 105 mujeres odontólogas. De 1974 hacia el presente ha transcurrido otro medio siglo y cientos de mujeres más han culminado sus estudios bucodentales en la Alma Mater nacional, han abierto sus consultorios privados o trabajan en campañas oficiales y no gubernamentales de promoción de la buena salud bucodental. En estos cien años transcurridos, la historia odontológica salvadoreña tiene rostro de mujer, tanto desde quien sufre como desde quien trabaja para aliviar esos dolores y así contribuye a la construcción de una patria diferente, fundamentada en las labores científicas.

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